Emir-Kusturica

Emir-Kusturica

Tengo una cita por Manuel Hidalgo

El disparatado realismo mágico de Emir Kusturica

No moriremos por no leer 'Forastero en el matrimonio', pero, desde luego, nos perderemos una experiencia placentera que, además, nutre el alma

8 mayo, 2020 14:16

La lectura del texto memorialístico o recuento autobiográfico ¿Dónde estoy en esta historia? (2010), editado por Península, no dejaba dudas acerca de los muy notables recursos literarios del sobre todo cineasta (y también músico) Emir Kusturica (Sarajevo, 1954). Con traducción de Nicole D’Amonville Alegría, Acantilado ha publicado Forastero en el matrimonio y otros cuentos (2014), y aquella impresión no sólo se revalida, sino que se hace más entusiasta. Si Kusturica no fuera un director de cine muy reconocido, dos veces ganador de la Palma de Oro de Cannes -con Papá está en viaje de negocios (1985) y Underground (1995)-, estaríamos hablando de la aparición de un escritor muy importante.

Forastero en el matrimonio… es una colección de seis narraciones extensas -un par de ellas, de cincuenta páginas-, que transcurren en Sarajevo y sus alrededores, en los años 70 y 80. Aunque no van todos ni seguidos ni en estricta continuidad cronológica, cuatro de estos relatos tienen como protagonista a la familia formada por Braco Kalem, Azra Kalem (su esposa) y, junto a otros parientes, su hijo Aleksa, que ostenta como protagonista el punto de vista, narra en primera persona y tiene trece años en el primer cuento. Sin constituirse como cuatro partes de una novela, estas narraciones conforman una unidad y, por lo que se narra en la última, terminan por describir el proceso de crecimiento y descubrimiento del joven Aleksa, su iniciación a la vida, su paso a la madurez, todo ello en la Yugoslavia heterodoxamente comunista de Tito, telón de fondo -como las calles, el vecindario, los amigos- contemplado en un tono más irónico, zumbón y faltón que agriamente crítico, incluso tal vez con algo de nostalgia, punto de vista acorde con las opiniones políticas de Kusturica -en las que no voy a entrar aquí-, disconformes con el comunismo, pero favorables a la conservación del carácter unitario del estado yugoslavo y combativas respecto a su consumada división y al rebrote de los nacionalismos en las partes resultantes.

En los cuatro relatos de la modesta familia Kalem, el padre (Brako) se revela como un tipo indolente, charlatán, bebedor, escapista y propenso a las amantes; la madre (Azra) es una mujer entregada, esforzada, trabajadora, con más nivel cultural, siempre muy volcada en su hijo y que capea todos los temporales con autoridad, energía y remango, y el hijo (Aleksa) es un chaval muchas veces perplejo ante lo que ve y oye, forzado a espabilar, a ser pícaro, a buscarse la vida, a comportarse con más responsabilidad que la que le corresponde y, en ese contexto, empujado a patinar por malos caminos, cosa que se consuma en la última y muy alocada de las narraciones.

Esta familia (y sus allegados) vive en el perpetuo disparate, se pelea, llora, se atiza y, a su modo, se quiere, se ayuda y se necesita en la burbuja de una bondad básica. De este resumen cabría deducir el estilo y el tono de la escritura, inscrita en un realismo sustancial que, sin embargo -y todavía más en los otros dos cuentos ajenos a la familia-, deja espacio a la irrupción de episodios inconcebibles, hilarantes, alejados del realismo, fantásticos, esperpénticos, que igualmente caracterizan las películas de Kusturica. Estaríamos, para que se comprenda definitivamente, en la estela de un neorrealismo a la italiana -aunque muy enraizado en la tradición yugoslava-, con vetas picarescas y con unas muy sustanciales derivas mágicas.

La convivencia entre el realismo y lo fantástico -muy explícita en el relato titulado En el abrazo de la serpiente, uno de los dos ajenos a la familia Kalem-, se corresponde, en un orden de cosas muy diferente, con otra dualidad: el humor, la ternura, la alegría y el alboroto, tan presentes en las historias, conviven con el dolor, la tristeza, el patetismo y el dramatismo. Como las mentiras con las verdades. Como lo poético con lo prosaico. Como lo popular con lo culto. Como lo autobiográfico (probable) con la ficción más desatada. Como el amor y el sexo con la muerte y el crimen. Y, con una escritura llena de hallazgos en los diálogos, en las imágenes, en los personajes y en las situaciones, esa capacidad de Emir Kusturica para embridar e integrar los opuestos es una de las grandes pruebas de su maestría.

Y Kusturica habla también de literatura y de música. Cita, en autorreferencia, a Zabranjeno Pusenje, la banda de rock de la que formó parte antes de fundar Emir Kusturica and The No Smoking Orchestra, él, que es -era, al menos- un empedernido fumador.

En el muy divertido y tierno El ombligo, puerta del alma, en el que se nombran a muchos escritores y libros, el joven Aleksa se niega a leer, en contra obstinada del tenaz requerimiento de su madre. Azra le dice que el ombligo es la puerta del alma y que los libros son el alimento del alma. El chico pregunta si el alma se come, y antes ha preguntado:

“-Dime, mamá, ¿se muere uno por no leer?

En opinión de Aleksa, esa fue la primera pregunta seria que le hizo a su madre. No moriremos por no leer Forastero en el matrimonio, pero, desde luego, nos perderemos una experiencia placentera que, además, nutre el alma.    

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