
Una escena del montaje de Jetske Mijnssen del 'Roberto Devereux' de Donizetti. Foto: Ben van Duin
'Roberto Devereux': el Donizetti más depurado desembarca en el Palau de les Arts
Llega a Valencia la ópera del maestro italiano en un montaje de Jetske Mijnssen bajo la dirección musical de Francesco Lanzillotta.
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Roberto Devereux es un buen ejemplo del grado de depuración y exquisitez alcanzado por Gaetano Donizetti. El trazo melódico es más limpio, continuado, la escritura se aproxima en mayor medida a la prosodia natural, aunque, por supuesto, aún esté muy lejos la solución silábica, que habrá de acercar el canto al habla habitual, a la palabra, con sus propiedades fonéticas y significados semánticos.
La construcción de las arias, dúos o conjuntos está mejor trabada, soldada, posee mayor fluidez, con lo que se obtiene una vocalidad que, aun cuando muchas veces no es trascendente, resulta útil y tiene un virtuosismo bien medido y con frecuencia nada gratuito.
Estamos ante el Donizetti de los años 30 del siglo XIX, creador de una manera más pulida y finamente delineada, antes de que con Poliuto, señala Jeremy Commons, volviera a los sujetos más o menos religiosos, que requerían una música de muy diferente inspiración.
La figura de la reina inglesa alcanza aquí su mejor perfil, una definición más acabada que en Elisabetta al castello di Kenilworth o Maria Stuarda. Hay una constante alternancia del recitativo, del arioso y de la melodía desarrollada.
Un ejemplo puede ser en esta ópera el recitativo que precede al dueto entre Elisabetta y Roberto del primer acto, que contiene no menos de tres pasajes ariosos: el primero en el momento en el que él defiende su conducta en Irlanda; el segundo cuando la Reina se refiere al sitio de Cádiz; el tercero, que es el más melódico, en el momento en el que ella rememora su feliz pasado.
La partitura está poblada de magníficos momentos a lo largo de una narración musical coherente y firme, más allá de las debilidades habituales en este tipo de libretos, aunque este llevara la rúbrica del experto Salvatore Cammarano.
Toda la secuencia postrera de la ópera es soberbia, en su sucesión de recitativo —E Sara in questi orribili momenti—, aria —Vivi, ingrato— y cabaletta —Quel sangie versato— y pide a la soprano un esfuerzo descomunal.
Toda la secuencia postrera de la ópera es soberbia y pide a la soprano un esfuerzo descomunal
Para acometer esta página y hacerse cargo del personaje e insuflarle vida dramática se precisa una soprano fenomenal, en la línea de la creadora o de sucesoras como Lagrange, Maray, Strepponi, Truffi o Giuli Borsi. O de herederas más recientes como Leyla Gencer, Beverly Sills, Neely Miricioiu o Edita Gruberova.
Para las representaciones valencianas —días 4, 7, 11, 14 y 18 de junio— se cuenta con una soprano en continuo crecimiento, Eleonora Buratto, a quien recordamos en partes mucho más líricas e incluso secundarias al principio de su carrera.
Se trata de una lírica plena, de timbre satinado, dotada de un atractivo y bien administrado vibrato, igual en toda la gama, buena fraseadora y hábil en el manejo de las dinámicas. Canta con convicción.
El público valenciano la recordará cuando, en su primera aparición en el coliseo, en 2009, incorporó a la Despina de Così fan tutte. Eran otros tiempos que también pudimos vivir en Madrid. Hay que esperar lo mejor. También del tenor Ismael Jordi, que encaja perfectamente, con su voz de lírico-ligero, igual, bien emitida y manejada, en la parte de Devereux.
Junto a ellos cantará la siempre elegante y matizadora mezzo lírica Silvia Tro Santafé (Sara). El resto del reparto lo constituyen voces expertas y de garantía: Lodovico Filippo Ravizza (Lord duca di Nottingham), Filipp Modestov (Lord Guglielmo Cecil), Irakli Pkhaladze (Sir Gualtiero Raleigh), Xavier Galán (un paje) y Lluis Martínez (un familiar de Notthingham).
La dirección musical corre de cuenta de Francesco Lanzillotta, director y compositor que acredita ya una buena carrera en los principales coliseos italianos. De la escena se ocupará la joven Jetske Mijnssen, que gusta de otorgar a sus creaciones de un alto sustrato psicológico. La producción se levanta sobre la alianza del Palau de les Arts con la Ópera de Ámsterdam y el Teatro de San Carlos de Nápoles.