Image: Spielberg en guerra

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Cine

Spielberg en guerra

23 junio, 2005 02:00

Tom Cruise en La guerra de los mundos

El texto más clásico de la ciencia-ficción, La guerra de los mundos, en manos del director más dotado para el cine de aventuras. Steven Spielberg ha vuelto a formar equipo con Tom Cruise para llevar a la gran pantalla la terrorífica novela de H. G. Wells, que se estrena mundialmente el 22 de junio. Los tiempos han cambiado, y los extraterrestres de Spielberg, antes pacíficos y amigables, ahora invaden nuestro planeta.

¿Por qué tiene miedo Steven Spielberg? ¿Qué ha perturbado su sosiego para que, después de la irrelevante La terminal, ponga ahora en escena el apocalipsis según H. G. Wells? Quizá deberíamos empezar por plantearnos que ese miedo que siente no es un miedo cualquiera. Es el pánico que nace de la infancia. Sabemos que todas las historias de Spielberg, incluso las más adultas -El color púrpura, La lista de Schlinder- nacen en ese lugar. Es más, la mayoría de ellas ni se comprenden ni se disfrutan debidamente si se miran con ojos incrédulos. A través de la mirada infantil, la lógica narrativa se rinde a la espectacular visión del momento, y eso lo sabe Spielberg mejor que nadie. Con sus películas siempre ha tratado de despertar en el espectador adulto al niño asustado que todavía lleva dentro, acaso porque el miedo es la mejor defensa frente a un mundo desconocido. Todavía lo recuerda vívidamente: "Cuando era niño, mi padre me levantó en mitad de la noche, me metió en el coche y condujo diez minutos hasta el parque. Extendió una sábana y nos tumbamos a mirar el cielo. Había al menos cien personas más. Todas mirando hacia arriba". Reconstruyó aquella escena de su memoria en Encuentros en la tercera fase (1977) y ha vuelto a hacer algo parecido en su versión de La guerra de los mundos, cuyo estreno mundial será el próximo miércoles. Pero hay entre ambas escenas una diferencia muy sustancial: los observadores de Encuentros... querían dar la bienvenida a unos alienígenas amistosos; los de ahora, temblando de pánico, son las víctimas de un ejército de extraterrestres invasores. "Los tiempos han cambiado y ahora los alienígenas tienen otras formas", asegura el director que hace veinte años conmovió al mundo con la criatura ET, el mismo que en Inteligencia Artificial nos presentó a los seres de otros mundos como largas e inteligentes figuras preocupadas por la extinción de la humanidad. Pero los visitantes soñados por Spielberg adoptan ahora la terrorífica forma de Trípodes, esas horribles criaturas-máquina imaginadas en 1898 por Wells para escribir la más clásica de las novelas de ciencia-ficción.

Miedos latentes
¿Que le asusta ahora, entonces, al Rey Midas de Hollywood para enemistarse por primera vez con vidas procedentes de otros planetas? Como asegura el propio nieto de H. G. Wells, se da la circunstancia de que la novela de su abuelo reaparece cada vez que planea el miedo de que algo desconocido nos invada. La versión cinematográfica más popular, la producción de George Powell protagonizada por Gene Barry y Ann Robinson -que han sido invitados por Spielberg para que también participen en el reparto de su versión-, data de 1953, época en la que la película actuaba como exorcismo de los miedos latentes que representaban la guerra fría, el comunismo, la caza de brujas o la incertidumbre de la reciente carrera espacial. El tema daba buenos resultados, especialmente en el cine, que asistió durante los años cincuenta al esplendor de la ciencia-ficción con significativas y entrañables producciones como Ultimátum a la Tierra (1951, R. Wise) o Planeta prohibido (1956, F. McLeod). Para Spielberg, sin embargo, la película de Byron Haskin no ha sido en ningún caso un referente al que enmendar la plana: "Hay ciertas películas que considero clásicos indiscutibles, como Lawrence de Arabia o Qué bello es vivir o Los mejores años de nuestra vida o El Padrino. Nadie en su sano juicio debería intentar hacer un remake de ellas. Pero hay otras películas que son clásicos de culto. Y en esa categoría es donde entra La guerra de los mundos". De los 2 millones de dólares que invirtió entonces Powell en la adaptación de la novela, transcurridos cincuenta años la Paramount ha reunido 200 con el fin de orquestar todo el ruido y la furia que inspira el texto. El autor de Tiburón ha combinado la tecnología punta (imágenes creadas digitalmente sobre fondo azul) con el viejo estilo de hacer cine: "Mientras viva, seguiré con la tradición hollywoodense de construir decorados ", asegura.

