Image: Chailly lleva a Valencia  el Réquiem de Verdi

Image: Chailly lleva a Valencia el Réquiem de Verdi

Música

Chailly lleva a Valencia el Réquiem de Verdi

6 diciembre, 2013 01:00

Riccardo Chauilly dirigiendo la 'Novena' de Beethoven en el Palau de les Arts. Foto: Tato Baeza.

Los atriles de la Orquesta de la Comunidad Valenciana estarán presididos, a partir del próximo jueves, por el director italiano Riccardo Chailly. Su sabio magisterio interpretará el Requiem verdiano, un grito sincero al corazón de la humanidad.

No cabe duda de que el Requiem es una de las obras más memorables de Verdi, que pone claramente de manifiesto su arte compositivo y muestra su habilidad para casar lo sinfónico-vocal-coral con lo estrictamente operístico. Por eso su programación es permanentemente celebrada; más en estas fechas en las que se recuerdan los 200 años del nacimiento del autor de Busseto. Se espera lo mejor del concierto que los próximos días 12 y 13 llevará a los atriles de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, en el Palau de les Arts, esta monumental partitura, que será dirigida por Ri-ccardo Chailly, un maestro en plenitud que hace algunos años fue postulado como sustituto de Maazel ante aquel conjunto; operación finalmente malograda.

El director milanés (1953) lleva en sus venas esta música, que sabe recrear con la mayor de las naturalidades mediante el empleo de tempi vivos, de acentos fustigantes, de fraseos bien cincelados y de progresiones justamente construidas.

el secreto de la interpretación

Su batuta, siempre clara, de dibujo amplio y sinuoso, con idóneo subrayado rítmico, es de las más aptas para resaltar las múltiples líneas melódicas, los contrapuntos y los coros masivos que animan la composición, que requiere asimismo la mayor de las delicadezas y un manejo exquisito de las dinámicas; para iniciarla, por ejemplo. Chailly no es nada enfático y está en el secreto de la interpretación clara y sincera.

Algo que va muy bien a los pentagramas del Requiem, nacido por la necesidad de llorar la muerte de dos hombres a los que Verdi admiraba extraordinariamente: el operista Gioacchino Rossini -cuya muerte en 1868 fue el origen del Libera me- y el poeta y novelista Alessandro Manzoni. Detrás de ese sincero grito del corazón, de esta "interpretación hecha por un agnóstico del drama del día del Juicio Final, magnífica por su intensidad y por la compasión de su trágica visión de la condición humana" (Charles Osborne), hay un plan estructural y una organización perfecta y sabiamente medida por Verdi que, una vez más, supo aunar aquí de modo inseparable dos factores que lo hacen grande y caracterizan en buena parte y que José Luis Téllez ha resaltado oportuna y agudamente: proyección ciudadana y labor artística.

Secciones enteras e incluso movimientos completos están asignados a las cuatro voces protagonistas, a solo y en sus distintas combinaciones. Cuatro voces robustas que respondían a unas exigencias técnicas y expresivas muy claramente consignadas por el compositor, quien transformó las convenciones del canto tradicional cara al futuro en obra de arte. En el Requiem se mantiene un equilibrio entre los elementos vocales y sinfónicos; pero el aspecto lírico prevalece casi siempre; incluso la orquesta es a veces un factor que subraya esa vocalidad. Se precisan cuatro voces de excepción que, lamentablemente, hoy son muy difíciles de hallar.

Tienen buena pinta las que intervienen en estas sesiones valencianas, todas jóvenes, algunas ya conocidas en la plaza; como Carmen Giannattasio, una soprano lírica ancha, de bello esmalte, homogénea tesitura y excelentes maneras. Capaz de dibujar un pianísimo. Algo que le cuesta un poco más a la mezzo Veronica Simeoni, artista de raza, dotada de un instrumento poderoso aún en vías de depurar. El tenor, Giorgio Berrugi, que es también un magnífico clarinetista, posee un timbre penetrante y un lirismo de buen cuño. El prometedor bajo Liang Li, que cantará Ferrando de Trovador en el Palau, completa el cuarteto.