
Olivia Delcán y Francesco Carril en 'Los Brutos'.
'Los brutos', neocostumbrismo de Carabanchel
La obra de Roberto Martín Maiztegui no les defraudará. Estupendamente interpretada, trata sobre lo que dejamos atrás en la vida, de lo que incluso traicionamos en busca de nuestro éxito profesional.
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Concebida como un conjunto de anécdotas cómicas y tristes de varios jóvenes del barrio madrileño de Carabanchel, Los brutos tiene un tono neocostumbrista del Madrid más o menos reciente. Pueden verla en la sala Francisco Nieva del Centro Dramático Nacional. No les defraudará, estupendamente interpretada, trata de lo que dejamos atrás en nuestra vida, de lo que incluso traicionamos en busca de nuestro éxito personal.
Su autor y director, Roberto Martín Maiztegui, pertenece a la hornada de autores forjados en el medio audiovisual como guionista de series de televisión y películas que felizmente saltó al teatro. Esta es la primera obra que escribe y dirige en solitario, pero ya había colaborado con Pablo Remón en Sueños y visiones de Rodrigo Rato.
Su conexión con el cine nos la cuenta Martín Maiztegui en el primer minuto, cuando nos invita a ver la película de un guion que acaba de escribir y que quiere vender a una productora italiana, a la que el desenlace no termina de gustarle. Un guiño metateatral que le permite combinar dos puntos de vista: la narración y el drama.
Es algo bastante usual en el teatro actual, los actores narran una historia (como si fueran acotaciones de un guion) y saltan a interpretar un personaje de esa historia. De esta manera preparan e, incluso, crean cierto suspense en el espectador acerca del plano o escena que se va a suceder.
Los brutos trata de éxitos y fracasos vitales, de amistades y amores juveniles que se perdieron, de ascensión y desclasamiento social, del paso del tiempo. Su autor tiene gran maña para construir personajes característicos contemporáneos cuya evolución es una gozada presenciar de la mano de un elenco que cambia de piel como un camaleón y cuyas historias de un madrileñismo cercano resultarán familiares a cierto público. Es el tono costumbrista al que antes me refería, evidente también en el argot y en los lugares que algunos reconocerán.
Nito, papel que recae en Francesco Carril (ya dio muestras de su carisma para encarnar el tipo cordial y simpático de El bar que se tragó a todos los españoles, de Sanzol), es un chaval que apura sus días de bachiller en su barrio con su novia Naza (Ángela Boix), moza de fuerte temperamento con un toque lunático, y su amigo Isra (Emilio Tomé), el íntimo que no se arredra ante nada, como veremos cuando se enfrente al quinqui El Rata (Javier Ballesteros).
Al trío se une la futura novia de Nito, más sofisticada y rica, que interpreta Olivia Delcán. Veremos a los cuatro actores doblarse en un galería de personajes, como la familia de Nito o sus compañeros de la escuela de cine, haciendo un fabuloso equilibrio interpretativo.
La escenografía de Mónica Boromello reproduce una pequeña maqueta representativa del barrio de Carabanchel, como si fuera una casa de muñecas, donde aparecen las casas, bares y otros espacios por donde transitan las historias que se cuentan; alrededor, los actores se bastan de unas sillas y escasos elementos para representar cada escena. La fórmula recuerda la que Vanessa Actif diseñó para Ira (2021), obra de Julián Ortega, que también sucedía en un barrio obrero que bien podía ser Usera.
Los brutos
Teatro Valle-Inclán, sala Francisco Nieva, hasta el 15 de junio
Texto y dirección: Roberto Martín Maiztegui
Reparto: Javier Ballesteros, Ángela Boix, Francesco Carril, Olivia Delcán y Emilio Tomé
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: David Picazo
Vestuario: Sandra Espinosa
Espacio sonoro: Sandra Vicente
Producción: Centro Dramático Nacional