Image: Milos Forman: Hollywood no existe

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Cine

Milos Forman: "Hollywood no existe"

El director checo afincado en Estados Unidos presenta Man on the Moon

5 marzo, 2000 01:00

Danny DeVito, Milos Forman y Jim Carrey durante el rodaje de Man on the Moon

Milos Forman (Caslav, República Checa, 1932) acaba de cumplir 68 años en Berlín, sólo dos días antes de erigirse en el ganador del Oso de Plata de la Berlinale como reconocimiento al Mejor Director del certamen por Man on the Moon, su visión del cómico provocador que fue el norteamericano Andy Kaufman (1949-1984), conocido en España por su afablemente caótico mecánico Latka de la serie Taxi.

Fumando un habano Romeo y Julieta en su habitación del Hotel Hyatt de la plaza Potsdam, Forman charla en su inglés de grueso acento centroeuropeo de una película que junto con Amadeus (premiada con ocho Óscar) y El escándalo de Larry Flynt conforma una trilogía acerca de rebeldes y proscritos sociales -Mozart, Flynt y Kaufman-, que también reconocerían cierto parentesco con el vizconde de Valmont y el McMurphy de Alguien voló sobre el nido del cuco.

Pregunta.- Usted le vio en una de sus primeras actuaciones en el club Improv's de Los Angeles, cuando comenzó su carrera de provocador cómico. ¿Cuál es su recuerdo más vívido de Andy Kaufman de aquella experiencia?
Respuesta.- Lo más vívido fue mi primera sensación de extrañeza, porque estaba allí un tipo que comenzó soltando imprecaciones contra el público y después unas frases inconexas y chistes ineptos que no tenían ninguna gracia... hasta que me encontré casi cayéndome de risa de la silla. Aquello era totalmente inusual. Me sentí tan sorprendido que comencé a escrutarle y descubrí debajo de aquel provocador a un niño inocente, tímido e incómodo en el escenario. Nos quería herir y al mismo tiempo nos hacía sentir que nos amaba. Fue muy interesante.

P.- Andy Kaufman buscaba más el odio del público que sus risas. ¿Qué tipo de artista fue y cuál es su legado más importante?
R.- Está presente todos los días en la televisión norteamericana, cada minuto en que usted decide encender el aparato. Esos cómicos tratando de ir lo más lejos posible por una carcajada de la audiencia. Aunque Kaufman iba en dirección contraria. Cuando estaba en la cúspide de su fama hizo huir a una audiencia entera que esperaba chistes y se encontró con un individuo que les leyó en perfecto inglés de Oxford El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald. Sólo permaneció un miembro del público que le aplaudió. Eso fue suficiente para él. Para Andy una carcajada era un éxito tan grande como el más formidable abucheo.

Producir la catársis

P.- ¿Reconoce que sus películas vinculan a Kaufman con sus anteriores proscritos sociales y rebeldes "anti-establisment"?
R.- A estas alturas no puedo negarlo, está ahí. Y supongo que me interesan este tipo de personajes que hoy se consideran "políticamente incorrectos" porque desde siempre son muchísimo más interesantes que los que no lo son. Tengo un enorme respeto por los rebeldes porque viví demasiado tiempo bajo el nazismo y el comunismo, tiempos en que soñábamos con convertirnos en revolucionarios, pero no nos atrevimos. Así que, proyecto mis sueños en mi trabajo haciendo películas sobre rebeldes.

Hijo de maestros, un profesor judío y una mujer de religión protestante, de niño vio llevarse a sus padres a un campo de concentración del que jamás regresaron. Criado por sus familiares, ahogó sus angustias en el estudio graduándose en la Academia de Música y Arte Dramático de Praga. Fue uno de los fundadores del grupo "Lanterna Magika", de los primeros del mundo en experimentar con multimedios. Su debut en el cine lo realizó firmando guiones.

Fue descubierto en el Festival de Locarno con su ópera prima Pedro el Negro, con la que se ganó las simpatías de los políticos de la Primavera de Praga. El baile de los bomberos y Los amores de una rubia, le consagraron. La entrada de los tanques soviéticos en Praga provocó su exilio en Estados Unidos. En 1975, en el plató de Alguien voló sobre el nido del cuco (premiada con cinco Óscar) conoció al actor Danny DeVito, compañero de Kaufman en la serie Taxi. DeVito es uno de los productores y protagonistas de Man on the Moon.

P.- ¿Qué tipo de amigo, actor y productor es DeVito?
R.- Es un amigo decente, un actor muy brillante y como productor... logramos mantener una relación muy civilizada. (Risas)

P.- ¿Es cierto que el estudio le presionó para que la película final resultara menos "oscura"?
R.- Siempre hay presiones, demasiados vicepresidentes en las áreas creativas... se dan muchas discusiones y, a veces, uno las pierde. A mí no me importan las presiones siempre que sienta que puedo hacer una película en la que se produce una catársis, ésa es mi meta. Una catársis que le provoque al espectador una reflexión intelectual y un cierto sentimiento de intentar ser un mejor ser humano.

