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Música

Kiko Veneno: “Nuestra sociedad desprecia la veteranía”

El cantautor se reinventa con ‘Sombrero roto’, un libro-disco con toques electrónicos y crítica social que presenta en Madrid

12 octubre, 2019 09:13

Del flamenco punk progresivo a la rumba pop costumbrista, son muchos los territorios que Kiko Veneno ha explorado en su larga carrera musical desde su debut con Veneno junto a Raimundo Amador hace más de 40 años. Este año el músico sevillano nacido en Figueras en 1952 ha publicado Sombrero roto, un libro-disco para el que se ha rodeado de “un buen equipo”, que para él es lo más importante a la hora de parir un nuevo proyecto. En la producción musical ha contado con Martín Buscaglia y Santi Bronquio, y también aparece por ahí la guitarra de Diego Pozo “Ratón”, de Los Delinqüentes, aunque en este disco la guitarra pierde peso en favor de bases electrónicas, teclados y sintetizadores, otro terreno que el músico ya exploró en los 80. En el libro, con textos manuscritos y collages, Adán López, el hijo de Kiko, cuenta la historia de amor de su padre con la música.

Sombrero roto, título del disco y de una de las canciones, está tomado de una de las canciones más recordadas de Veneno, “Los delincuentes”, y con esta alusión Kiko Veneno quiere decirle al mundo que a sus 67 años su sombrero sigue bien roto y que los rayos aún pueden entrar en su cabeza. Este sábado 12 de octubre lo presenta en concierto en la Sala But de Madrid.

Pregunta. Este disco suena a Kiko Veneno pero también con sonoridades nuevas. ¿Hasta qué punto quería darle un toque diferente?

Respuesta. Totalmente. A cada disco intento darle un toque distinto.

P. Tiene un toque electrónico, aunque no es la primera vez.

R. Ya hice bases electrónicas allá por 1982, cuando hice las canciones aquellas con Martirio y Raimundo Amador para CBS, como “El deportista por la ventana” o “Si tú, si yo”, o las de Frankenstein para el programa La bola de cristal. Yo lo primero que intento siempre es hacer un equipo bueno, que sienta la música y la arrope. En este disco hemos sido tres productores, Martín Buscaglia, Santiago Bronquio y yo, y han pasado muchos músicos por el estudio, los habituales de mi grupo y otros también. Es un trabajo de equipo y al que he dedicado mucho tiempo, he estado dos años dándole vueltas y haciendo muchas maquetas. De la canción “Chamariz” llegué a hacer nueve versiones, con distintos tonos, más rápidas, más lentas, con distinto estribillo… Tú te vas acercando a una idea, la vas barajando, la gente te da su opinión y todo eso te va llevando a un sitio en el que ves que todo encaja, porque esto son bolas que van cuesta abajo, van cayendo por un tobogán hasta el sitio que tienen que ir. En cuanto al uso de máquinas, yo siempre he tratado de acercarme a las sonoridades actuales. No puedes hacer las canciones como hace 30 años. Tienes que tener fe en ti mismo para pensar que con las técnicas de ahora te puedes acercar a un sonido más contemporáneo. La gente está pasando mucho de las guitarras y usando más las cajas de ritmos, los teclados y las automatizaciones.

P. Pero de momento se resiste al Autotune.

R. Eso es una moda pasajera que quita lo bonito del cante, que es la habilidad que tenga una persona para hacerlo. Si lo hace una máquina no tiene ningún valor, aunque eventualmente está gracioso. A lo que me refiero con lo de las máquinas es que cuando Miles Davis, por ejemplo, empieza a trabajar con máquinas de ritmos, algunos jazzistas se rasgaron las vestiduras. Lo que él consiguió nosotros hemos tratado de conseguirlo en este disco. Una máquina sola no hace música, para hacer aerobic puede valer, pero si le pones voces o, como Davis, una trompeta, la humanizas. Ya no domina la máquina si tú tienes ritmo, feeling, swing; consigues que la máquina deje de sonar como una máquina, la estás amaestrando.

P. El arquetipo de esa sonoridad actual hoy es Rosalía. ¿Qué tiene en común con ella, además de haber colaborado con Refree?

R. Nuestro amor por el flamenco. La conocí hace unos años y es una linda persona, muy inteligente, una gran artista. Canta como los ángeles. Hurgando más, tengo en común con ella que cuando empecé a trabajar con Camarón en 1978 para La leyenda del tiempo hice algo parecido a lo que ella hace de querer hacer algo nuevo con el flamenco. Yo reivindicaba el uso de máquinas que no existían todavía entonces, en ese sentido me veo reflejado en ella.

P. A ella la rodea una gran maquinaria de promoción y usted decidió autoproducirse todos sus discos desde principios de los 2000 por el trato que le dio su discográfica.

R. Ella tiene 25 años, es guapa y tiene un talentazo que no tengo yo. Cada uno tiene que aceptar lo que es y el tiempo que le toca vivir. Nuestra sociedad se construye a través de la publicidad y el consumo y desprecia a los mayores y la veteranía. En las tribus antiguas se consultaba a los viejos por sabios, hoy se les desprecia, son trastos torpes que no saben usar los aparatos. Pocos jóvenes piensan en ellos en términos de valía. “Qué voy aprender de este viejo si no sabe ni coger el móvil”. El que dice eso no sabe ni quién era Franco, no sabe ni diferenciar una patata de una coliflor. Eso sí, a la hora de quedarse cuidando de los niños no hay reparo en reconocer la veteranía y la experiencia de los mayores.

