Joachim Trier estrena 'Valor sentimental': “Los directores somos una mezcla  de capitán y poeta”

Joachim Trier estrena 'Valor sentimental': “Los directores somos una mezcla de capitán y poeta”

Cine

Joachim Trier estrena 'Valor sentimental': "Los directores somos una mezcla de capitán y poeta"

El noruego, que triunfó con 'La peor persona del mundo', apunta a los Oscar con un filme que explora la relación de un cineasta entrado en años y su hija, actriz de teatro.

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El gran cine, el que ama a sus personajes, deja que los actores nos deslumbren buscando la verdad y persigue la emoción para que el espectador salga con un nudo en el estómago, reflexionando, sigue vivo. Lo demuestra Joachim Trier, devoto confeso del gran maestro Ingmar Bergman y del japonés Yasujiro Ozu, a quienes ve como las dos caras de una misma moneda.

De nacionalidad noruega, pero nacido en Dinamarca en 1974 en el seno de una familia de cineastas, el director presenta Valor sentimental, una película que remite a su propia biografía, pues, como el protagonista, él también es descendiente de supervivientes del Holocausto.

El eje del filme es la compleja relación entre Gustav (Stellan Skarsgård), un director de cine entrado en años, y su hija Nora (Renate Reinsve), actriz de teatro. Tras unos años sin rodar, Gustav pretende sacar adelante una película muy personal en la que supuestamente quiere abordar la experiencia de su propia madre.

Espera que el papel lo interprete Nora, con la que mantiene una relación difícil debido a su prolongada condición de padre ausente. Ante la negativa de ella, Gustav convence a una actriz de Hollywood (Elle Fanning), a quien “disfraza” para que se parezca a su hija.

Autor de filmes memorables como Oslo, 31 de agosto (2011) o La peor persona del mundo (2021), un gran éxito internacional con dos nominaciones al Oscar, en Valor sentimental, que se hizo con el Gran Premio del Jurado en Cannes, un viejo caserón familiar se convierte en símbolo de la fragilidad de unas relaciones marcadas por el abandono, los silencios y la ambición artística.

Pregunta. ¿Hasta qué punto Valor sentimental es una autobiografía?

Respuesta. Hay una parte autobiográfica, pero no es mi vida. Soy muy diferente a Gustav; creo que más amable y muy distinto en la manera de trabajar como director. Utilizo mis propias experiencias para crear ficciones, pero es importante mantener cierta distancia.

»Mi abuelo (Erik Løchen) también estuvo en un campo de concentración por sus actividades en la resistencia antinazi. Lo conocí cuando tenía nueve años. Él fue músico de jazz y cineasta; creo que hizo sus películas para superar esos traumas. En realidad, es un cumplido que mis películas parezcan autobiográficas, porque significa que se perciben personales.

P. La compleja relación entre el padre director y la hija actriz explora las posibilidades del arte para facilitar una reconciliación. ¿El arte puede ser una sanación?

R. Uno de los motivos por los que me interesa el cine es porque es la forma artística de la memoria. Valor sentimental explora también cómo la memoria cambia a lo largo del tiempo. En este sentido, el propósito del arte no siempre está claro, pero puede facilitar una reconciliación.

P. Gustav no es un protagonista fácil. Busca la redención, pero le cuesta mucho empatizar. ¿Representa a una generación en la que los hombres lo tenían más difícil para expresar sus sentimientos?

R. Es una generación de hombres que creció después de la guerra y que tuvo que callar muchas cosas. Esa represión tuvo un precio. No pudieron hablar de ese trauma. No lo estoy justificando; también es un hombre bastante soberbio y egocéntrico. Creo que él quiere sinceramente reconciliarse con su hija, aunque sea de manera torpe.

»Surge una paradoja: en sus películas sí es capaz de expresar emociones bellas y sinceras. Ella, por su parte, tiene perfecto derecho a querer evitarlo. En el fondo, son dos personas que se parecen mucho. Ese es un problema muy importante en su relación.

Stellan Skarsgard y Elle Fanning. Foto: Kasper Tuxen Andersen

Stellan Skarsgard y Elle Fanning. Foto: Kasper Tuxen Andersen

P. Gustav pertenece a un mundo en el que el director de cine podía hacer el papel de “genio” y maltratar a la gente. ¿Esa era ya ha terminado?

R. Por suerte, sí. Me cuesta entender esa manera de trabajar. Como director eres una mezcla entre capitán y poeta. Hay un momento en el que tienes que ponerte firme, en el que tienes que decir “venga, hagamos esto” y poner orden. Me preocuparía mucho, pensando en un director joven, que creyera que la manera dictatorial es la mejor forma de hacerlo.

»Mi metodología es la contraria: trato de establecer una conexión con los actores, confiando, hablando mucho, para que puedan llegar a ciertos lugares porque confían en mí. Siento mucho respeto por los actores en el set, por su vulnerabilidad. Me gustan directores como Almodóvar. Que repita muchas veces con los mismos actores significa que están cómodos con él.

P. Gustav intenta convertir a una estrella del cine americana en una copia exacta de su hija. ¿Fue Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958) una referencia?

R. Sin duda. Esa es una película que gusta mucho a los cineastas. Trata un tema fundamental sobre la creación: en el momento en que replicas algo, siempre lo estás manipulando y nunca será igual al original.

P. Gustav se desespera porque su película no tiene garantizado el estreno en salas. ¿Es un hombre “chapado a la antigua” o reivindica su obsesión por la pantalla grande?

R. Un cineasta tiene que ser optimista, como Gustav, y me solidarizo con que quiera seguir creando para la pantalla grande. Netflix está produciendo algunas buenas películas; el problema es que no las estrena en cines, o muy poco. Llevo a mis hijas al cine con frecuencia. Ves a los niños en la sala, su excitación, y te preguntas: ¿qué pasaría si se las quitaran? No es tan fácil.

»El cine sobrevivirá porque hay mucha gente a la que le gusta ver películas. Ese público seguirá estando; quizá haya que hacer proyectos más baratos, de otra manera, pero sobrevivirá por los que aman el cine.

P. Bergman aparece en su filmografía como una referencia esencial. ¿Qué puede contarnos sobre su huella?

R. Bergman es un director que no idealiza las relaciones humanas, las muestra en toda su crudeza. Su uso prodigioso del primer plano le permitía alcanzar lugares muy incómodos de nuestra naturaleza. También nos muestra que la cámara puede captar a una persona en una intimidad brutal, pero siempre habrá un misterio que se le escapará.

»Por otra parte, siento la influencia de Ozu, la forma en que hacía películas a una escala muy humana, con una gran calidez hacia sus personajes.

P. Parafraseando su famosa película: ¿todos somos “la peor persona del mundo” nos guste o no?

R. Sí, por supuesto. Cualquiera que tenga un poco de conciencia va a tener esa sensación en muchos momentos de su vida. Los seres humanos podemos hacer cosas terribles, pero al mismo tiempo hago películas porque quiero a los seres humanos, me gustan y también creo en ellos.