P.- ¿Cuál es el efecto de tener en el plató a una serie de actores y productores -Christopher Lloyd, Carol Kane, Marilu Henner, Lorne Michaels (el productor de Saturday Night Live), David Letterman- que se interpretan a sí mismos?
R.- Aparte de un placer personal impresionante, traen una excitación extra al plató. Mire, los equipos norteamericanos de cine están acostumbrados a todo y se aburren mucho. Jamás he visto a un equipo tan alerta como en esta película. Casi no se atrevían a parpadear de ver a esos personajes legendarios.

P.- Andy Kaufman habría cumplido 50 años en enero. ¿Qué tipo de artista sería hoy de no haber muerto tan prematuramente?
R.- ¡Oh, eso sí que me hubiera gustado verlo! Porque cada día de su vida habría intentado ir más lejos, y ya lo hizo en sólo 35 años. Creo que hubiera seguido intentando romper fronteras, explorando nuevos territorios, sorprendiendo, asustando, haciendo rabiar al público. ¿Con qué material? No lo sé y me encantaría saberlo.

La esencia del drama

P.- ¿Hay alguien en estos días en quien usted reconozca a un heredero artístico de Kaufman?
R.- Sí, Jim Carrey. Poseen la misma tristeza, un carácter complicado, los ojos cargados de inocencia y una obsesión por resultar no convencional e impredecible.

Kevin Spacey, Edward Norton y John Cusack compitieron por el papel. Y el formidable cómico Jim Carrey ganó en enero el Globo de Oro por su mercurial trabajo como Andy Kaufman y su "alter ego" vicioso, el desagradable y ofensivo "crooner" Tony Clifton. En el filme, Carrey interpreta también a todos los personajes que erigieron la leyenda "kaufmanesca": el inmigrante, el mecánico lituano Latka, Elvis, el presidente Carter... En una interpretación sombría emparentada con anteriores trabajos en Un loco a domicilio, Mentiroso compulsivo y El show de Truman, Carrey logra su cumbre interpretativa con un timbre de voz idéntico y un parecido físico pluscuamperfecto.

P.- ¿Cuándo conoció a Jim Carrey?
R.- Le conozco poco. Tan sólo antes del rodaje y después. Durante la filmación "fue" Kaufman y Clifton y Latka y Elvis... Siempre estuvo dentro del personaje. Y eso hizo que hubiera días de trabajo fáciles y otros verdaderamente complicados.

P.- ¿Cuándo se producían éstos?
R.- Cuando llegaba al plató Tony Clifton. Recuerdo que el primer día me pregunto: "¿Quién coño eres tú?". Me presenté, le dije qué películas había hecho. Y él dijo que "ni de coña" trabajaría conmigo, que mis películas eran una mierda, que apestaban. Luego me dio la mano y pareció aceptarme. Pero... me había dado el apretón de manos para impregnarme de un queso maloliente, de cuya peste no me pude librar en una semana.

P.- ¿Fue Clifton el Mister Hyde del doctor Jekyll Kaufman?
R.- Le voy a dar mi versión muy personal de los hechos. Pero creo que se aproxima mucho a lo que ocurrió en la realidad. Creo que, aunque era una persona muy sana que no bebía ni fumaba, Kaufman presintió que algo iba mal dentro de su cuerpo, incluso mucho antes de que detectaran el cáncer que le mató. Así que decidió crear a Clifton para ser inmortal. Clifton bebía y comía como un cerdo, fumaba como un marino y su sexo era verdaderamente... extraño. Andy creó a un otro yo inmortal, más allá de su cuerpo enfermo. Ahí está la esencia del drama de su corta y fulgurante vida.

Interpretación constante

En esa corta, fulgurante y dramática vida, Andy Kaufman insultó a todos lo segmentos, razas, sexos, religiones e ideas del variopinto crisol, el "melting pot" que constituye la nación norteamericana. Comenzó impresionando a un emigrante lituano que imitaba al presidente Jimmy Carter con acento del Este para, en cuestión de segundos, convertirse en un perfecto doble de Elvis Presley, verter basos de agua sobre el público o retar a mujeres a una desigual batalla campal a puñetazos. Por eso hay un diálogo entre Kaufman y su novia, Lynne Margulies (interpretada por Courtney Love, que ya estuvo en El escándalo de Larry Flynt) que desentraña toda la intención de la película. Lynne le revela a un Andy ya enfermo y débil que su "yo" real no existe.

P.- ¿Cree que ese diálogo desenmascara a Andy Kaufman?
R.- Revela que Andy nunca existió como tal. Siempre estuvo interpretando, inhabitando innumerables personajes, diseñando la siguiente estrategia, la próxima broma, la última provocación... Creo que nunca dejó de interpretar ni un sólo segundo de su vida. Si dejaba de hacerlo, no se sentía vivo. Pero no sólo en los escenarios sino en su vida privada. De hecho, cuando su enfermedad comenzó y la contó a sus íntimos, nadie le creyó. Les pareció una broma fenomenal. Su vida fue un ininterrumpido "show" y nadie, ni siquiera su mujer, ni sus padres, supieron quién fue Andy Kaufman.

