Image: Álvaro Pastor y Antonio Naharro

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Cine

Álvaro Pastor y Antonio Naharro

Revalidan el éxito de "Uno más, uno menos" con "Invulnerable", su segundo corto

21 abril, 2005 02:00

Antonio Naharro y Emilio Linder en Invulnerable

Semanas después de arrasar en el certamen de cortos Planet Europe 2005 de Mallorca, patrocinado por el Govern de les illes Balears, donde fue galardonado con tres premios, el cortometraje Invulnerable, de álvaro Pastor y Antonio Naharro, acude a la sección competitiva de cortos de Málaga. La película, protagonizada por Naharro, narra el desconcierto de un profesor homosexual ante la noticia de que es portador del virus del VIH.

Son los mismos de Uno más, uno menos, aquel corto protagonizado por una joven con síndrome de Down que se paseó por festivales de toda la península (y parte del mundo) recogiendo premios. Son álvaro Pastor y Antonio Naharro, cortometrajistas -es decir: guionistas, directores, editores, actores y lo que haga falta-, que presentan ahora su nuevo trabajo en corto, Invulnerable, en Málaga, después de haber obtenido tres premios en el Planet Europe Festival de Mallorca. "Hemos empezado con muy bien pie, y sólo esperamos seguir cosechando triunfos, pues todavía no hemos terminado de pagar el corto", sostiene Pastor, director de la cinta. Como ya es natural en una industria tan temerosa al riesgo como la española -"en la que los productores están confusos, no saben por dónde empezar y prefieren lo malo conocido", afirma Naharro-, el éxito de su anterior trabajo, un clásico del corto reciente, no despertó el ánimo de ningún productor, "excepto el de unos inversores alemanes que al final se echaron atrás".

Un virus olvidado
A duras penas, por tanto, han conseguido reunir un presupuesto de casi 80.000 euros para rodar en 14 días y en Super 16 y en Mini-DV su segundo corto, Invulnerable, un guión original escrito por ambos que, dirigido por Pastor y protagonizado por Naharro, narra en 25 minutos cómo Elías, un joven profesor de instituto, homosexual, recibe la inesperada noticia de que es portador del VIH y decide confesarlo a su entorno, empezando por su pareja (Andrés Waksman) y siguiendo por su padre (Emilio Linder) y alumnos. "Teníamos la impresión de que el tema del VIH estaba olvidado. Hubo una campaña muy fuerte hace quince años, pero desde entonces no se ha hecho nada, y el número de infecciones está aumentando por falta de información. Da la impresión de que el sida ya no es un problema sanitario en nuestra sociedad, pero claro que lo es, sobre todo entre los jóvenes de la comunidad gay, donde se propaga a gran velocidad", sostiene Pastor. "Parece que ya no estamos en la época en que la gente se muere por sida, sino en la que el enfermo debe vivir con ello en una sociedad que lo ignora y lo desprecia, y eso es contra lo que nuestro protagonista se rebela", añade Naharro.

Un proceso doloroso que Pastor retrata con la debida sequedad emocional, con elocuentes silencios que suenan como portazos, con sarcasmos hinchados de crueldad y preguntas sin respuestas, con comprensión pero sin compasión; desde la perspectiva confusa y desorientada y amarga de alguien que recibe su sentencia de muerte y no puede evitar volver una y otra vez al pasado para explicarse cómo y de qué manera ha llegado hasta un presente de horizontes tan baldíos: "Queríamos mostrar el desconcierto del protagonista a través de saltos temporales y de incongruencias de espacio, mezclar y confundir personajes en una misma escena, una estructura arriesgada pero completamente coherente con lo que está viviendo el personaje", explica Pastor mientras Naharro asiente.

Variedad de formatos
Al riesgo de una estructura narrativa fragmentada, se añade la variedad de formatos en que se narra la historia, empleando tanto fragmentos que evocan imágenes en Super 8 de vídeos caseros de los años setenta a escenas líricas y preciosistas, pasando por una parte completamente documental centrada en una reunión de portadores del virus del sida. Una variedad formal que obedece no sólo a la "atmósfera caótica" que se ha apoderado de la vida de Elías, sino a la necesidad, según Naharro, "de contar fielmente el suceso, sin caer en trampas y clichés, a pesar de que el sida en la comunidad gay ya es un cliché de por sí que hemos intentado trascender".

Ambos defienden que, al contrario de lo que se suele pensar, para construir una ficción también hay que documentarse ampliamente, como ya hicieron para retratar el universo de los discapacitados mentales en Uno más, uno menos. "Apostamos por la diferencia, y buscamos la mejor forma de encontrar la esencia de lo que consideramos distinto, porque una vez mostrada la esencia, todo se ve con más normalidad", asegura Pastor. "El cine es una oportunidad para enseñar la verdad, y eso es lo que hemos hecho", añade Naharro. Honestidad, efectivamente, no les falta. Y tampoco ganas: "Estamos preparados para rodar nuestro primer largo, de título Yo también. Productores interesados, que acudan a nosotros. Somos profesionales", ironizan ambos cortometrajistas.