Ciencia

La llegada del hombre a la Luna

Avances científicos del siglo XX, Francisco Anguita

30 mayo, 1999 02:00

En la ciencia planetaria, la disciplina que estudia a los planetas, la divisoria de aguas la marca la llegada del hombre a la Luna el 21 de julio de 1969", afirma Francisco Anguita, especialista en geología planetaria. "Indudablemente, ese acontecimiento parece ante todo un hito tecnológico, cumplido con fines políticos; pero eso no debe impedirnos ver que se llegó hasta allí además para hacer exploración científica", dice.
Los contados vuelos a la Luna posteriores al primer alunizaje bastaron para revolucionar la ciencia lunar, el núcleo inicial de la geología planetaria. Incluso en uno de ellos, el Apollo XVII, viajó un geólogo, Harrison Schmidtt, refiere Anguita. "Además, los astronautas demostraron vocación por aprender geología".
"Los análisis de las rocas allí recogidas derrumbaron las hipótesis vigentes acerca del origen de nuestro satélite", recuerda. "Gracias a ellas descubrimos que la Luna se formó a partir del choque de un planetoide contra la Tierra, cuyas ‘salpicaduras’ se fusionaron en un nuevo astro".
Tales muestras, denominadas las "rocas del Génesis" por su antigöedad de 4.400 millones de años, presentaban las huellas de un bombardeo asteroidal. "Como la Tierra presenta una superficie de exposición a los impactos mayor que la Luna, supusimos que nuestro planeta había sufrido un bombardeo similar. De tal manera, el conocimiento de la geología lunar nos permitió reconstruir un trozo de historia de la Tierra", añade Anguita.
Si bien la planetología se gestó bajo el estímulo propinado a la investigación espacial por el satélite soviético "Sputnik", a finales de los años 50. En Estados Unidos la joven disciplina cuajó bajo el magisterio de Eugene Shoemaker con su cartografía de la Luna, si bien no fue hasta los años 70 cuando comenzó su verdadero despegue, refiere el profesor de la Complutense.
"La reducción de gastos impuesta a la NASA obligó a optar por los vehículos no tripulados de los programas ‘Voyager’, ‘Viking’, ‘Mariner’ y ‘Pioneer’. Las sondas enviadas en el marco de dichas misiones protagonizaron la primera oleada de exploración del Sistema Solar".
Con los datos aportados por las sondas, la geología planetaria expandió enormemente su horizonte. "Ahora su objeto de estudio comprendía 60 nuevos mundos, entre satélites y planetas del Sistema Solar", indica.
"En la década actual nos encontramos en la segunda oleada exploratoria, caracterizada por el refinamiento y profundización de los datos producidos por la anterior, gracias a un instrumental más sofisticado", prosigue Anguita.
"Los héroes de esta etapa son las sondas "Magallanes", enviada a Venus; la Galileo, enviada a Júpiter, y las "Mars Global Surveyor" y "Mars Pathfinder", enviada a Marte; y la "Cassini", destinada a Saturno".
Aparte de la masa ingente de datos prodigada por estos artefactos, sus imágenes han hecho posible la aparición de los paisajes planetarios. "Marte, una difusa bola rojiza, pasó a convertirse en un paisaje bien definido", indica el geólogo de la UCM. Además de su valor estético, los panoramas de los astros más inertes, como la Luna y Marte, presentan una ventaja de cara a la geología planetaria, pues al carecer de actividad geológica su historia completa se ve inscrita en la superficie, apunta Anguita.
En el foco de mira de la geología planetaria se encuentran los satélites de los planetas grandes, Europa y Titán. El primero despierta particular interés "porque se sabe que alberga un océano subterráneo, lo cual abre la posibilidad de encontrar formas de vida".
Pero quizás la frontera más apasionante de la planetología se encuentre fuera del Sistema Solar, en el estudio de los llamados planetas extrasolares. En los últimos años se han descubierto en torno a 16 astros de esas características, todos gigantes. "El enorme tamaño de los planetas descubiertos viene determinado de antemano por nuestros sistemas de detección, que no consiguen distinguir más que objetos espaciales de gran masa", explica Anguita.
Esa situación va a cambiar en las próximas décadas, prevé el experto: "hacia el año 2010 podemos contar con un telescopio espacial capaz de detectar planetas pequeños. Entonces nos plantearemos seriamente el interrogante de si esos astros son capaces de albergar vida", manifiesta.
Nuevas sorpresas aguardan a la geología planetaria. "Precisamente la calidad de las sorpresas científicas en esta disciplina fue lo que me atrajo a ella", confiesa Anguita. "Si tengo que resumir en una frase la trayectoria de la planetología, diría que las sorpresas nos han desbordado continuamente. Cada vez que hemos salido fuera nuestros modelos se han quedado pequeños. Y esto es apenas el comienzo, pues, como explicaba Carl Sagan, sólo hemos empezado a mojar el dedo del pie en el océano cósmico", termina Anguita.