Un fotograma de la película 'La frontera', película dirigida por Judith Colell

Un fotograma de la película 'La frontera', película dirigida por Judith Colell

Cine

'Frontera': la desconocida historia de los pirenaicos que se jugaron la vida por los judíos que huían del nazismo

Judith Colell refleja el heroísmo de unos catalanes que en plena II Guerra Mundial escondieron a judíos y refugiados del nazismo jugándose la vida.

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¿Hasta qué punto el régimen franquista fue "neutral" o "no beligerante" durante la Segunda Guerra Mundial? Como vemos en Frontera, la aún reciente dictadura colaboró con los nazis que le habían ayudado en la guerra civil y, al mismo tiempo, hizo la vista gorda permitiendo que unos 30.000 judíos escaparan del Holocausto (la mayoría hacia América).

Sin embargo, esa permisividad inicial se fue endureciendo a medida que Hitler apretaba las tuercas. Lo cuenta la cineasta catalana Judith Colell (Sant Cugat, 1968) en Frontera, en la que aborda la gran tragedia del Holocausto desde un rincón insólito como los Pirineos.

Allí, en pleno 1943, cuando el nazismo iniciaba su retroceso pero aún resistía, Franco dio la orden de no dejar pasar ni un hebreo por la frontera. El protagonista de la película, Manel Grau (Miki Esparbé), funcionario con pasado republicano y mala conciencia por haber desertado, se alía con una vecina del pueblo, Juliana (Bruna Cusí), y un "pasador" francés, Jérôme (Kevin Janssens), para contravenir las órdenes.

Explica Colell: "Lo primero que me sorprendió es que yo tampoco sabía nada. Toda la vida he veraneado en Sort, en el Pallars, y allí había visto siempre un edificio llamado 'prisión-museo'. Pensaba que era un vestigio de la guerra civil… hasta que descubrí que era la prisión donde encerraban a quienes cruzaban las montañas huyendo del nazismo".

Prosigue la directora de películas como 53 días de invierno (2006) o 15 horas (2021): "Y estamos hablando de 80.000 personas, una cifra monumental. Investigando encuentras historias tremendas, incluso grotescas: como la de una señora gallega, amiga de Carmen Polo, muy franquista, a la que Hitler no le caía bien, y que decidió ayudar a los refugiados vistiéndolos de curas y monjas, imponiéndoles un 'voto de silencio' para que nadie notara que no hablaban castellano".

"Había personajes así, bondadosísimos", cuenta la directora, pero "también otros que aprovechaban para robar joyas y diamantes escondidos en los abrigos".

Ya se sabe: las guerras sacan "lo mejor y lo peor de cada uno" y en un mundo como el actual, donde la tragedia sigue viva, la situación de los refugiados no es tan distinta a entonces.

Como dice Colell: "A mí me interesaba mucho hablar del presente. Hoy también hay miles de personas cruzando fronteras, lanzándose al mar, huyendo de guerras y hambre. Y ocurre lo mismo: hay quien ayuda por bondad, quien levanta muros y quien mira hacia otro lado diciendo 'no es mi problema'".

En la película asistimos al viaje interior de Grau, que de la indiferencia pasa al compromiso. "Y luego están los que ayudan porque algo hace clic: una frase, un gesto, la súplica de un niño. En Frontera, cuando Manel escucha a su hija decir 'nos van a matar', se despierta algo en él. Es un hombre que desertó, que lleva una culpa encima… y de pronto encuentra la oportunidad de actuar según los ideales que abandonó".

La directora no ha querido hacer una "película de la guerra civil" con buenos y malos, sino encontrar la complejidad moral en todos los personajes. Las ansias de Grau por ayudar a judíos que escapan de una muerte pavorosa en cámaras de gas chocan con la prudencia de su mujer.

"Ella no es mala. Es alguien que ha asumido que perdieron la guerra y que viven donde pueden vivir. Dice: '¿Me gusta vivir aquí? Tranquila'. Y es sincera. Pero luego, cuando aparece la posibilidad de volver a sentir que lucha por algo, también se lanza sin pensarlo. Esa ambivalencia define muy bien lo que puede despertar una guerra: terror, sí, pero también un horizonte moral", explica Colell.

Como explicó Agustí Villaronga (a quien está dedicada la película) en la ganadora del Goya Pa negre (2010), ambientada también en la inmediata posguerra en la Cataluña rural, en los pueblos las diferencias ideológicas y las viejas rivalidades están a flor de piel en comunidades pequeñas.

En Frontera no hay buenos ni malos, y también hay catalanes franquistas: "En cualquier guerra civil –y lo vemos en los Balcanes– las zonas rurales generan microcosmos donde estás obligado a convivir cada día con quienes tomaron decisiones opuestas".

Prosigue la directora: "Había gente que habló siempre catalán y era franquista. Había de todo: convencidos, oportunistas, supervivientes que se adaptaban al que ganase, gente que se camuflaba para no morir. Muchos catalanes profundamente catalanes fueron franquistas. Muchísimos. Se olvida a veces".

Frontera, sin dejar de mostrar la dureza del tema, se plantea como una película de género que busca la complicidad del espectador con giros y sorpresas. Explica Colell: "Me interesaba que la llegada de los refugiados funcionase como en los wésterns clásicos: un extraño que irrumpe en un lugar aislado donde todos se conocen y conviven con tensiones soterradas".

Todo ello, en ese Pirineo agreste y bellísimo en el que un lado u otro de la frontera significaba la vida o la muerte. Dice la directora: "El paisaje es un personaje más. El Pallars y la Val d'Aran tienen montañas enormes, muy violentas visualmente. Dan claustrofobia, miedo, sensación de que algo se esconde detrás de cada ruido".

En su retrato poliédrico de la época –el republicano con mala conciencia, el alcalde franquista y codicioso, la rebelde que se juega la vida– destaca que ninguno de esos refugiados judíos tome protagonismo. Dice Colell: "Porque la historia que conocemos –por tradición oral y documentación– es la del pueblo que recibe y de cómo reaccionaban sus habitantes.

Contar la historia desde el punto de vista de los que cruzaban sería otra película. Y sería entrar en un territorio de apropiación cultural: yo no me siento legitimada para hablar en primera persona de un sufrimiento que no forma parte de mi herencia directa".