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La sinuosa Salomé de Luis Miñarro
El director actualiza el mito bíblico situando la acción en el Irak de 2006. Mestiza e inabarcable, la película juega con las convenciones cinematográficas para convertirse en un tratado sobre la puesta en escena
“Las películas de hoy en día son como una carretera, una gran recta, que recorremos hasta el final. Pero Love Me Not está plagada de curvas y no sabemos a dónde nos lleva”. Así define Luis Miñarro (Barcelona, 1949), en conversación con El Cultural, su nuevo e inclasificable filme.
El que fuera productor de Manoel de Oliveira, Apichatpong Weerasethakul o Albert Serra revisita en su cuarta película –tras Blue Horn (2009), Family Strip (2009) y Stella Cadente (2016)– el mito bíblico de Salomé, en la versión de Oscar Wilde, para ofrecer un descenso a los abismos del deseo y la carne que bebe tanto del cine clásico norteamericano (no en vano la película está dedicada a Douglas Sirk) como de las pulsiones surrealistas de Buñuel o de las tendencias más radicales del cine de autor contemporáneo. Lejos de empastar cada una de estas referencias en una masa homogénea, la película se retuerce una y mil veces sobre sí misma para convertirse en un imaginativo tratado sobre la puesta en escena y la gramática cinematográfica.
La primera curva en el camino que propone el director consiste en situar la acción en 2006 en Irak. Convierte a una Salomé andrógina (Ingrid García-Johnson) en un soldado y al profeta Yokanaan (el cineasta Oliver Laxe, en cartelera estos días con Lo que arde) en un místico terrorista islámico. Toda la acción, con la excepción de una esperpéntica y gozosa coda final, transcurre en un campamento militar situado en el desierto, donde el Coronel Antipas (Frances Orella), padrastro de Salomé, al mando de un poderoso ejército internacional, custodia a Yokannan en un agujero en la tierra. Mientras tanto, su mujer Heródias (una divertidísima Lola Dueñas) se dedica por la noche a seducir a la tropa.
La obvia sátira política, potenciada por un imaginario visual que remite a las torturas del ejercito norteamericano en Abu Ghraib, se amplía en las conversaciones entre el soldado Hiroshima (Luis Alberti) y el soldado Nagasaki (Fausto Alzati), que dominan el primer tercio de la película, más naturalista que el resto del filme, y que parecen parodiar la escritura de Tarantino (al que de hecho se hace referencia en el propio diálogo, socarrón e ingenioso, escrito por Miñarro junto al dramaturgo Sergi Belbel). A partir de ahí la película va mutando y su coherencia queda en manos de la fotografía de Santiago Racaj, cuya trabajo ya brillaba en filmes como Verano 1993 o Magical Girl.
El encuentro entre Salomé y Yokanaan resulta más teatral, con los versos de Oscar Wilde estallando en la lengua, en los cuerpos y en las miradas de García-Johnson y Laxe. Posteriormente, un melodrama esperpéntico se desata cuando aparecen en escena Orella y Dueñas. Entre uno y otro pasaje, se suceden insertos de fuerte impacto surrealista. “El cine es el territorio de los sueños, ¿cómo no van a ser surrealistas muchas de las imágenes de mi cine?”, afirma Miñarro. “Que la imagen evoque aspectos del subconsciente es algo que siempre he buscado”.
Tantas ideas y tonos transitan por Love Me Not, película multilingüe e inabarcable, que finalmente, como explica el director, “no es más que un conjunto de piezas que el espectador debe ensamblar según su propio bagaje”.