Image: Aprender a mirar... y a escuchar

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Cine

Aprender a mirar... y a escuchar

11 septiembre, 2015 02:00

Berriatúa ha contado con actores noveles

Sorprendió a propios y extraños en el Festival de Málaga. El debut de Zoe Berriatúa, Los héroes del mal, coloca al espectador frente a una realidad compleja -maltratos y violencia juvenil- con las armas del buen cine.

Aparentemente -¡que engañosas son siempre las apariencias!- Los héroes del mal podría parecer la enésima película española sobre adolescentes conflictivos, entornos familiares desestructurados, periferias de arrabal y marginalidades peligrosas, impuestas o autoasumidas..., pero nunca debe uno fiarse de las apariencias. Es mucho mejor aparcar los tópicos, olvidarse de simplificadores lugares comunes, abrir bien los ojos, afinar el oído (especialmente el oído, en esta ocasión) y adentrarnos sin prejuicios en las serenas, pero también dolorosas imágenes de un filme que, a la hora de adentrarse en un ámbito como el anteriormente descrito, se atreve a ensayar nuevos caminos y nuevas rutas para poder transitar por una geografía tan árida.

El itinerario arranca de manera poco reconfortante, vaya por delante. Cuando empezamos a vislumbrar el día a día que viven en el instituto Esteban, Sara y Aritz (los tres quinceañeros protagonistas), pronto nos damos de bruces con la dura realidad del maltrato, la humillación y la violencia: una realidad traumática de la que tenemos noticias en la sociología y en los medios de comunicación, pero sucede que aquí no hay causas que lo expliquen, no hay coartadas familiares que contextualicen el comportamiento de los chicos, no hay asomo alguno de psicologismo, ni tampoco rastro de la socorrida dramaturgia explicativa a la que tanto se aferran otras bienintencionadas -y frecuentemente mucho más falsas- aproximaciones a estas coordenadas.

Todo el relato es puro conductismo, los padres están ausentes (han sido deliberadamente ‘borrados' del filme tras una sabia decisión de montaje, pues en realidad ocupaban antes una subtrama de la narración y habían sido filmados), los referentes sociales son solo un lejano telón de fondo y los profesores tampoco juegan papel alguno. Los protagonistas están solos con ellos mismos, únicamente acompañados -en las instancias enunciadoras que dan forma a las imágenes- por una cámara penetrante que los observa con dureza y con dulzura a la vez, y por una banda sonora que salta de Britten a Teleman pasando por Gorécki, Khachaturian, Sibelius o Prokofiev, utilizada no para subrayar ni para acompañar ni para decirle al espectador lo que debe sentir, sino para sacudir a la audiencia, sacarla de sus perezosos clichés y hacerla pensar.

Y así es como el espectador empieza a chocar una y otra vez contra todas la expectativas acumuladas de antemano: los maltratados devienen en maltratadores, el oxímoron del título cobra sentido para unos adolescentes que viven la violencia como heroica y las certezas se desvanecen, o se dan la vuelta, lo que todavía es peor. Entonces hay que aprender de nuevo a mirar, a sentir y a pensar, salvífica medicina que nos recetan las imágenes de un cineasta que rueda con Los héroes del mal su primer largometraje y que nos coloca delante de los ojos una realidad compleja sin invocar coartadas justificativas ni mostrar atisbo alguno de autocondescendencia.

La imagen resultante es dura y doliente, claro está (y la realidad de ahí fuera probablemente lo sea mucho más), pero la mirada del cineasta -un Zoe Berriatúa a quien habrá que seguirle la pista muy de cerca de ahora en adelante- es profundamente moral, pero no porque señale con el dedo, ni porque deslice ningún discurso ejemplificante, ni porque se atreva con altanería a repartir culpas, sino porque nos enfrenta con honestidad a disyuntivas éticas que él mismo no sabe cómo resolver y sobre las que, por supuesto, no pretende dar lecciones a nadie. Le ayudan en la tarea, de manera decisiva, tres intérpretes noveles en estado de gracia: Jorge Clemente, Emilio Palacios y la impactante Beatriz Medina, pero anoten, sobre todo, el nombre de esta última. El cine español volverá a saber mucho de ella.

@carlosfheredero