Image: Albert Serra: En el cine español no hace falta dinero, sino talento

Image: Albert Serra: "En el cine español no hace falta dinero, sino talento"

Cine

Albert Serra: "En el cine español no hace falta dinero, sino talento"

1 febrero, 2017 01:00

Albert Serra en La Casa del Lector

El cineasta Albert Serra expone su particular visión del cine contemporáneo de autor en la cuarta Master Class Iberdrola del Máster en Crítica y Comunicación Cultural de nuestra revista. En su intervención Serra aborda la crisis del neoacademicismo y del concepto de las cinematografías nacionales al tiempo que se adentra en la revolución que ha provocado la tecnología digital.

La primera película de Albert Serra (Bañolas, 1975), Honor de caballería (2006), está libremente inspirada en los dos personajes principales de El Quijote de Miguel de Cervantes. Al igual que Alonso Quijano, que se investía a sí mismo como caballero tan solo con su fanatismo por los libros de caballería y una armadura montada a partir de los utensilios que tenía por su casa, Serra se invistió a sí mismo como director de cine con su cinefilia y con lo que encontró más a mano: un grupo de amigos, actores no profesionales y una tecnología nueva y asequible. Hoy ha estrenado ya otros tres filmes, El canto de los pájaros (2008), Historia de mi muerte (2013), por la que recibió el Leopardo de Oro del Festival de Locarno, y La muerte de Luis XIV (2016), una de las favoritas de la crítica en el último Festival de Cannes. Con este inclasificable y radicalmente libre corpus fílmico, auspiciado por los principales festivales del mundo, el director se ha convertido en una de las referencias mundiales del cine de autor. Precisamente de cine de autor contemporáneo trata la Master Class Iberdrola que imparte a los alumnos del Master en Crítica y Comunicación Cultural de nuestra revista en La Casa del Lector.

Al inicio de su intervención, Serra fecha el origen del cine contemporáneo de autor a principios del año 2000. En ese momento la tecnología digital provocó una revolución en el cine, sobre todo a nivel de filmación. Cualquier persona podía hacer una película con una cámara pequeña y barata y con unos medios que estaban al alcance de la mano. "Antes no podías investirte a ti mismo como cineasta", explica Serra. "Para ello tenías que haber dirigido una película y rodar en 35 mm requiere una infraestructura considerable".

Según el director de La muerte de Luis XIV, la tecnología digital en el contexto de la globalización ha venido para revolucionar una industria del cine muy acomodada desde los años 80, que se sostiene en un neoacademicismo que no hace nada más que deteriorarse y en el concepto mental y estético de las cinematografías nacionales, surgidas al amparo del dinero de los estados. "Por eso en la actualidad nos acordamos de muy pocos cineastas de los 80 y de los 90, solo de aquellos que ligaron su carrera a la modernidad", afirma Serra. "Sin embargo si un director vietnamita hace hoy una película buena, tarde o temprano, de una manera más o menos fuerte, será conocido. Es literalmente imposible que hoy en día un genio o una película interesante a nivel estético pase desapercibida".

Las reglas del juego digital

Una imagen de Honor de caballería

El cine digital es ya una realidad consolidada. La idea de que si no ruedas en 35 mm estás haciendo un experimento amateur se ha superado y hoy los principales festivales del mundo atienden con cuidado a las propuestas más arriesgadas que proceden de este ámbito. También la mirada del espectador se ha acostumbrado a todo tipo de texturas y calidades de imágenes, legitimando a un cine que parecía fuera del canon aceptable hace no tanto tiempo. Serra rememora como una época gloriosa de la imagen los años previos al establecimiento de la proyección digital, que se extendió a partir del año 2012, cuando había que transferir las imágenes digitales a 35 mm para que pudieran ser proyectadas en salas. "Aparecieron imágenes realmente fascinantes. Sin embargo era un proceso bastante caro y con la aparición de la proyección digital los productores, en una decisión artística y estética cuanto menos dudosa, prefirieron ahorrarse este dinero. Sin embargo, la posproducción digital ha seguido evolucionando y hoy, exactamente a partir de enero de 2017, se podría decir que hemos llegado a un punto en el que es legítimo no pasar por los 35 mm".

