
Halina Reijn y Nicole Kidman, en el rodaje del filme
Halina Reijn recupera el 'thriller' erótico en 'Babygirl': "Estamos conversando con las ficciones masculinas"
La directora presenta un filme de alto voltaje en el que una premiada Nicole Kidman se enamora de un jovencito y que reivindica el derecho a gozar del sexo en la madurez.
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Un estudio realizado por el semanario británico The Economist concluyó hace pocos meses que las escenas de sexo en las películas de Hollywood habían descendido hasta un 40% respecto al año 2000. La “ola puritana” que ha arrollado al cine tiene diversos motivos, según explica la revista.
Por un lado, las estadísticas indican que estas escenas molestan a la generación Z. Por otro lado, la estrategia de expansión global de Hollywood apunta a países con una moral muy conservadora. Además, está el miedo a ser “cancelado”. La cultura moderna parece que se plantea cómo redescubrir el sexo sin incurrir en una mirada machista sobre el cuerpo de la mujer.
Por eso, llama la atención que la actriz y directora Halina Reijn (Ámsterdam, 1975) rompa la tendencia imperante con una película-escándalo inspirada de manera confesa en los míticos thrillers eróticos de los 80, como 9 semanas y media (Alan J. Pakula, 1986) o Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987). Esperen, por tanto, música cool y una estética sofisticado.
En Babygirl, Nicole Kidman, a sus 57 años, lo da literalmente todo en un tórrido romance con un veinteañero que comienza a trabajar en su empresa como becario. Ella es Romy, una exitosísima ejecutiva de Manhattan al frente de una firma de robótica, y el galán es Samuel (Harris Dickinson), quien tiene la facultad de “ver” que detrás de la frialdad hiperprofesional de la jefa hay un corazón ardiente. El triángulo se completa con Antonio Banderas, el marido cornudo.
Pregunta. ¿Quería reivindicar el sexo en la vida adulta?
Respuesta. Comencé a escribir el guion a partir de una pregunta específica, que es algo que siempre me ayuda. En este caso, me interrogaba sobre si es posible amar las diferentes partes de mí misma, no solo aquellas de las que me siento más orgullosa y que me gusta mostrar a los otros o al mundo exterior. Pero ¿se puede amar esas partes de las que me siento avergonzada y que me ponen nerviosa? Así que escribí la película como un homenaje a esa idea de intentar convertirte en tu yo más auténtico.
P. Sexo, poder, dominación… Romy y Samuel se meten en un juego peligroso. ¿Hay también amor?
R. Los dos están en una crisis, se están preguntando “quién soy”. Ella está en la crisis de la mediana edad. Él está justo empezando a dar sus primeros pasos en el mundo y en la sociedad, está desarrollando su primer trabajo y comenzando a labrar su futuro. Ambos se están conociendo en un momento de vulnerabilidad. Y creo que los dos se van intercambiando el poder. No es que él sea el “macho” todo el tiempo, también busca su cariño. Creo que eso es divertido y también conmovedor.
Dos niños jugando
P. Conocemos a Romy, esa mujer poderosa e inteligente que se comporta de manera fría y eficaz ante el mundo. Samuel ve más allá de las apariencias. ¿Nos enamoramos de quien es capaz de “vernos”?
R. En las dos direcciones. Creo que ellos ven la vulnerabilidad el uno en el otro. Samuel dice en un momento dado: “Somos como dos niños jugando”. Esa frase preocupa mucho a Romy, pero de alguna manera es verdad porque son como dos animales jugando. Se ven la vulnerabilidad, la herida, y quieren curarla con ese juego de poder. Los dos están traumatizados, reconocen ese dolor y por eso van directos. Puede parecer una relación tóxica, pero en realidad se están curando.
»La película termina con un clímax y puedes decir que todo lo que está en medio es una fantasía. Y quizá una fantasía sexual. Un mito. Es una fábula, un cuento de hadas. Samuel aparece casi de una manera mágica. Estamos constantemente jugando con esa idea de que él es como un fantasma, no existe. ¿De verdad está allí? ¿Se lo está inventando? Es importante ver la película desde un punto de vista humano en el que puedes relacionarte con todas las situaciones.
P. El sexo ha desaparecido del cine mainstream de Hollywood. ¿Cree que a algunos hombres les puede dar miedo ser acusados de machistas por cómo filman los cuerpos de las mujeres?
R. Hasta ahora casi todas las historias han sido narradas por hombres en el cine. Es interesante que las mujeres tengamos un poco más de espacio. Las historias son diferentes, no mejores. Estamos en una conversación constante con las ficciones que han escrito autores masculinos. Mi inspiración viene de las obras de teatro clásicas que he interpretado: Ibsen, O’Neill, Shakespeare… Todas han sido escritas por hombres.
»Y luego están los thrillers de los 80, que también fueron todos escritos por ellos. No decimos “no los queremos”, lo que decimos es “mira, voy a utilizar estas historias, estos arquetipos, y voy a dar mi versión”. Por supuesto, va a ser diferente la mirada de una mujer a la de un hombre. Lo que buscamos es algo nuevo, divertido y moderno. Además, lo contamos desde una perspectiva femenina, pero también los incluimos a ellos. En Babygirl, la masculinidad es un tema tanto como la feminidad. La película plantea preguntas: ¿Cómo debo comportarme al ser un hombre? ¿Hasta dónde se me permite llegar?

Nicole Kidman y Harris Dickinson, en 'Babygirl'
La dureza de ser actriz
P. La larga secuencia en el hotel, cuando por fin se libera la tensión sexual, marca la película. ¿Cómo fue rodar a Nicole Kidman y Harris Dickinson en unas escenas tan íntimas?
R. Rodamos esa secuencia el último día en un plano muy largo. Como actriz sé lo duro que es cuando afrontas una escena como esta por partes y te sientas, esperas, vuelves al set y tienes que ponerte en esa situación tan compleja de nuevo, que pide mucho de ti. Los dejamos solos. Yo misma me aparté y lo vi todo a través del monitor. Esa escena iba a definir la película. Creo que es fabuloso verlos juntos, hay mucha emoción, mucha excitación. Son escenas duras y estoy muy orgullosa de cómo trabajaron Nicole y Harris.