Kierkegaard, de Luplau Janssen (1902).

Kierkegaard, de Luplau Janssen (1902).

Letras

'Kierkegaard', el retrato de la "vida de provincias" del filósofo de la angustia y la seducción

La extensa biografía de Joakim Garff, publicada en danés hace 24 años, analiza la relación complejísima del filósofo con su incesante escritura.

26 mayo, 2024 03:15

¿Había oído usted hablar del “Siglo de Oro” de la literatura de Dinamarca? ¿No? Ese siglo es el XIX. Pero vamos a ver: ¿conoce usted al refinado hegeliano danés Johan Ludvig Heiberg y a su camarilla? ¿Y a Emil Ferdinand Boesen, Adolph Peter Adler, Jakob Peter Mynster o Hans Lassen Martensen? ¿Y qué hay del doctor y obispo de la Iglesia de Dinamarca Peter Christian Kierkegaard, “el disputador diabólico del Norte”?

Kierkegaard

Joakim Garff

Juan Evaristo Valls Boix. Tusquets, 2024. 960 páginas. 32€

Aquel que conozca a este último será, seguramente, lector de su juguetón hermano pequeño, el también teólogo evangélico Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855). En las 900 páginas de la híperdocumentada biografía de Joakim Garff (1960), Kierkegaard. El filósofo de la angustia y de la seducción, se relaciona a este con aquellas y otras muchas gentes de su siglo áureo en la pequeña Copenhague, en la que descollaron el protagonista, Hans Christian Andersen y (de una generación anterior) el escultor Bertel Thorvaldsen.

La filosofía, ante todo atenta a las ideas y a las doctrinas, es un ejercicio anacrónico: nada más natural que poner a debatir a un Leibniz con un Platón o a un Kant con un Heidegger. Acaso, los lectores de Temor y temblor, La repetición o La enfermedad mortal han colocado a Kierkegaard a dialogar en el Olimpo eterno... Pero, como Joakim Garff pone de manifiesto, la existencia efectiva y real de Kierkegaard (1813-1855) fue, de algún modo, una vida en provincias y si, entre todos sus contemporáneos, tuvo un interlocutor de rango universal (Andersen), aquel no lo estimó.

La vida local, municipal y espesa de Copenhague pasa por esta biografía (publicada en danés hace 24 años) en riada de nombres propios, creo que ignotos entre nosotros. Garff es teólogo y coeditor de las obras de Kierkegaard, pero aquí se propuso pintar un cuadro masivo, eruditísimo, de aquella Dinamarca en tiempos del romanticismo europeo.

Uno de los aspectos más interesantes de este no poco grueso volumen (traducido con pericia por Juan Evaristo Valls Boix) es contarnos fielmente la relación, complejísima, del filósofo con su incesante escritura, publicada o inédita. Buena parte del material con el que se construye este libro lo constituyen las entradas de diario, las anotaciones sueltas, las tachaduras y la correspondencia del genio. Uno de los episodios más célebres de su vida es su noviazgo truncado con Regine Olsen, aquí bien contado por Garff.

Uno de los aspectos más interesantes del libro es contarnos la relación de Kierkegaard con su escritura

Pues bien, en aquella ruptura del compromiso matrimonial pesó mucho la vocación de escritor de Kierkegaard. Él juzgó incompatibles las letras con la vida conyugal. Este flâneur solitario, maestro de la lectura en diagonal, se empleó por entero a la creación de inclasificables e influyentes ensayos, entre la psicología y la teología, sobre la angustia, el deseo erótico, la desesperación o la ironía, firmados con maravillosos pseudónimos. Son obras precursoras del siglo XX.

Con Garff, visitamos varias veces las lápidas del cementerio de Copenhague, Assistens: la burguesa familia Kierkegaard (de origen rural) sufrió numerosas tragedias. El admirable Garff nos informa de la afición del biografiado por las funciones del Teatro Real y por el pato al curry. Aquí sabemos de las caricaturas y ataques públicos contra Kierkegaard del periódico El Corsario. Al parecer, estas transformaron para mal su (siempre encorvada) imagen pública...

Los méritos de este armatoste son obvios, pero creo honradamente que con trescientas páginas menos, más brevedad en las citas y con más análisis filosófico de algunos hitos (¡Garff dedica cuatro páginas a El concepto de la angustia!) nos las hubiésemos apañado bastante mejor.