Pero el digital, más allá de consideraciones estéticas, también ha provocado que los directores se replanteen todo el juego cinematográfico. El rodaje de una película en 35 mm acarrea una serie de imposiciones técnicas que no existen en el cine digital. "En 35 mm la cámara es muy pesada, se requiere mucha luz, hay que enfocar muy bien, la duración de la película es corta… Es necesario que todo se estructure a través de planos", comenta Serra. "La unidad mental estética para cualquier realizador en 35 mm, por la limitación tecnológica, inevitablemente es el plano. Esto ha derivado en el colapso de ese neoacademicismo por falta de creatividad y en la ampulosidad de los elevados presupuestos". Sin embargo, para los directores que no vienen de esa tradición, la unidad no tiene porque ser el plano. "Las cámaras digitales no pesan nada, pueden rodar durante horas, no necesitan tanta luz, tienen más profundidad de campo, no necesitan estar enfocadas, los actores pueden moverse por donde les dé la gana… Desde el principio pensé mis películas en escenas, mi unidad mental era la escena. Aunque después en el montaje la unidad es el plano, la atmósfera de la película se creaba a través de escenas".

Precisamente el montaje también se ha abierto a nuevas posibilidades que superan la rigidez de las moviolas y de los copiones en los que no podías visualizar experimentos. "Puede que se pierda algo de garra, pero el montaje en el cine contemporáneo de autor es infinitamente más sutil y, si dispones de tiempo, las posibilidades son infinitamente superiores. Esto está cambiando la manera de entender el cine", afirma Serra.

El talento en España

Una imagen de Historia de mi muerte

Serra estudió Filología Hispánica y Teoría de la Literatura Comparada y solo por casualidad decidió implicarse en el cine, viendo las posibilidades que se abrían con la tecnología digital. Al no poder optar a ayudas públicas para levantar en 2004 el proyecto de Honor de Caballería recurrió a un inversor privado. "Era todavía la época en la que era necesario realizar el transfer por lo que la posproducción era cara, incluso más cara que el rodaje mismo de la película", explica Serra. "Le propuse al inversor que pusiera la mitad del dinero para rodar la película y si veía que era buena, ya que la podía montar en el ordenador previamente, pues nos gastábamos la otra mitad del dinero en pasarla a 35mm. ¿Para qué iba a necesitar tanto dinero si no era buena?".

El cineasta tardó en montar su primera película un año y, como le faltaba algo de dinero para culminar el proyecto, empezó a mostrarsela a varios productores, entre ellos Luis Miñarro, que enseguida se interesaron por el proyecto. Más tarde tomó la decisión de probar suerte en Cannes, en la Quincena de Realizadores. En vez de enviarla directamente a Francia, optó por mandarla al ministerio de Cultura, que ponía a disposición de los programadores una sala para visualizar las películas españolas. "Antes venían programadores de todos los festivales, pero ahora yo creo que la mayoría se queda en casa porque saben que no van a encontrar nada que descubrir en España", opina Serra. "Y esto no es ninguna crítica, es una realidad como un templo. El cine español no tiene ninguna presencia fuera de nuestras fronteras aparte de Almodóvar y alguna figura igual de extemporánea que yo. En ese cine de "en medio" español no existe nadie que tenga repercusión en ningún festival importante". Honor de caballería gustó al programador de Cannes y acabó proyectándose en el festival.

En aquella época el cine de autor contemporáneo de origen digital comenzaba a abrir las puertas del reconocimiento crítico con obras procedentes de distintas latitudes, de países asiáticos o más cercanos como Portugal o Rumanía. "El caso rumano es significativo ya que si ahora tiene tanto predicamento -en el último festival de Cannes se proyectaron tres películas de esta nacionalidad, dos en competición- es gracias a una ley creada por directores rumanos para favorecer específicamente el cine de autor y que ha tenido unos resultados magníficos", comenta Serra. "En Portugal el cine de autor es muy respetado y una buena parte de la ayudas concedidas al cine va destinada a realizadores consagrados en los principales festivales de cine. Estos países, al igual que ocurre en Francia, han limitado el poder de la industria pura y dura para dar el sostén que se merece este otro tipo de cine".

