La soprano rusa Aigul Akhmetshina encarna a Carmen

La soprano rusa Aigul Akhmetshina encarna a Carmen

Ópera

La indomable Carmen de España en el Teatro Real: ese corazón rebelde que quiere escapar de la muerte

El coliseo madrileño acoge una producción de la emblemática ópera de Bizet firmada por Damiano Michieletto. Eun Sun Kim vuelve para asumir las riendas musicales. Y en la piel de la cigarrera, Aigul Akhmetshina.

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Tras su paso por el Covent Garden, del 10 de diciembre al 4 de enero el Teatro Real acogerá una producción firmada por Damiano Michieletto que arroja una nueva luz sobre Carmen, la última ópera y obra maestra de Georges Bizet, basada en la novela de Prosper Mérimée.

En coproducción con la Royal Ballet and Opera de Londres y el Teatro alla Scala de Milán, contará con grandes voces como Aigul Akhmetshina y Charles Castronovo, y, al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real y los Pequeños Cantores de la ORCAM, Eun Sun Kim, que se convirtió –en 2010– en la primera mujer en dirigir una ópera en el Real, tras obtener el primer premio del Concurso Internacional de Dirección de Ópera Jesús López-Cobos en 2008.

Un galardón que llevaba aparejada, aparte de la dotación económica, la oportunidad de ejercer de asistente de López-Cobos en el Teatro Real durante dos años. "Me emociona volver: fue un tiempo fundamental para mi carrera, y también los mejores años de mi vida".

Kim llega a España para dirigir Carmen, una ópera que, como anticipó Chaikovski, es "una de esas raras obras destinadas a condensar al máximo todas las tendencias musicales de una época", y en la que, como en tantas otras, la protagonista sufre una muerte violenta. "Por qué muere Carmen" fue la pregunta de partida para Michieletto cuando comenzó a construir la dramaturgia de esta producción.

"En las óperas dramáticas la heroína siempre muere, ya sea porque está enferma, como la Traviata; porque se suicida, como Madama Butterfly; o porque es asesinada, como Carmen", reflexiona. "Y creo que es porque estas óperas han sido escritas por hombres".

Para apuntalar su teoría la compara con Jenufa, de Janácek, inspirada en una obra de Gabriela Preissová: "Ahí la protagonista enloquece, pero al final encuentra un cierto consuelo en el amor. Como mujer, no quieres que tu heroína muera, sino plantear la humanidad de otra manera".

Poderosa en su comunidad, pero también deseada y despreciada, Carmen –encarnada por Aigul Akhmetshina, y, en otros repartos, J'Nai Bridges y Ketevan Kemoklidze– puede ser provocadora, sincera, oscura o divertida. Es una mujer libre, no por mera seducción o desafío, sino porque vive sin pedir permiso. "Lo que me interesa de ella es su vulnerabilidad", dice Kim, "esa mezcla de valentía y fragilidad que a todos nos interpela".

La soprano Aigul Akhmetshina en un momento del montaje de 'Carmen' ideado por Damiano Michieletto. Foto: Camilla Greenwell / ROH

La soprano Aigul Akhmetshina en un momento del montaje de 'Carmen' ideado por Damiano Michieletto. Foto: Camilla Greenwell / ROH

Pero, como reconoce la directora "lo mejor de Carmen es la música". La partitura contrapone la energía rítmica de la obertura con el recurrente motivo del destino, que augura la muerte a través de cromatismos. En la Habanera, plagiada de un tema de Sebastián Iradier, Bizet despliega ritmos afrocubanos y una línea cromática descendente –eco de un flamenco más ligero y globalizado– para proyectar la sensualidad inestable y cautivadora, metáfora del amor libre, pero también de la protagonista.

