Sameh Zoabi durante el rodaje de la película

Sameh Zoabi durante el rodaje de la película

Cine

Sameh Zoabi: "Los palestinos somos los judíos del siglo XXI"

Con tono satírico, el director recurre a la comedia del absurdo en 'Todo pasa en Tel Aviv' para reflejar los padecimientos diarios a los que deben enfrentarse los árabes que viven entre Jerusalén y Cisjordania

3 julio, 2020 11:46

La patria o el amor y el trabajo, esta es el dilema que se le plantea al guionista de telenovelas Kais (Salam Abbass), un treintañero palestino atribulado con aires a Woody Allen. El problema es que para pasar el checkpoint (control policial) que separa Jerusalén, donde vive, de Cisjordania, donde se rueda la serie que le da de comer, debe aceptar la colaboración “artística” de un general israelí empeñado en influir en el transcurso de la trama. Con tono satírico, Sameh Zoabi recurre a la comedia del absurdo en Todo pasa en Tel Aviv para reflejar los padecimientos diarios a los que deben enfrentarse los árabes en esa convulsa zona de Oriente Medio. Ante el chantaje del militar, que quiere que los judíos salgan mejor parados en la telenovela que escribe Kais, y el enfado de los productores, que consideran sus nuevas ideas una cesión al enemigo, se ve en una situación imposible. Para colmo, en un país militarizado, los muros que separan Israel de los territorios ocupados no solo le complican ir a trabajar, también proseguir su romance con una enfermera de armas tomar. Originario de Nazaret, el director Sameh Zoabi (1975) nos cuenta por qué la narrativa hiperbólica del culebrón le sirve como vehículo para “el humor y la política”, la forma en que quería abordar el dilema entre colaboración y supervivencia al que se enfrentan los palestinos o su intención de mostrar el mundo árabe más allá de estereotipos.

Pregunta. En un momento de Todo pasa en Tel Aviv se dice que la paz entre israelíes y palestinos “es una ilusión”. ¿Así lo piensa?

Respuesta. La generación post Oslo vive una decepción. Sentimos que podíamos mejorar después de esos acuerdos, que la identidad palestina había vuelto. La realidad veinte años después es mucho peor: Arafat se ha ido, Rabin se ha ido, tenemos nuevos líderes que son un desastre como Netanyahu, totalmente de derechas. No hemos avanzado nada en la paz desde entonces, lo único que hay son muros, checkpoints y divisiones. Llevamos veinte años sin líderes que quieran resolver el problema. Nadie está interesado en solucionarlo ni aporta ideas. Estamos frustrados con los palestinos porque no hay un liderazgo ni una visión y los israelíes se aprovechan de eso para colonizar más tierra. Volviendo a la pregunta, sigue existiendo la esperanza de que haya paz pero cada vez parece más lejana.

P. ¿Son muy populares los culebrones en el mundo palestino?

R. Sí, por supuesto. Yo crecí viendo culebrones, de hecho, vi más que cine. Ahora tenemos de todos los países: turcos, brasileños… Lo que me gusta de los culebrones, y es muy beneficioso para mi película, es que no hay subtexto, los personajes pueden decir lo que quieran. Eso hace que la gente intelectual se ría de las telenovelas porque todo está en un tono dramático muy alto. Para mí era perfecto porque me ofrece muchas cosas. Existe el humor, que sostiene la película porque las escenas del culebrón son divertidas. Pero también me permite tratar los asuntos graves sin filtro. Puedo hablar de antisemitisimo, de sionismo, de la ocupación… Todos estos tabúes que si haces una película convencional son difíciles de tocar, pero no en las telenovelas. Los personajes pueden expresarse libremente e incluso ser excesivos. Son mi vehículo para la comedia y la política. Hay quien dice que el conflicto israelí-palestino es la telenovela más larga de la historia. Al final de la película la realidad y el culebrón comienzan a mezclarse. Me gusta la idea de que las barreras comiencen a ser borrosas porque el propio conflicto lo es.

P. ¿Muchos palestinos se ven sometidos al dilema entre colaborar con los israelíes o poner en peligro su supervivencia?

R. Gran cantidad de espectadores palestinos se sienten incómodos con la primera parte de la película, cuando Salam comienza a escribir los guiones con el general israelí. Ese es el dilema porque siente que su única manera de sobrevivir es colaborar con el ocupante. Es un asunto que es muy sensible para los palestinos, pero la gente necesita sobrevivir. Ese es el dilema al que te aboca la ocupación a diario. Algunos palestinos colaboran con el ejército israelí no porque piensen ni mucho menos que está bien sino porque no tienen más remedio. Hay personas a las que han metido a sus hijos en la cárcel y les han dicho que si no colaboran pasará allí el resto de su vida. Una estrategia que utilizan con frecuencia es reclutar a palestinos homosexuales, los amenazan con desvelar su orientación con fotos, etc. Hay dos películas muy interesantes que tratan este tema: Omar (Hany Abu-Assad, 2013) y Bethelem (Yuval Adler, 2013). Ante esta realidad, mucha gente no tiene más remedio que poner la moralidad a un lado y sobrevivir.

