Gaito Gazdánov en París en la década de 1920

Gaito Gazdánov en París en la década de 1920

Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Gaito Gazdánov y el gesto de la muerte

Extraordinaria novela, mezcla de 'thriller' policíaco, psicológico, existencialista y hasta metafísico, con magníficos diálogos y referencias literarias

11 febrero, 2015 09:34

Inesperado encuentro con una obra maestra. El espectro de Aleksandr Wolf ya fue traducida al castellano, del francés, para la editorial Luis de Caralt en 1955. Ahora aparece en Acantilado, traducida del ruso original, por María García Barris.

Se trata de una novela del escritor ruso Gaito Gazdánov (1903-1971), que vivió exiliado  -desde la guerra civil subsiguiente a la revolución bolchevique- en París, sobre todo, y también en Múnich. Fue miembro de la Resistencia durante la ocupación alemana y siempre trabajó como periodista.

Desde las primeras y decisivas páginas, uno tiene la sensación -confirmada después en todo momento- de que esta novela, en las manos adecuadas, daría lugar a una extraordinaria película. Creo que no se ha hecho.

En un paraje ruso, aislado y solitario, un soldado del Ejército Blanco, que ha perdido el contacto con su compañía, cae al suelo tras el disparo que abate a la yegua negra que monta. Se levanta y localiza en la distancia al soldado enemigo que ha intentado matarle y que se dispone a disparar de nuevo. Pero el caído se adelanta y tumba con su revólver al otro. Recorre el trecho que los separa y comprueba cómo su víctima, un muchacho rubio de apenas veintidós años, agoniza. Al escuchar el ruido cada vez más cercano de jinetes que se aproximan, toma el caballo blanco del moribundo y huye.

Nunca le abandona el recuerdo culpable de este episodio. Años después, en París, lee por casualidad un libro de un tal Aleksandr Wolf que contiene un relato, La aventura en la estepa, que reproduce con toda fidelidad en los detalles el suceso. ¿Cómo es posible? No había testigos, y él dio muerte a su rival. El objetivo obsesivo de su vida será encontrar a Aleksandr Wolf, y no será fácil.

No se preocupen. Lo que les he contado lo narra Gaito Gazdánov en las primeras cinco páginas de su libro. Trato de estimular que lean esta extraordinaria novela, una mezcla de thriller policíaco, psicológico, existencialista y hasta metafísico, con magníficos diálogos y referencias literarias, que transcurre, con historias de amor y atractivos personajes secundarios, en muy sugerentes y atmosféricos escenarios parisinos.

Hace cinco años volví a encontrarme con el apólogo, que luego reproduciré, conocido como El gesto de la muerte, un relato de muy antiguo origen judío y musulmán. Fue en la excelente novela de John O'Hara -sobre la que escribí y que recomiendo vivamente-, publicada por Lumen y titulada Cita en Samarra (1934). Samarra, Samarcanda o Bagdad son algunas localizaciones de una historia que ha tenido muchas versiones, que Gadzánov sitúa en Ispahán (Irán) y que es fundamental para el sentido último de su narración.

O'Hara iniciaba su novela -sobre la decadencia y autodestrucción de unos jóvenes ricos y guapos muy “fitzgeraldianos”- con una larga cita de William Somerset Maugham, que rescató la vieja historia en su obra teatral Sheppey (1933) como antes lo había hecho, decisivamente, Jean Cocteau en La gran separación (1923), que Cabaret Voltaire editó hace cinco años.

Seguro que la conocen. Gadzánov se refiere a ella como “la leyenda persa sobre el jardinero y la muerte” y, en El espectro de Aleksandr Wolf, la reproduce de esta manera: “Una vez un jardinero fue a ver al sah y le dijo terriblemente preocupado: “Dame el más veloz de tus caballos, quiero irme lo más lejos posible, a Ispahán. Hace un momento, mientras trabajaba en el jardín, he visto a la Muerte”. El sah le dio el caballo y el jardinero partió al galope camino de Ispahán. El sah salió al jardín; allí estaba la Muerte. El sah le dijo: “¿Por qué has asustado a mi jardinero? ¿Para qué te le has aparecido?”. La Muerte le respondió: “No era mi intención. Me sorprendió ver a tu jardinero aquí. En mi libro está escrito que lo he de encontrar esta noche muy lejos de aquí, en Ispahán”.

La enseñanza de este apólogo es clara: de nada sirve moverse, huir o poner distancia, la Muerte es nuestro destino y nos alcanzará. Siempre me hago una pregunta con esta historia: ¿por qué el sah no tiene miedo de encararse con la Muerte y la trata de tú a tú?

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