Image: Oleanna, humanidad sin máscaras

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Escenarios

Oleanna, humanidad sin máscaras

6 septiembre, 2017 02:00

Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez durante una de las discusiones de la obra

Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez interpretan en el Teatro Bellas Artes bajo la dirección de Luis Luque este turbador montaje de David Mamet, donde el dramaturgo estadounidense explora los límites de nuestra corrección social y nuestro instinto de supervivencia.

"Hemos hecho un trabajo quirúrgico para descubrir lo que encierra este texto más allá de todo lo que se ha hablado, de todas las etiquetas que se le han colocado y de esa estela de polémico, hemos querido ir más allá y descubrirlo de nuevo desde nuestra visión del año 2017", afirma Luis Luque sobre la versión de Oleanna que dirige desde esta noche en el Teatro Bellas Artes. Una auténtica declaración de intenciones, pues si algo no le falta precisamente a este montaje ni a su autor, el estadounidense David Mamet, es polémica y controversia.

Durante su estreno 1992, coincidiendo con un juicio que conmocionó a Estados Unidos (la denuncia contra el juez Thomas, candidato al Tribunal Supremo, por acoso sexual a una profesora universitaria), se vivieron episodios de tensión llegando incluso a volar puñetazos en el vestíbulo del teatro tras la representación. Además, algunos sectores de la sociedad estadounidense, especialmente colectivos feministas, acusaron al autor de oportunista, misógino y machista, y de no implicarse personalmente. Mamet se defendió alegando que como autor dramático no tenía ninguna responsabilidad política: "Soy un artista, escribo obras, no propaganda política. Si buscan soluciones fáciles, enciendan la televisión. Yo no tengo respuestas", arguyó.

Sin embargo, la obra de Mamet arranca con una premisa muy sencilla. Carol, interpretada por Natalia Sánchez, es una estudiante universitaria que llega al despacho de su profesor a pedir que le suba la nota de una asignatura que no puede permitirse suspender. Comienza así un encarnizado debate con su profesor, John (Fernando Guillén Cuervo), en el que comienza a desarrollarse un evidente conflicto de poder, tal vez uno de los temas más sugestivos y más utilizados en la dramaturgia. Pero la desigual lucha entre la eminencia y la tímida muchacha, comienza a voltearse cuando ella, quien aparenta fragilidad, va ganando el control de la situación hasta tomar las riendas gracias a una acusación capaz de arruinar la vida del docente. Pero dentro la trama de Oleannasubyacen otros temas, como el acoso sexual, la hipocresía del lenguaje políticamente correcto y, sobre todo, la gran dificultad del ser humano para comunicarse.

"No dejamos de preguntarnos cómo tras 25 años, con las nuevas tendencias imperantes a nivel social y de comunicación, esta obra mantiene su vigencia y estos temas sigen siendo de rabiosa actualidad", asegura Guillén Cuervo. Pero lo cierto es que Mamet (y en este caso Luque), se limita, a la manera del teatro clásico, sin mayores artificios escénicos, a poner una situación, desarrollar dramáticamente una acción. ¿De dónde nace entonces nuestro desasosiego e incertidumbre? "Mamet nos provoca al poner el arma ejecutora en manos del débil, de Carol", explica Luque, "que al ver cómo es explotada su debilidad es implacable con John y utiliza los cauces que le ofrece el sistema para cargárselo, para, por lo menos, quitarle esa máscara de progresista de boquilla que cuando ve que puede perder su estatus, su lugar social, se entrega al instinto de conservación, un instinto que no conoce reglas sociales ni conciencias políticas".

La lucha de poder entre John y Carol dinamita los límites de nuestra corrección social

Así poco a poco, jugando al despiste e invirtiendo los papeles entre cazador y presa, se va revelando la verdad oculta que Mamet quiere transmitir: que estos dos personajes están equivocados y que al mismo tiempo llevan razón. "Es que la vida es así", asegura el actor. "Mamet ahonda, no escribe líneas rectas ni calzadas romanas, sino laberintos y bosques, y nos mete en un mundo de muchas tonalidades de grises donde los personajes navegan durante toda la función entre sus propios vicios, virtudes y contradicciones". Para el director, "ponerte en las manos de Mamet es muy turbador porque te obliga a no tomar partido, no hay buenos y malos, y esa no etiqueta, ese no juicio, es el que te provoca, porque te obliga a asumir que muchas cosas establecidas no tienen una base tan sólida como pensamos. Hoy en día ser honesto e integro es muy complicado, y eso lo ve Mamet y te lo pone en la cara".

Es decir, ambos son buenos y a la vez malos, algo intolerable para una sociedad con bloques morales absolutos y engañosamente binarios. En definitiva, Mamet advierte de que no hay respuestas concluyentes que esperar. Sin embargo, para actor y director, ambos personajes son víctimas de una pregunta que plantea el espectáculo: ¿hasta dónde seríamos capaces de llegar para alcanzar la cima? "Los dos personajes se encuentran en una ascensión hacia la prosperidad, en la que estamos un poco todos. Las sociedades occidentales te obligan a tener éxito porque si no te conviertes en un fracasado, y en ese camino hacia el éxito podemos dejar muchos muertos en la carretera", reflexiona Luque. "Realmente, tanto John como Carol son víctimas de sus alas quemadas, de sus instintos básicos, de conservación, de los estímulos tribales, en pleno apogeo en nuestra sociedad, donde hay un resurgimiento de lo tribal muy antievolutivo. Por esos resquicios comunes se cuela Mamet", apunta Guillén Cuervo.

Pero, aunque el mensaje de Mamet haya envejecido estupendamente por su carácter atemporal, también hay aspectos de su obra que a día de hoy son más pertinentes si cabe, como su crítica y ridiculización de lo políticamente correcto, que, en la actualidad, para Guillén Cuervo, "se ha convertido en un cáncer social, mediático y estructural. La retórica y la dialéctica alcanzan unos grados de perversión inimaginable. Navegamos permanentemente en lo políticamente correcto hasta casi desdibujarse la propia realidad, todo es justificable", opina el actor. Quien también desvela que en esta versión han actualizado algo la visión del machismo. "Hemos equilibrado un poco esa respuesta de Carol que fue mal entendida en su momento por las circunstancias que rodeaban al estreno. Su manera de actuar no es la venganza maquiavélica de un ser perverso, sino una respuesta contundente a un machismo latente, una línea roja ante este machismo de goteo y normalizado que a veces, aún ahora, no consideramos peligroso, pero que es el caldo de cultivo del machismo de mucha más gravedad".

Pero más allá de este reajuste contemporáneo, ninguno de los dos quiere, ni quizá pueda, posicionarse, sino que hacen suya la visión del teatro de Mamet, donde el compromiso puede nacer de la falta del mismo, de simplemente agitar a la sociedad. "Creo que precisamente en este caso no posicionarse, desnudar y desenmascarar a dos mamíferos con su instinto de conservación, es en sí mismo la provocación", opina Guillén Cuervo. Por su parte Luque, demuestra estar de acuerdo. "El buen teatro es el que lanza una pregunta al espectador, y nosotros, director y actores no debemos contestar ese interrogante, sino dejarlo en el patio de butacas para que el público se vaya con él y pueda descubrir que, en el fondo, todos somos muy parecidos".