P. Este Sombrero roto toma su título de un verso de una de sus canciones clásicas, Los delincuentes: “Me quiero asegurar que mi sombrero está bien roto y los rayos pueden entrar en mi cabeza”. ¿Sigue queriendo recibir esos “rayos”, absorber estímulos e ideas por donde va?

R. Sí, se trata de iluminarse. Que te dé la luz de la vida, de la gente, de la naturaleza. Si quieres ver y estás abierto, aprenderás lecciones valiosas.

P. En este disco hay canciones para cada estado de ánimo. ¿Cuál es su estado de ánimo más habitual últimamente?

R. En este disco me he propuesto transmitir valores de alegría y entusiasmo, porque el indie español es buena música pero peca de excesiva melancolía. La música necesita un poco de garra, eso el flamenco lo entiende muy bien, y alegría, que no tiene por qué justificarse, estar vivo ya es motivo de alegría. Intento también dibujar el alma humana en todas sus variantes y claroscuros, con momentos de reflexión. Hay momentos más calmos y momentos más cómicos, pero no hay tristeza.

P. Pero “Ojalá” sí transmite cierta tristeza: “Ojalá no te pillen nunca en el centro comercial solo, con tus palomitas”...

R. Bueno, sí, la tristeza de reconocer la soledad del hombre frente al mercado. Antes nos reuníamos en las plazas, veíamos el sol, te cagaban las palomas y los niños se tropezaban y se echaban las rodillas abajo. Ahora nos vemos en centros comerciales con luces de neón y no sabemos dónde está el norte, ni el sur, ni el sol, pero nos sentimos seguros porque hay un guardia de seguridad. Eso es un paso atrás muy grande.

P. Dice que “lo que más dinero da es el miedo” y habla de los anuncios de alarmas como símbolo de la propagación de ese miedo.

R. El tráfico con el miedo es el valor que más cotiza, siempre al alza mientras que el dinero y la ambición de poder sean el baremo del mundo.

P. ¿Qué significa el “Yo quería ser español” en pasado que da título a esa canción?

R. Es una frase de mi hijo cuando era pequeño. Dijo: “Yo quería ser español y partir una naranja”, mientras jugaba con sus muñecos. Me pareció una frase poética. Las cosas que no tienen un significado claro están muy cerca de la poesía porque esta es también una forma de perversión del lenguaje para que deje paso a corrientes subterráneas de significado. En medio de la actual guerra de banderas, yo uso esa frase sin controversia política, en términos poéticos e infantiles. No me da vergüenza ser español ni tengo nada contra la bandera, lo que pasa es que lo español está pervertido porque el franquismo machacó cualquier posibilidad de entender que el catalán, el gallego, el euskera o el andaluz es español. El error ha sido no difundir el cariño por esas peculiaridades. Lo que tiene grande este país no son los cojones del caballo de Espartero, sino tener cinco idiomas y cinco paisajes muy distintos.

P. Su estilo ha marcado escuela en otros artistas posteriores como Los Delinqüentes, Muchachito Bombo Infierno o Juanito Makandé. ¿Sigue vive esa manera de entender la música, alejada de esa melancolía que comentabas antes?

R. Sí, sobre todo en Andalucía sigue viva esa alegría de cantar, con gente como El Kanka o Albertucho, que ahora se llama Capitán Cobarde. Tienen esa huella callejera, “tiraílla”, como decimos nosotros. No hay que pensárselo mucho, hay que cantar lo que te salga sin tenerle miedo a lo que está escondido.

P. ¿Es un buen momento para dedicarse a la música?

R. La música es más necesaria que nunca porque vivimos una gran regresión política, social y mental. Los valores están muy pervertidos, la gente anda por la calle sin escuchar ni mirar los árboles, los pájaros ni a las personas. Van mirando el móvil y pasan un montón de todo. Cosas como las que dice el alcalde de Madrid, que hay que salvar antes Notre Dame que el Amazonas, son grandes regresiones.

P. Quería decir profesionalmente, tal como está el sector. Por una parte el talento puede aflorar en cualquier plataforma, pero la industria ha cambiado completamente. ¿Es un buen momento?

R. Yo escucho la radio y la música no me da la vitalidad que me daba cuando era joven, lo siento. Son muñecos parlantes, hay una sobreproducción, una sobrecomprensión, un infantilismo en la melodía… Toda la parte más libre y más creativa, todo eso que se buscaba en los 60 y 70 no está, ahora todo es diáfano, vacío, basado en la imagen, no tiene alma. Yo le digo a la gente que cante y haga música de corazón, que hace falta. Nuestro corazón está necesitando esa caricia y esa melodía que la vida no nos puede dar en otros aspectos. ¿Qué nos puede salvar de la incuria esta que nos invade? La cultura, el arte y el cariño. Estamos desconectados de la naturaleza. Si queremos ser robots y destrozar el mundo, no veo la salida. Así que aconsejo a la gente intentar cambiar el mundo porque vamos a la mierda, pero mientras no lo pueda cambiar por lo menos que cante y haga cosas bonitas.