Una escena de 'Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!'. Foto: Lucía Romero

Una escena de 'Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!'. Foto: Lucía Romero

Stanislavblog

Vuelve el maestro José Luis Gómez con '¡Viva la Escuela Moderna!'

El director onubense alza en el Teatro de la Abadía un montaje encomiable sobre el pedagogo condenado a muerte tras los acontecimientos de la Semana Trágica.

Más información: 'El entusiasmo' o cómo lo pierden las clases medias urbanitas

Publicada

Tiene mérito que a sus 86 años José Luis Gómez vuelva al escenario que fundó en Madrid y que convirtió en referente del mejor teatro español: La Abadía. Ahora emplea sus fuerzas en levantar el espectáculo Francisco Ferrer. ¡Viva la escuela moderna!, una hagiografía del pedagogo catalán anarquista Francisco Ferrer Guardia en el que recuerda su historia y su triste final, concretamente el juicio en el que fue condenado a muerte por su presunta participación en las revueltas de la Semana Trágica de Barcelona de 1909.

Librepensador, defensor de la escuela laica y del racionalismo, Ferrer puso en marcha en Barcelona una escuela para trabajadores a principios de siglo XX. Activo anticlerical y republicano, fue también, según palabras de Gómez extraídas del programa de mano, "un sembrador de luz", metáfora que evoca el ojo que todo lo ve de los emblemas masónicos presentes, por ejemplo, en el billete de un dólar.

Y, efectivamente, el pedagogo al que da vida el actor Ernesto Arias —vestido a la manera elegante de la Restauración, con su sofisticada barba y bigote y su traje completo—, nos cuenta con ademanes moderados sus primeros contactos con la secta secreta en Francia, para bautizarse en una gran logia de Bélgica una vez superados los grados exigidos.

En aquel país descansa también la escultura coronada por una luz de sabiduría y verdad que, erigida por suscripción pública, le homenajea. Y belga es precisamente el autor de este texto, el dramaturgo Jean-Claude Idée (fallecido en 2022), que si bien enhebró de forma amena los aspectos personales con las aventuras profesionales del personaje así como su ideario, abusó de la forma discursiva tratándose de un texto para la escena.

El diálogo se vuelve más teatral en la fase final, cuando Ferrer prepara su defensa con su abogado (David Luque, de una contención admirable). Es decir, que parte importante del espectáculo se desarrolle en torno a monólogos o narraciones de los personajes que en su mayor parte le toca interpretar a Lidia Otón: su esposa Teresa Sanmartín, la señorita Meunier y su hija Sol Ferrer. Tres personajes distintos que permiten a la actriz transformaciones de dama decimonónica de hablar declarativo, a mujer idealista y pusilánime, para terminar como una mujer de acción más de nuestros días.

El cuarto personaje es el juez instructor militar de la causa contra Ferrer i Guardia, que interpreta Jesús Barranco, enmascarado tras un bigote necesitado de pasar por barbería. Barranco compone un juez odioso por reaccionario y manipulador, pelín esquematizado, fiel cumplidor de las "órdenes de arriba" dirigidas a dar un escarmiento ejemplarizante a los sublevados en Barcelona.

Nada más comenzar el espectáculo oímos la voz en off del director, nos lleva al final de la Guerra Civil y nos recuerda la anécdota de un gobernador de su tierra, Huelva, que paró los fusilamientos para evitar el deterioro que sufría la tapia de ladrillo donde los rojos eran ametrallados.

No se entiende bien esta acotación porque la historia que nos presenta y ocupa toda la obra nos remite a 1909, tras los acontecimientos de la Semana Trágica. Habrá que esperar al final para comprender esta elipsis cronológica que Gómez ha introducido y que, creo yo, remite a las esperanzas frustradas de un republicano tras la Guerra Civil.

Podemos apreciar, quienes hemos seguido la trayectoria de Gómez, la exquisita dirección del maestro, siguiendo la máxima de menos es más: escasos elementos, una tapia de ladrillo (la de la voz en off) y unos bancos de trazas escolares que adquieren una versatilidad teatral para componer una escuela, una cárcel, un tribunal.

Ernesto Arias como Ferrer i Guardia en 'Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!'. Foto: Lucía Romero

Ernesto Arias como Ferrer i Guardia en 'Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!'. Foto: Lucía Romero

Los cuatro actores trabajan en el mismo código, nada chirría, todos son viejos conocidos, proceden de la que fue la mítica compañía que el director creó al fundar La Abadía. Una iniciativa encomiable del panorama teatral más reciente. ¡Qué pena que ya no se vean proyectos así!

El espectáculo me trajo el aroma de otro Ferrer i Guardia que vi en el teatro hace siete años. Era un retrato más humorístico y distante y lo hacía Alberto San Juan en una obra también escrita por él: Mundo obrero, deliciosa comedia musical que comenzaba con una escena tronchante donde el pedagogo intenta concienciar a los emigrantes recién llegados a Barcelona sobre su condición obrera, cuando ellos lo que realmente ansían es un bocadillo.

Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!

Texto: Jean-Claude Idée
Dirección: José Luis Gómez
Reparto: Ernesto Arias, Jesús Barranco, David Luque y Lidia Otón
Traducción: Pollux Hernúñez
Escenografía: Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán (AAPEE)
Iluminación: Pedro Yagüe (AAIV)
Proyecciones: Jorge Vila
Vestuario: Deborah Macías
Música y espacio sonoro: Alberto Granados
Producción: Teatro de La Abadía