El grupo virtual de HUNTR/X, protagonistas de 'Las guerreras k-pop'. Foto: Netflix.

El grupo virtual de HUNTR/X, protagonistas de 'Las guerreras k-pop'. Foto: Netflix.

Cine

'Las guerreras k-pop' y el éxito de las divas virtuales, la película más vista en la historia de Netflix

Desde su estreno a principios de junio en la plataforma roja, el filme de Maggie Kang y Chris Appelhans ha superado las 236 millones de visualizaciones y desbancado a 'Alerta Roja'.

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"Salió a la disco a bailar, una diva virtual ¡Uh! Chequea cómo se menea", decía un incomprendido Don Omar a comienzos de la década del 2010. En ese momento nadie hubiese dicho que el avance de la cultura oriental y la tecnología digital posibilitarían que Las guerreras k-pop, una película protagonizada por tres artistas incorpóreas, se convirtiese en el largometraje más visto de la historia de Netflix.

La plataforma de streaming, siempre muy opaca con sus cifras de audiencia, ha confirmado que el filme de animación, dirigido por Maggie Kang y Chris Appelhans, ha batido el récord de visualizaciones de Netflix anteriormente sostenido por Alerta Roja. Desde su estreno en junio de este año, Las guerreras k-pop ha sobrepasado ya los 236 millones de visionados, una cifra que no dejará de aumentar.

Ellas son HUNTR/X, una girlband virtual de k-pop (pop coreano) que ha traspasado las fronteras de su propia ficción y ha conseguido ser un fenómeno mundial tanto en el cine como en la música. Los temas de Rumi, Mira y Zoey —las 3 integrantes virtuales de la banda— se han convertido en la primera banda sonora con cuatro canciones simultáneas en el top 10 del Hot 100 (La lista de éxitos semanales de Billboard). Además, su mayor hit, Golden, repite en el número uno y ya acumula más de 430 millones reproducciones en Spotify.

Por el día se dedican a las tareas propias de cualquier superdiva del k-pop: cantan, bailan y hacen vibrar a sus miles de fans, dentro y fuera de la película. Pero por la noche, Rumi, Mira y Zoey se dedican a otros asuntos que competen no solo el deleite de la humanidad, sino también su salvaguarda: cazar demonios al son de la música.

Detrás de su colosal estrellato existe un abanico de razones. Desde una animación 3D orgánica y perfecta para brillar en los grandes momentos de acción, donde la violencia y la armonía de sus coreografías van al ritmo de una banda sonora frenética y adictiva, hasta las nuevas tendencias de consumo y los vaivenes culturales de un mundo cada vez más globalizado.

Pero el bombazo también ha desbordado al cine desde casa, la semana pasada, Netflix posicionó a las superestrellas del k-pop a la cabeza de la taquilla americana con su edición karaoke, una forma de encauzar a su audiencia sedentaria hacia las salas. El método ha funcionado a las mil maravillas y ha generado alrededor de 18 millones de dólares en tan solo un fin de semana.

A pesar de su título, actores y la naturaleza de la historia, Las guerreras k-pop (Kpop demon hunters) es un producto tan hollywoodiense como comercial, fruto de una jugada por parte de Sony Pictures que está generando debate en la Meca del cine.

Según The Hollywood Reporter, en 2021 el titán audiovisual estadounidense firmó un acuerdo con Netflix para producir películas destinadas directamente al streaming, una apuesta segura para conseguir financiación de la plataforma roja a cambio de ceder una parte de su parcela e independencia en la industria.

Parece que el mal estado de la animación americana desde la pandemia, véase el reciente bofetón de Pixar con Elio, inclinó la balanza para que Sony tomase 125 millones de dólares por parte de Netflix para así sufragar los gastos de la producción. Una relación simbiótica que, según The Hollywood Reporter, está en vías de ampliarse con las negociaciones entre ambos mastodontes del audiovisual para llevar a cabo una segunda entrega del exitazo.

Alrededor de Las guerreras k-pop orbitan dos fenómenos que han sabido salir de la periferia cultural y abrirse camino hacia el mainstream: el k-pop y los artistas virtuales. Del primero pocas cosas hay que decir que no hayan mostrado ya los hechos. Este verano dos grupo coreanos, Stray Kids y Blackpink, desbordaron el Metropolitano de Madrid y el Olímpico de Barcelona con sus mareas de fans.

Aunque el segundo parezca una idea propia del siglo XXI, el origen de los artistas virtuales comenzó en la mente de Ross Bagdasarian y su creación de Alvin y las Ardillas en 1958 —que luego tendrían una segunda vida con su adorable adaptación cinematográfica del 2007—. Canciones como Witch Doctor o The Chipmunk Song, compuestas a base de los primeros sintetizadores de los 60, hicieron que estos pequeños y cantarines roedores ganasen en cinco ocasiones un premio Grammy.

El Sugar Sugar de The Archies también salía de las cuerdas y la garganta de unos dibujos animados nacidos en El Show de Archie y sus amigos y ya ni decir la mítica banda de Damon Albarn, y no hablo de Blur, sino más bien de 2-D, Noodle, Murdoc Niccals y Russel Hobbs, o lo que es lo mismo, Gorillaz.

Dentro del mundo de las divas virtuales, más propio de la cultural oriental, el precedente de Las guerreras k-pop lo asienta la artista de Vocaloid —un programa informático de síntesis de voz capaz de cantar— Hatsune Miku y, años más tarde, lo consolida K/DA, el grupo compuesto por cuatro personajes del videojuego League of Legends.

A medida que avanzan los días, las posibilidades de que el tsunami musical de Netflix llegue a la taquilla española con su versión karaoke se multiplican. No es nada descabellado afirmar que los kpopers , quienes se agolparon este verano a las puertas de los estadios, podrían protagonizar un nuevo hito del fenómeno fan esta vez en las salas de cine.