Teatro

Carmen, ópera sangrienta, de Bizet y Merimée.

6 junio, 1999 02:00

Adaptación y dirección: Gustavo Tambascio. Intérpretes: Trinidad Iglesias, Emilio Gavira y Jorge Antón. Teatro: Alfil (Madrid).

La ópera cómica -y aún menos la bufa- es un género poco frecuente en la escena madrileña. Cuando se piensa en ópera, siempre se imaginan grandes decorados, producciones solemnes, divos prestigiosos y un público selecto y escogido que asiste a estas grandes "fiestas barrocas" como a un portentoso museo de la grandilocuencia. Por eso, es tan estimulante esta "mini-opera sangrienta" que se representa en el teatro Alfil, con un gran amor por las posibilidades múltiples del género musical, y su capacidad de divertir al público con sus elevados y eufóricos registros tonales. El teatro musical tiene la habilidad de dirigirse a los sentidos del espectador, de ahí al regocijo y a la risa hay un paso, y si está bien hecho y bien cantado, aún mejor que mejor.
"Carmen" es probablemente la ópera más conocida por el público español, su folklorismo sevillano, su ambiente romántico de cigarreras de ojos turbios y profundos, bandoleros, toreros y militares, la convierten en el paradigma del tópico español por excelencia. Tuvieron que ser dos franceses, Mérimée y Bizet, quienes fijaran con tanta brillantez esta historia tan propia de la España romántica. Tambascio trata con mimo e ingenio el material que tiene entre las manos. Con sólo tres actores-cantantes y un pianista dispuesto a todo consigue contarnos de una forma paródica y regocijante esta conocida historia musical.
Trinidad Iglesias es una de las actrices más peculiares y valiosas de la escena madrileña, sus dotes vocales van unidas a un gran instinto de la interpretación, y a un físico irrepetible y expresivo como ningún otro. Emilio Gavira y Jorge Antón la acompañan en esta nada fácil tarea de llevar la famosa ópera "Carmen" hasta un público distendido de todas las edades y en un teatro no acostumbrado a estas producciones. Los amantes de la música disfrutarán con esta obra, pues a pesar del tono burlón de la representación, cantan muy bien los temas más conocidos de tan famosa ópera. Y por otra parte, el juego escénico permanente con el que adorna Gustavo Tambascio su montaje, la convierten en un inteligente y divertido juguete dramático para los buenos amantes del teatro.