
José Luis Borau, en el discurso de las 'manos blancas' en los Premios Goya de 1998. Foto: Pipo Fernández
José Luis Borau, el cineasta incomprendido entre el sueño americano y la España carpetovetónica de 'Furtivos'
El documental 'Borau y el cine', dirigido por Germán Roda, homenajea la trayectoria del director, uno de los impulsores de la nueva ola del cine español.
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José Luis Borau (1929-2012) tuvo el oficio que siempre quiso tener. El que decidió con 12 años, después de ver a Imperio Argentina en Nobleza baturra (1935) en el cine Doré de Zaragoza.
Las pocas propinas que le daban sus padres para coger el tranvía, se las gastaba en películas. Pronto llegó el Technicolor de Hollywood y el cine, el único atisbo de vida frente a la grisura del franquismo, le inflamó de sueños.
Ser cineasta forjó su carácter, obstinado, caprichoso, incluso infantil, y configuró su mirada, curiosa, burlona y con un afán arqueológico por descubrir y rescatar la historia del séptimo arte.
Borau y el cine, dirigido por Germán Roda, homenajea la singular trayectoria del director de Furtivos (1975), recreando escenas de su infancia como espectador, al estilo de Cinema Paradiso, y contando tanto sus éxitos como sus fracasos, a través de testimonios de compañeros y amigos de la industria cinematográfica, como Icíar Bollaín o Miguel Rellán.
Aun así, su legado, sostiene en el documental Carlos F. Heredero, crítico de cine y autor de Iceberg Borau: la voz oculta de un cineasta (ECAM, 2024), “trasciende la historia del cine español y se inserta de lleno en la historia de España del último cuarto de siglo XX”.
Presidente de la Academia de cine (1994-1998) y profesor de toda una generación de cineastas, Borau siguió la estela de Berlanga y Saura en la Escuela Oficial de Cine de Madrid, buscando renovar el apolillado audiovisual español al estilo de la nouvelle vague francesa.
Sin embargo, no se subió de inmediato a esa nueva ola como sí hicieron Mario Camus o Basilio Martín Patino.
Antes se curtió aceptando películas por encargo (Brandy, 1963), rodando publicidad y escribiendo guiones –ninguno con tanto reconocimiento como Mi querida señorita (1972), dirigida por Jaime de Armiñán– hasta tener la holgura económica para fundar su productora y desarrollar proyectos propios, con el riesgo que conlleva. “Solía decir: ‘Yo me lo guiso, yo me lo como y a mí se me indigesta’”, recuerda Bollaín.
Borau quiso rodar una película intrínsecamente española para que nadie le acusase de hacer cine de Hollywood
A Borau la denominación de cine de autor “le daba un poco de vergüenza”, confiesa él mismo en una grabación recogida en el filme, pero apostó por películas como la ambiciosa y fallida Hay que matar a B (1974), demasiado norteamericana para la crítica.
Para resarcirse, quiso rodar una cinta intrínsecamente española, “carpetovetónica”, para que nadie volviese a acusarle de hacer cine hollywoodense.
Contó con Manuel Gutiérrez Aragón, amigo y alumno, como guionista, y Furtivos, ese drama freudiano que reflejaba la crispación del tardofranquismo, se salvó de la censura en España y arrasó en Europa y Estados Unidos, donde Borau disfrutó su particular sueño americano, viviendo durante una temporada en Los Ángeles y filmando Río abajo (1984).
Luego llegaron las incomprendidas Tata mía (1986), Niño nadie (1997) y Leo (2000). El documental, que se estrena este viernes en salas, muestra cómo, a pesar de que siempre fue un intelectual, Borau reivindicó por encima de todo el placer del cine y nunca dejó de perseguir ese fulgor que le deslumbró de niño.
Borau y el cine
Dirección y guion: Germán Roda
Año: 2025
Estreno: 27 de junio