Don José, interpretado aquí por Charles Castronovo y Michael Fabiano, es un soldado obsesionado con Carmen, pero siempre atado a su madre. "Es un niño que no ha madurado. La violencia contra las mujeres la ejercen hombres débiles, inmaduros, que no se responsabilizan de sus problemas. Y eso sigue siendo peligroso en 2025", insiste Michieletto. "Necesitamos aprender del pasado para poder avanzar", señala Kim, viendo en Carmen una opción para conseguir tal objetivo.

En esta producción, la historia cambia también por la aparición de un personaje silencioso añadido por Michieletto: la madre. "Si lees el libreto, ella nunca acepta que su hijo se haya hecho soldado en lugar de clérigo", apunta. Inspirada en Bernarda Alba, su figura castrante sigue a José desde el norte al sur de España y utiliza a Micaela para intentar traerlo de vuelta. "El verdadero contraste no está entre Micaela y Carmen, sino entre la madre –la tradición– y Carmen –la libertad–".

Michieletto sitúa esta Carmen en un área rural y provinciana. Podría ser Andalucía o cualquier otro lugar "remoto, rural, pobre, sucio y sudoroso, con un sol abrasador como en una película del Oeste". Cada cuadro escénico muestra un ámbito reducido, claustrofóbico, rodeado por un espacio abierto y desolador. "Buscamos el contraste entre escenas íntimas y las grandes escenas, como la del toreador".

La soprano Aigul Akhmetshina en un momento del montaje de 'Carmen' ideado por Damiano Michieletto. Foto: Camilla Greenwell / ROH

La soprano Aigul Akhmetshina en un momento del montaje de 'Carmen' ideado por Damiano Michieletto. Foto: Camilla Greenwell / ROH

Así, la comisaría que se alza en mitad de una plaza se transforma en un night-club, un barracón donde los contrabandistas guardan sus mercancías o la estancia donde los toreros se preparan para la corrida, con lo que le da un aire mediterráneo sin caer en los clichés.

Aun así, Carmen también obliga a mirar lo incómodo de frente. Como recuerda la etnomusicóloga Ioanida Costache, la protagonista encarna estereotipos proyectados históricamente sobre las mujeres de origen romaní.

"Carmen aparece retratada como una mujer descarada. Su música destila sensualidad… Eso encaja de lleno con el estereotipo de las mujeres romaníes como mujeres 'fáciles' o hipersexualizadas", apunta Costache, y recuerda que han sufrido históricamente un racismo estructural que incluye persecución, esclavitud, políticas de control, esterilización forzosa y una constante deshumanización.

Una contradicción que, para Michieletto, no debe ocultarse: "Carmen representa una libertad que, a los hombres, todavía en 2025, nos cuesta aceptar".

"Carmen representa una libertad que a los hombres, todavía en 2025, nos cuesta aceptar". Damiano Michieletto

Para el director, la elección del elenco es clave. "Es una suerte que Aigul y Castronovo sean tan valientes y fuertes. El público madrileño es afortunado de tenerlos en esta producción", afirma. Kim añade: "La ventaja es que hemos trabajado juntos muchas veces, conocemos muy bien la partitura y poner en común nuestra versión nos encanta".

Para ella, "la música necesita estar viva", y eso implica estar presente: "Atender al mismo tiempo a la orquesta, los cantantes, la luz, los movimientos... Hay veces que tengo que ser muy rigurosa, pero otras puedo ser más flexible". Michieletto explica que la ópera "es un trabajo de muchos. Necesitas escuchar, saber lo que quieres y elegir a la gente adecuada". La clave es "cuestionar la obra, pero también dejarse cuestionar por ella", y su intención es "dar a los cantantes una buena razón para cantar".

Carmen condensa debates aún abiertos: racismo, colonialismo, construcción del "otro", violencia y control del cuerpo femenino. Nada de eso está resuelto hoy. Verla obliga a mirar de frente nuestras dinámicas sociales y afectivas. Y en un mundo de grandes egos, el trabajo conjunto de una directora musical y un director de escena que dialogan con honestidad merece ser visto. ¿Le dará el público madrileño –y el milanés, cuando llegue a La Scala en 2026– esa oportunidad?