Las formas inquietantes tienen que ser palpables para que el terror emerja como el motor que activa la adrenalina de los personajes spielbergianos. "Si hemos hecho bien nuestro trabajo, el miedo alcanzará al público en el mismo nivel que lo haría una fiel crónica periodística de los acontecimientos. Ves qué esta pasando y dices: ‘Oh, Dios mío, esto es terrible’. He tratado de hacer mi versión de La guerra de los mundos de manera que, aunque todo suceda a través de los ojos de una familia, el espectador pueda sentir que no sólo le está pasando a esa familia, también le está pasando a él". En esta vertiente conecta de forma directa con la dramática retransmisión radiofónica de la novela realizada por Orson Welles el 30 de octubre de 1938 -cuyo guión adquirió Spielberg en una subasta-. El realismo de aquella histórica emisión provocó el pánico colectivo entre los oyentes de la CBS, que se extendió con la urgencia de un incendio por un país crónicamente aterrorizado.

Otros nombres
Los miedos que atenazan ahora a la asustada tierra de los Estados Unidos de América tienen otros nombres y obedecen a diversas causas, aunque todos parecen agruparse bajo la misma y temible sombra del terrorismo. Sí, La guerra de los mundos vuelve a nosotros como parte del cine que no se explica sin la experiencia del fatídico 11 de septiembre, un cine que hurga en la desconfianza propia y ajena, que se interroga sobre un futuro incapaz de ofrecer certezas, que en el peor de los casos se encierra en sí mismo y apaga virtualmente las sedes de venganza. Construido a partir de los estados de ánimo que caminan del miedo a la paranoia, es un cine adoptado por películas de todo género y pelaje, por cineastas de todo lugar y condición, de M. Night Shyamalan a Wim Wenders, de Ridley Scott a Denys Arcand, de Michael Moore a George Lucas. Spielberg no iba a ser menos: "Esta película, La guerra de los mundos, es una película sobre el pánico colectivo en una época de gran temor. América es un país con una visión de sí misma muy fracturada. Creo que Hollywood ha tomado la responsabilidad de que todos nosotros, de manera individualizada, hablemos de los acontecimientos actuales a través de nuestras películas". De esta misma intención, ha nacido su próximo proyecto, la recreación de los últimos cinco años de vida de Abraham Lincoln, un presidente que su país ha convertido en héroe nacional. "Siento que esta historia debe ser contada -explica el cineasta-. No retrata la América de hoy, pero mirando atrás podemos preguntarnos qué sería de la América de nuestros días si viviera bajo un liderazgo adecuado".

En su afán por alejarse de otras producciones recientes que también han puesto en escena la hipotética invasión de los marcianos -Independence Day, Mars Attack, Señales-, y que han obligado a Spielberg a retrasar su proyecto, en La guerra de los mundos ha obviado los recurrentes escenarios de toda película-catástrofe -género de patente y exclusividad norteamericana- como son los gabinetes de crisis en el Despacho Oval de la Casa Blanca o las reuniones de militares en el Pentágono. La invasión, que sabemos que está teniendo lugar en todas las capitales del planeta, se experimenta con la cámara pegada al suelo, a través de los ojos del descargador de muelles Ray Ferrier (Tom Cruise) y sus hijos Rachel (Dakota Fanning) y Robbie (Justin Chatwin), quienes huyen de las garras alienígenas a través de un país devastado, recorrido por mareas humanas que avanzan como ellos a un destino improbable. "Esta es una historia de lo más simple -explica Spielberg-. Es una invasión alienígena en el año 2005 contada de forma muy oscura. Habla de supervivencia, de un padre que quiere salvar a sus hijos, de los elementos básicos de la naturaleza humana enfrentados a un acontecimiento extraordinario. La única lucha del protagonista es salvar a su familia".

Seña de identidad
Ya convertida en otra seña de identidad de su cine, la dinámica siempre fracturada de la familia es el lazo que une lo cotidiano con lo extraordinario. Un padre divorciado y no muy estimado por sus hijos es en La guerra de los mundos el nuevo héroe, un héroe que pone los pies en polvorosa para proteger lo que hasta entonces no valoraba como propio. "Esta es la diferencia entre esta película y la mayoría del mismo género. Aquí hay un viaje emocional al corazón de la familia". Cine familiar, por supuesto, en sentido figurado y literal, como siempre en el niño Spielberg traumatizado por la ruptura de sus padres. "Pero no esperen un melodrama. Esto es una película de terror", añade el cineasta al que precede una filmografía teñida de sentimentalismo. Con o sin él, el espectáculo (y el pánico) está servido.