Gustavo Dudamel, en una de sus actuaciones. Foto: Paco Amate

Gustavo Dudamel, en una de sus actuaciones. Foto: Paco Amate

Música

Triplete del director Gustavo Dudamel en Barcelona

El venezolano arranca una gira que le llevará al Liceu, al Palau de la Música y a la playa de Sant Sebastià dentro de los actos de la Copa de América

26 mayo, 2024 03:15

Un importante acontecimiento va a tener lugar en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona a partir de este domingo: la presentación de Fidelio de Beethoven, una obra irregular y, a pesar de ello, absolutamente magistral, de la que decía el propio compositor: “De todos mis hijos, este es la que me ha costado los peores dolores, el que me ha causado más penas; pero por ello es también el más querido. Lo prefiero a todos los demás”.

Son manifestaciones de Beethoven a su amigo Anton Felix Schindler mostrándole la partitura de Fidelio en los últimos días de su vida. Es sorprendente cómo el músico se prendó de la historia del francés Jean-Nicolas Bouilly, que, por cierto, no la había inventado: era un caso real vivido por él como administrador oficial en Tours durante el terror, que contó en sus recuerdos (Mes Récapitulations, Louis Janet, París, 1836-37).

Para despistar ubicó la narración en España y en una época anterior. La protagonista de la historia era por tanto una persona real, una dama a la que el propio Bouilly reconocía haber ayudado para salvar a su marido. Un asunto que pusieron también en música antes de Beethoven Ferdinando Paër –Leonora, ossia l’amore coniugale, Dresde, 13 de octubre de 1804– y Giovanni Simone Mayr –L’amor coniugale, Padua, 26 de julio de 1805–.

En un par de lustros, Gustavo Dudamel ha recorrido un camino inmenso y ha ido creciendo en saber y gobierno

La compenetración de estilos de distinta naturaleza y diverso nivel, la alternancia de lo elevado o noble y lo bajo o vulgar (del que Shakespeare constituía el modelo en el drama hablado), como también las introducciones de las tramas trágicas –aunque por el momento sin conclusión realmente trágica–, se vinieron imponiendo, como ha dejado dicho Carl Dahlhaus, en la historia del drama musical.

La conciliación final en este tipo de obras no cancela el carácter trágico de la acción y el hecho de que los personajes sean en parte aristocráticos no cambia prácticamente nada el tinte burgués de tales trabajos.

Los estudiosos y musicólogos han mostrado su sorpresa cuando no su estupor o malestar ante la manera de proceder del de Bonn. También, su convencimiento de que precisamente por ello se abrían nuevos y promisorios caminos, seguidos más tarde por muchos operistas. Los detractores surgieron a poco del estreno.

Giuseppe Carpani, por ejemplo, afirmaba: “Una música que apenas permite asomos de un canto conciso y nítido, un canto que no es canto, sino voluntad interrumpida de canto”. Estaba todavía demasiado fresca la audición; no había perspectiva histórica. Beethoven ha sido de los compositores más incomprendidos por sus contemporáneos.

Son algunos de los rasgos relevantes de esta obra crucial y que serán observados en estas dos funciones liceístas que van a ofrecer además aspectos de curiosa peculiaridad a través de una propuesta semiescénica creada para público sordo y oyente. Se emplea el lenguaje gestual de la lengua de signos americana y se explora la comunicación sublime que radica en el corazón de toda expresión artística.

[¡Silencio, irrumpe Beethoven!]

El espectáculo está dirigido escénicamente por Alberto Arvelo, en colaboración con el Deaf West Theatre de Los Ángeles y el Coro de Manos Blancas de El Sistema de Venezuela. A ellos se añade la colaboración del Cor de Cambra del Palau de la Música dirigido por Xavier Puig, y el Coro del Gran Teatro del Liceu dirigido por Pablo Assante. La Orquesta, cosa importante, es nada menos que la Filarmónica de Los Ángeles. Un proyecto al que no le falta de nada.

Al frente de una nave tan poderosa y compleja se situará el venezolano Gustavo Dudamel (Barquisimeto, 1981), un ya casi viejo conocido en el Teatro de las Ramblas, donde ha actuado varias veces. La primera, en la temporada 2020/21 con Il trovatore.

En un par de lustros el joven músico ha recorrido un camino inmenso, tanto artística como territorialmente y ha ido creciendo en edad, saber y gobierno. Los propios de un superdotado, que ha alcanzado en muy pocos años una celebridad envidiable. Sin duda, por méritos propios, aunque impulsado desde el llamado “Sistema” de José Antonio Abreu.

Su gesto es trémulo, vibrante, vigoroso, de enorme vitalidad. La firme batuta es aladamente empuñada, en un permanente dibujo de claras anacrusas, con una segura batida que no pierde nunca el norte de las partes, diáfanamente perfiladas; un movimiento amplio y omnicomprensivo que viene impulsado por una permanente agitación del cuerpo y por el subrayado veloz y atosigante de la felina mano izquierda.

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Se cuenta con una compañía de canto repleta de nombres no demasiado conocidos, pero que sin duda habrán sido bien adiestrados. Hablemos de los muy principales.  Andrew Staples es un tenor lírico de no gran estuche, de tinte agradable, puede que algo falto de sustancia para una parte de tonos a veces heroicos.

Tamara Wilson es una lírico-spinto, más lo primero que lo segundo, que quizá clarea en exceso a partir del Sol agudo. Vibrato acusado. James Rutherford, Rocco, es un bajo-barítono de excelente encarnadura, de timbre recio y pastoso y dicción muy expresiva.

A su lado cantarán el bajo-barítono Shenyang (Don Pizarro), el tenor David Portillo (Jaquino) y la soprano Gabriela Reyes, voces de signo muy lírico. Se le espera también en el Palau de la Música el día 28 (con el violín de María Dueñas y Los Angeles Philharmonic), el 12 de julio en la playa de Sant Sebastià con la Sinfónica del Liceu con motivo de los actos de la Copa de América y, ya el año que viene, con un esperadísimo de West Side Story que protagonizarán Nadine Sierra y Juan Diego Flórez.