Image: Berganza

Image: Berganza

Música

Berganza

70 años de lecciones

10 marzo, 2005 01:00

Berganza. Foto: Iñigo Ibañez

La más celebrada mezzosoprano española alcanza el 15 de marzo su septuagésino aniversario. Coincidiendo con el evento, Deutsche Grammophon lleva a cabo un homenaje con el lanzamiento de su disco Brava Berganza!, al que se suma El Cultural con un análisis de su discografía.

Siempre se ha discutido acerca del registro vocal de Berganza: ¿soprano o mezzosoprano? No cabe duda de que Berganza poseía un timbre más bien claro, de corte lírico, aunque en un instrumento si bien no voluminoso, sí dotado de cierta anchura y muy extenso, capaz de emitir con carácter y apreciable robustez graves y agudos, incluido entre éstos el do 5. Ella se encontraba bien en esas zonas medias que abundan en la escritura de algunos papeles mozartianos y rossinianos. Y lograba, gracias a un inteligente enmascaramiento, sonoridades áureas, singularmente tersas y cálidas. Podríamos definirla quizá como una mezzosoprano lírica de agilidad o de coloratura.

Desde luego sus prestaciones en algunas partes rossinianas eran maravillosas. En donde había destacado una ilustre antecesora española, Conchita Supervía, de instrumento igualmente lírico y fácil, pero acompañado de un metal más penetrante, de un vibrato mucho más ostensible y de una expresión más desgarrada. En papeles destinados en principio a voces de contralto-coloratura -voz hoy inexistente-, como Rossina, Isabella o Angelina, Berganza no tuvo durante años parigual. La elegancia y precisión de las fioriture de la madrileña eran excepcionales. Como lo era su manera de encarnar a ciertos travestidos famosos: Ruggero de Alcina, Cherubino, o Sesto, a los que otorgaba una frescura, una emoción y una efusión siniguales. Personajes a los que estudió y pulió durante lustros.

Pero Berganza no se circunscribía solamente a esos repertorios. Desembarcaba con frecuencia en propuestas artísticas más modernas, y a veces arriesgadas. Como la de Carmen, que debutó en Glyndebourne en los setenta con Abbado. La cantante eliminó del personaje todo resto de superficial sensualidad y buceó en la psicología; con resultados sin duda discutibles, pero sorprendentes por la novedad.

Zarzuela y canción
La zarzuela, en la que participó activamente en su juventud en los estudios de grabación con magníficos logros, y la canción fueron territorios en los que penetró con decisión. En este último campo dio auténticas lecciones de bien decir y demostró cómo se puede expresar con finura lo más abiertamente popular. Se entregó en menor medida al mundo del lied, aunque en él consiguiera interesantes aportaciones; como su versión de Amor y vida de mujer de Schumann, ciclo que interpretó en Madrid al comienzo de su carrera.

Entre sus discos hay que mencionar en primer lugar sus registros mozartianos, en los que alcanzó cotas extraordinarias. Naturalmente, sus Bodas de Fígaro (EMI, 1976, con Barenboim), Don Giovanni (Zerlina; Maazel, Sony, 1979), Clemenza di Tito (Sesto; Kertesz, Decca, 1967; mejor que la posterior con Bühm, DG; 1979), Così fan tutte (Dorabella; Solti, Decca, 173-4). En este campo es excepcional el recital Decca, que recoge grabaciones de 1962, 1967, 1974 y 1985. Lo es también el dedicado a Rossini en el mismo sello, con registros más o menos coetáneos. Sensacional El barbero de Sevilla (Rossina, Abbado, DG, 1971) y espléndidas sus aportaciones en La cenerentola (Angelina; Abbado, DG, 1971) y La italiana en Argel (Isabella, en maravilloso estado vocal; Varviso; Decca, 1963).

De primerísimo orden es su Alcina de Haendel, planteada por Bonynge sin demasiada exquisitez estilística (Decca, 1962). Apuntemos también, en una rápida y urgente ojeada, Don Quijote de Massenet (Dulcinea; Plasson;EMI, 1992), con la voz algo agostada, y La Périchole de Offenbach, un estupendo estudio de personaje (Plasson; EMI, 1981). Y dos partituras muy conectadas entre sí: el Stabat Mater de Pergolese (con Freni; Gracis; Archiv, 1966) y Pulcinella, en la que Stravinski recreó músicas de aquél (Abbado; DG, 1978).

En el campo de la canción, señalemos en primer término un álbum de dos discos de DG, en el que se recopilan varios siglos de canción española, con piano y con guitarra (Lavilla y Yepes; 1974-76). Recientemente Ambroisie ha editado un disco, en el que la cantante interpreta páginas de Falla, Granados y Guridi junto al Conjunto de chelos que dirige Arizcuren. Como nada desdeñables, las versiones que ha grabado con Requejo al piano de Amor y vida de mujer de Schumann y El rincón de los niños de Musorgski (Claves, 1982). Hoy es difícil localizar reediciones de las numerosas zarzuelas de los años cincuenta, algunas de ellas con Argenta, en las que Berganza era todo fuego y pasión.