Una escena del nuevo montaje de 'Fuenteovejuna'. Foto: Pablo Lorente

Una escena del nuevo montaje de 'Fuenteovejuna'. Foto: Pablo Lorente

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'Fuenteovejuna' con aires de modernez y truculencia gore

Rakel Camacho levanta un nuevo montaje del clásico de Lope de Vega para la CNTC al que le lastran varios problemas.

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De entre todos los elementos —que son muchos— de esta Fuenteovejuna que dirige Rakel Camacho para la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), me quedo con la composición musical de Pablo Peña y Darío del Moral (componentes de Pony Bravo) y con las cantantes-actrices incardinadas con esmero en la obra. Se ha querido hacer un espectáculo coral de acentuada plástica, pero a costa de las interpretaciones, la prosodia y el verso de Lope.

Se ha dicho que la novedad de esta producción es su enfoque feminista, pero ese no es un enfoque novedoso porque Fuenteovejuna es una obra que gira en torno a la heroína Laurencia, que espolea a todo el pueblo para vengar la violación de la que han sido víctimas ella y muchas de sus vecinas por el Comendador.

La novedad de esta versión, que en realidad no es otra cosa que seguir la corriente, está en el final. Como era habitual en su época, el desenlace Lope lo resolvía con la aparición de los reyes, en este caso los Reyes Católicos, como garantía y proclamación del orden y el buen gobierno.

Aquí ese final se respeta sin mucho contento, ya que los reyes son farsescos y le tapan la boca a la reina para que en su lugar hable un pueblo que muestra su nobleza y dignidad pero ahora en un gesto pro-palestino. ¡Hay algunos que no pierden la ocasión de metérnosla doblada!

El espectáculo discurre en dos ambientes para los que se ha optado por dos estéticas: tiene un barniz de fantasía y modernez en su primera parte, cuando se nos cuenta cómo gobierna el Comendador de Calatrava a los de Fuenteovejuna, y luego se torna gore en la segunda, para presentarnos la rebelión y el magnicidio.

Trailer del montaje de la CNTC de 'Fuenteovejuna' en 2025.

La obra tiene un inicio prometedor, con la aparición del elenco del que surge una bonita voz que nos arrastra hacia la corriente de la obra.

La inspirada composición musical remite a nuestro folclore con jotas y otras coplas populares interpretadas por tres voces magníficas: Cristina García (que interpreta a Pascuala, la criada de Laurencia); Lucía López (Sebastiana) y Carmen Escudero (Olalla) cantan sobre una base musical pregrabada e instrumentos de percusión que algunos actores tocan en directo. Camacho mueve con acierto al coro en sus juegos cantores y dramáticos y Sara Cano lo hace bailar en alegres coreografías.

No puedo decir lo mismo de las interpretaciones y la dicción de estos actores, a algunos ni se les entiende. Se salva Jorge Kent, aquí padre de Laurencia y alcalde, de excelente voz y prosodia.

Cristina Martín-Miró es Laurencia, muestra coraje y presencia, pero su voz tiene una potencia limitada y en su importante monólogo del tercer acto la atención se dispersa de sus palabras a su cuerpo, pues actúa en completa desnudez.

A partir del monólogo de Laurencia, y tras una transición de música electrónica, llega el motín y asesinato del Comendador. La directora nos presenta a los actores enfangados en una acción que bien podrían ser las del vienés Hermann Nitsch (Dark Mofo. 150. Action), con cuerpos semidesnudos empapados en sangre fruto de la carnicería atroz que han protagonizado.

Escribe Lope que los rebeldes seccionaron el cuerpo del cadáver con una furia tan grande "que las mayores tajadas/ las orejas a ser vienen".

La escenografía de Mónica Borromello, organizada en torno a una pasarela en forma de cruz que desciende al escenario, distribuye el espacio para hacer un uso práctico de él y mover a los 19 actores del elenco: los intérpretes casi siempre en primer término, el coro en la pasarela y ocupando el resto del espacio.

En el foro cuelgan unas cortinas de cuentas de cristal, a veces parecen cadenas que simulan cascada de agua, otras una puerta o punto de fuga, según la iluminación de Pilar Valdevira. Son bellas, pero distorsionan el drama con un aire de fiesta. Un punto de contraste por su rusticidad y eficacia informativa es el empleo de picas de madera, que nos traslada a las escenas bélicas o a las agrarias.

Hay otro elemento a destacar, el figurinismo de Rosa M. García Andújar, al que imaginación no le falta, pero se ha pasado de frenada. Podemos encajar, incluso sin que medie traslación de la acción a México, que las mujeres de Fuenteovejuna vayan vestidas con traje de inspiración criolla y largas trenzas a lo Frida Kahlo; los trajes incorporan elementos populares y especialmente bello resulta el atuendo que luce Laurencia en su boda.

Pero cuesta creerse al labriego Frondoso (Pascual Laborda) ataviado con faldita escocesa a lo Alexander McQueen y el toque punki de teñirle el pelo color zanahoria. Gratuita la bragueta de brillantes impuesta al Comendador, aunque si tengo que elegir el atuendo más desatinado, señalo el que luce el Maestre (Mariano Estudillo): no se sabe si viene de una noche loca en una disco de Ibiza o es su mono de trabajo como trapecista del Cirque du Soleil.

Fuenteovejuna

Hasta el 23 de noviembre

Autor: Lope de Vega

Dirección: Rakel Camacho

Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico

Reparto:
Pedro Almagro, Mikel Arostegui Tolivar, Lorena Benito, Carmen Escudero, Mariano Estudillo, Cristina García, Jorge Kent, Pascual Laborda, Vicente León, Lucía López, Cristina Marín-Miró, Chani Martín, Eduardo Mayo, Nerea Moreno, Laura Ordás, Jaime Soler Huete, Fernando Trujillo, Adriana Ubani, Alberto Velasco

Equipo artístico:

Versión: Maria Folguera

Escenografía: Mónica Borromello

Dirección musical: Raquel Molano

Lucha escénica: Kike Inchausti

Especialista en heridas y sangre: Lolita

Iluminación: Pilar Valdelvira

Composición musical: Pablo Peña y Darío del Moral

Asesor de verso: Chelo García

Vestuario: Rosa M. García Andújar

Coreografía: Sara Cano