¿Y en España? "Me hace gracia cuando en los Goya se alardea de talento porque es exactamente lo que nos falta. Seguro que tenemos más dinero que Rumania o Portugal", opina el director de El canto de los pájaros, que recuerda que cuando él ya estaba en Cannes, el estado seguía sin conocer su existencia. "La realidad va más rápida de lo que pueden procesar las personas que están al frente del cine desde una posición ejecutiva, como también ha ocurrido en otros ámbitos con el Brexit o con Trump".

La crisis del cine de "en medio"

Una imagen de La muerte de Luis XIV

A partir del año 2008, la crisis económica provocó asimismo la crisis de los medios de comunicación, que comenzaron a perder su influencia. Las televisiones, que son las que financiaban el cine, vieron como sus audiencias se "hiperfragmentaban" y se volvieron más conservadoras. "El modelo del neoclasicismo y las cinematografías nacionales empieza a quebrarse porque todas las películas que compran la televisiones ya no tienen audiencia aunque siguen siendo muy caras".

La única película que Albert Serra ha podido vender a Televisión Española fue la primera, Honor de Caballería. Sin embargo, el director ha intentado cerrar un trato con la televisión pública española para todas y cada una de las que ha realizado. Ni siquiera con la última, La muerte de Luis XIV, que ha logrado acaparar un impactante reconocimiento crítico y ha sido vendida a un buen número de países, consiguió el director los 30.000 euros que les pedía para ponerla en marcha. "Sin embargo no les cuesta invertir 400.000 euros en auténticas basuras de este cine español de "en medio" que pasan desapercibidas y que ya no tienen ningún espectador", apunta el director. "A pesar de ello el sistema continua funcionando y a las televisiones públicas y también al ICAA esta revolución les ha pasado literalmente por encima y no entienden nada de lo que pasa".

En contraposición a la pérdida de audiencia del cine español convencional, el cine de autor contemporáneo, según Serra, está en una tendencia alcista. "Hasta 2007 era verdad que había una diferencia en el número de espectadores importante pero a partir de 2008 ese cine de "en medio" cae en picado y todo lo que psicológicamente sostenía el sistema se derrumba. Sin embargo, el cine de autor continúa haciendo los mismos espectadores o va subiendo con regularidad y todo ello a pesar de los problemas educativos en el mundo de la banalidad contemporánea".

La situación, con una industria que se mira el ombligo y que es incapaz de valorar en su justa medida el éxito internacional de películas como La muerte de Luis XIV, no es nada propicia para que el surgimiento de nuevos autores. "Desde mi punto de vista hemos llegado a un extremo muy pernicioso en el que se dedica dinero a hacer una cosa negativa ante la incapacidad de reaccionar ante realidades tan evidentes y contrastadas como el cine de autor", comenta Serra. "Esto da lugar a situaciones delirantes y un tanto ridículas. Si una película de cine comercial no tiene ningún espectador solo podemos hablar de fracaso. Y el problema es que en España, con el limitado presupuesto del ICAA, dar cabida a estos productos absurdos impide que otras cosas existan".

Sin embargo, esta resistencia al cambio no es una cuestión intrínsecamente española ya que en festivales tan emblemáticos como Cannes se percibe también una regresión hacia el cine más convencional en su sección oficial, escenificada en la concesión de la última Palma de Oro a Ken Loach. "Creo que la industria convencional, acompañada de una voluntad política, necesita justificar tanto desembolso de dinero", explica Serra. "Por eso esta regresión, que no se produce tanto en el descubrimiento de autores, porque en ese sentido es el mejor momento de la historia, como en la consecución de una legitimidad que permita alcanzar un espacio cada vez más importante en el imaginario colectivo".

Ante esta imposibilidad de alcanzar ese reconocimiento creativo y económico, muchos autores han virado hacia el arte contemporáneo, donde la imagen en movimiento tiene todavía la capacidad de mantener intacta su magia.

@JavierYusteTosi