Jane Goodall con Wounda en la Reserva Natural de Tchimpounga, en el Congo. Foto: Brice Ngomo / Cortesía de the Jane Goodall Institute

Jane Goodall con Wounda en la Reserva Natural de Tchimpounga, en el Congo. Foto: Brice Ngomo / Cortesía de the Jane Goodall Institute

Entre dos aguas Entre dos aguas

Jane Goodall y la chimpancé Wounda: el abrazo que justifica una vida

La célebre muestra de cariño que le ofreció el animal a la primatóloga en el momento de su liberación reivindica a Darwin y su teoría de la evolución.

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Siempre he creído que el destino no se concede, sino que se consigue; sin embargo, no puedo dejar de pensar que los sueños personales y las motivaciones personales que condujeron a Jane [Goodall] a los chimpancés, a Dian [Fossey] a los gorilas de montaña y a mí a los orangutanes formaban parte de un plan más amplio de una de las líneas de la urdimbre cósmica. No podemos entendernos a nosotros mismos hasta que comprendamos de dónde venimos y qué nos separa de nuestros parientes más próximos. Tal comprensión no solo requiere una observación apasionada, sino también datos fehacientes, empatía y empirismo.

Biruté Galdikas, Reflejos de Edén (Pepitas de Calabaza, 2013)

Ha muerto la primatóloga y etóloga Jane Goodall (1934-2025). Son muchos los logros que alcanzó a lo largo de su vida, comenzando con sus estudios de chimpancés —a los que dedicó la mayor parte de su vida— en la Reserva de Gombe Stream, en Tanzania, que años después se convertiría en un parque nacional, a donde la había enviado el paleontólogo Louis Leakey (1903-1972).

Poco podía sospechar Leakey que la inexperta joven inglesa que había llegado a África invitada por una amiga suya que tenía una granja en Kenia —su primer trabajo allí fue de secretaria—, y que tanto entusiasmo mostró, se convertiría en una persona admirada en todo el mundo.

En Gombe Stream, Goodall contribuyó a demostrar que las comunidades de chimpancés —que pueden contar con hasta más de cien individuos— tienen una vida social mucho más intensa de lo que se había sospechado hasta entonces: los lazos entre madres e hijos son muy estables, y los machos rivalizan por un lugar prominente en la jerarquía del grupo.

En una de sus observaciones fue testigo de cómo organizaban los chimpancés una trama contra un mono joven, estacionándose en la base de los árboles que podían ofrecer una vía de escape a la presa elegida, acción que requería un alto grado de cooperación y algún tipo de comunicación, probablemente mediante vocalizaciones o gestos. Muy conocida es su observación de cómo los chimpancés utilizan ramitas del tamaño adecuado para "pescar" termitas en sus nidos para luego consumirlas.

Biruté Galdikas (n. 1946), la "Dama de los orangutanes", y la única de las tres grandes Damas de los simios que todavía vive, resumió bien lo que significó Goodall, para ella y para muchos otros: "Jane Goodall se convirtió en una de mis heroínas. Por esa época [cuando Galdikas era una estudiante en la Universidad de California] ya llevaba más de diez años estudiando a los chimpancés en el Parque Nacional de Gombe, en Tanzania. Durante ese período, había descubierto que estos parientes cercanos nuestros confeccionaban herramientas, comían carne e incluso practicaban algo parecido a batallas rudimentarias, lo que los acercaba a la humanidad, en comportamiento y en ecología, más de lo que nunca había imaginado nadie".

Con ser todo lo anterior extremadamente valioso para el conocimiento de la etología de los chimpancés, lo que yo más valoro de lo que conozco de la vida de Goodall es el abrazo que le dio la chimpancé Wounda, que, víctima del comercio ilegal, había sufrido todo tipo de privaciones.

Cuando esta cría huérfana llegó al Centro de Rehabilitación de Tchimpounga, del Instituto Jane Goodall en la República del Congo, Wounda —nombre que recibió y que significa, muy apropiadamente, "cercana a la muerte"— se encontraba en estado desesperado; famélica, había perdido la mitad de su peso y carecía prácticamente de masa muscular.

Gracias a los cuidados que recibió durante meses en ese centro, dirigido por la veterinaria y primatóloga ferrolana Rebeca Atencia (n. 1977), Wounda se recuperó y en 2013 fue liberada en una de las tres islas de Tchimpounga que protege el Instituto.

Cuando Wounda salió de la jaula en la que la habían transportado para dejarla en libertad, se produjo un acto inolvidable (existen muchos vídeos en los que se puede ver): Wounda se volvió hacia Goodall y la abrazó. "Fue un momento muy, muy conmovedor —diría después Goodall—. Una de las cosas más asombrosas que me ha pasado. La calidez de su abrazo es algo que nunca olvidaré". Un abrazo de agradecimiento, que por sí solo justifica una vida.

El abrazo de Wounda a Goodall es una prueba más del lazo biológico que tenemos con los chimpancés y nos recuerda la obligación de respetarlos

El abrazo de Wounda también sirve para mostrar nuestra relación como especie con otras cercanas, como es la de los chimpancés, primates como Homo sapiens. El espontáneo abrazo de agradecimiento de Wounda es igual al de los abrazos que prodigamos los humanos.

Charles Darwin se dio cuenta de estas similitudes, que evidencian ese parentesco. En uno de sus libros, La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (1872; Alianza, 1984; Laetoli, 2009), que debería haber formado parte de su "segundo" gran libro, El origen del hombre, pero cuya extensión llevó a separarlos, escribió: "No cabe duda de que, cuando el hombre y otros animales son vistos como creaciones separadas, se levanta una barrera frente a nuestro deseo natural de investigar, hasta donde sea posible, las causas de la expresión. Por medio de esa doctrina todas y cada una de las cosas pueden explicarse con la misma facilidad, lo cual ha demostrado ser tan pernicioso respecto a la expresión como respecto a cualquier otra rama de la ciencia natural".

Y añadía: "Respecto al hombre, algunas expresiones tales como el erizamiento del cabello bajo la influencia de un terror extremo, o el descubrir los dientes bajo la influencia de una rabia salvaje apenas podrían comprenderse a no ser suponiendo que el hombre existió en algún momento en una condición inferior, similar a la de los animales. La posesión común de ciertas expresiones por especies distintas aunque cercanas, como es el caso del movimiento de los mismos músculos faciales en la risa tanto en el hombre como en varios monos, se hace de alguna manera más inteligible si se supone su descendencia de un progenitor común".

En una época en la que proliferan los negacionistas de todo tipo con respecto a lo que enseña la ciencia, el abrazo de Wounda a Jane Goodall reivindica a Darwin y su gran teoría de la evolución. Es una prueba más del lazo biológico, y también fraternal, que nos liga con chimpancés, gorilas y orangutanes. Y nos recuerda la obligación moral que tenemos de respetarlos y conservarlos