P. ¿De qué manera cree que evoluciona el protagonista en su relación con los israelíes?

R. En el caso de Todo pasa en Tel Aviv el dilema del protagonista quizá parece menos dramático porque se trata de mantener su empleo y conquistar a la chica pero sigue siendo una necesidad humana básica. En la película vemos cómo encuentra su voz y quiere liberarse del ocupante aunque sea incapaz. Es la clave de ese dilema al que se tienen que enfrentar todos los palestinos. Lo que quieren es la libertad de determinar su propio destino y ser lo que quieran ser. Lo que Salam dice es “ahora que nos conocemos el uno al otro, déjame ser yo mismo”. Esta dinámica está en la película porque para los palestinos la única forma de encontrar su voz y su identidad es acabar con la ocupación. La ocupación no te permite prosperar como una persona normal.

P. ¿Con los distintos personajes quería reflejar la pluralidad de la sociedad palestina?

R. La narrativa palestina no tiene un solo relato. Vemos a un palestino como Salam que vive en Jerusalén, habla en hebreo y tiene problemas de identidad. Y luego tienes a la chica que le gusta, Mariam, que trabaja como enfermera en Ramala y no tiene ninguna intención de marcharse. Después está el choque cultural de los palestinos de la diáspora que no se acaban de encontrar cómodos cuando regresan. Y hay figuras como el productor: luchó por la libertad en los 60 y ahora trabaja con la Autoridad Palestina. Me gustan estos colores y por eso también me gusta la diversidad que existe dentro del cine palestino, hay comedias, dramas, documentales, películas sobre la diáspora… Cada palestino tiene una realidad distinta. Nos hemos convertido en los judíos del siglo XXI.

P. ¿Los atentados terroristas de fundamentalistas árabes han perjudicado la causa palestina?

R. La propaganda israelí ha convertido el conflicto en una cuestión religiosa. Esta narrativa ha tenido éxito en los medios occidentales. Se ha creado esta identificación entre la causa palestina y el miedo a los fundamentalistas de manera interesada. Cada vez que ves en televisión reportajes sobre el mundo árabe siempre salen mujeres con hiyab y hombres con barba. A mí mismo me daría miedo. Como cineasta tengo la obligación de presentar una verdadera imagen de lo que somos. Vemos como Mariam es una mujer independiente, fuerte y que ama su trabajos. Vemos como su tío es un hombre de firmes principios que no tienen nada que ver con la religión. Esa imagen talibán por desgracia se ha convertido en la dominante. Por eso también quería que hubiera un personaje cristiano y esa escena en la iglesia, hay muchos palestinos cristianos, cosa que se olvida con frecuencia. Mi abuela es cristiana. El director Elia Suleiman es cristiano.

P. ¿Hay mucha diferencia entre cómo viven los palestinos en Gaza y en Cisjordania?

R. Es como una cárcel abierta y en una cárcel siempre hay quien tiene el control de las cosas. Lo que es triste es que quienes están cerca de la Autoridad Palestina tienen más privilegios. Pero no dejan de ser prisioneros. Gaza es como la mala cárcel a la que nadie quiere ir, es sencillamente una cárcel peor. No hay tanta diferencia. Por supuesto como en cualquier prisión hay quien se las apaña para conseguir un cigarro o una botella de vodka, pero poco más.

P. ¿Existen lazos de amistad o cooperación entre la comunidad de cineastas palestinos e israelíes?

R. Sinceramente no creo que haya un lazo aunque sí hay conexiones. Nos conocemos pero no formamos parte de ninguna comunidad. Es cierto que la mayoría de directores israelíes son críticos con la ocupación por eso sigo haciendo las películas que hago. Ellos mismos también están sufriendo la represión del gobierno de Netanyahu.

P. Israel lleva dos años bloqueada políticamente por los problemas de corrupción de Benjamin Netanyahu. ¿Cambiarían las cosas si es elegido presidente su rival, Benny Gantz?

R. Benny Gantz es un militar que ha bombardeado a los palestinos. Es un hombre que ha firmado una ley que oficializa la condición de los palestinos israelíes como ciudadanos de segunda clase. Sinceramente no creo que las cosas cambien si gana él. El país se ha ido tan a la derecha que ya nadie habla de terminar con la ocupación, es algo que ni siquiera está en debate. El discurso de Benny Gantz es una crítica mínima, según él el problema de Netanyahu es que da mala imagen de Israel en el mundo pero no ataca el verdadero problema.  

@juansarda