P.- ¿Cree que Andy Kaufman estuvo preparado para un personaje que no esperaba: el hombre enfermo?
R.- Creo que lo intuyó. Empezó a ver muchos médicos incluso antes de que le diagnosticaran el cáncer de pulmón. Y luchó más que nunca para intentar ser inmortal a través de sus personajes. Él fue una especie de científico, un analista del comportamiento humano, un Gepeto que movió los hilos de las marionetas que habitaban en su universo.

P.- ¿Por qué cree que invitó a mujeres a pelear con él a puñetazo limpio en los "rings"? ¿Para ofenderlas?
R.- Bueno, Andy no le veía límites a lo que llamamos "tocar las narices". Todo valía con tal de alcanzar un nuevo umbral de provocación, de crear emociones inesperadas entre su público. Fue una especie de Neil Amstrong de la comedia, un astronauta en una parte oscura de la luna que nadie se atrevió a explorar.

P.- ¿Hasta dónde iría usted para provocar la emoción de su público ante sus películas?
R.- Me atrevo a ir hasta cualquier lugar... excepto hasta aquél en que se ejerza violencia contra los niños y los débiles.

P.- Remitiéndole a la pregunta que se le hace a Kaufman, ¿quién es el Milos Forman real?
R.- Mire, ni yo siquiera estoy seguro de saberlo. Cumplo años y cuanto más viejo me vuelvo más cosas descubro sobre mí. Y más me deprimo. (Risas).

La de Milos Forman no constituye una personalidad enigmática, sin embargo la de Andy Kaufman, sí. Y en términos absolutos. Fue un hombre loco por ocultar no sólo su personalidad sino también los secretos tras sus elaboradas estrategias de la provocación. Sin embargo, a la par que la película, se proyecta la publicación de tres libros sobre él. Uno, escrito por su propio hermano Michael (que a veces "fue" Tony Clifton, en "shows" junto a su hermano); un segundo, a cargo de su socio en los espectáculos y productor de la película de Forman, Bob Muda, Andy Kaufman Revealed! Best Friend Tells All y un tercero, Lost in the Fun House, de Bill Zehme.

Leyenda y realidad

P.- ¿Cree que tanta información sobre Kaufman interferirán en su deseo de ser considerado un enigma eterno?
R.- No.

P.- ¿A Andy Kaufman le hubiera gustado la película?
R.- En primera instancia, les ha gustado mucho a su padre y hermanos. De hecho, han participado en diversos papeles. La niña pequeña que Andy arrasta al principio, la hermanita a la que fuerza a convertirse en su primer espectador, es la propia sobrina-nieta de Andy. Me ha complacido que les haya parecido adecuada a los Kaufman. Y, creo que sí, que a Andy no le habría parecido mal.

P.- Pero la película comienza con Andy dirigiéndose a los espectadores de Man on the Moon advirtiéndoles que la película es "estúpida" y conminándoles a que abandonen la sala.
R.- ¡Claro! Es un comienzo absolutamento "kaufmanesco". No podía ser de otra forma.

Con sus ojos extranjeros, Milos Forman ha erigido una obra a partir de películas en las que ha arrojado una mirada sobria y madura sobre personajes que no lo son en absoluto. Una vez más, en Man on the Moon, el director checo nacionalizado norteamericano construye un nuevo trabajo lleno de virtuosismo al servicio de la puesta en escena de un personaje en el que todo es contraste y desmesura.

P.- John Ford dijo que si hubiera que elegir entre la leyenda y la realidad, habría que escoger la primera. ¿Ha sido su elección?
R.- Sí. Cada película, excepto si se trata de un documental, erige una leyenda. Y siempre es así porque tienes que manipular los hechos, pero sin traicionar al espíritu de la persona y su peripecia. En este sentido, Man on the Moon "imprime" una leyenda.

P.- ¿Cuál ha sido la ventaja de retratar Norteamérica con su mirada de extranjero?
R.- No sé si ha ayudado, y si lo ha hecho ha sido de manera inconsciente. La ventaja de ello es que ves cosas que la gente de allí, no. Aunque llegas sin el conocimento de esas gentes, llegas con tus propios sueños y la América que has soñado a partir de lo que has visto en las películas americanas. (Risas). La ventaja y desventaja es que no conoces los detalles de la vida en profundidad y puedes simplificar demasiado. Y eso es lo que les gusta. Lo simplificado resulta más fácil de entender.

P.- ¿Ha cambiado mucho Hollywood desde que llegó hace treinta años?
R.- En primer lugar, Hollywood no existe. Hay cientos de Hollywoods. Cada uno tiene su propio Hollywood. Básicamente, no he notado ningún cambio. La atmósfera de creatividad es la misma, son sólo los ejecutivos de los estudios los que cambian.