Desdémona

Desdémona

Stanislavblog por Liz Perales

Y si Otelo lanza cuchillos y Desdémona trepa por un mástil

'Desdémona' es un sorprendente montaje que demuestra que las uvas de 'nuevo circo' han madurado bien en nuestro país

5 noviembre, 2021 17:54

Lo del nuevo circo ya es viejo, lleva ya unos 50 años en marcha desde que en Francia surgiera una pareja extraordinaria como la de Victoria Chaplin y Jean Baptiste Thierrés con su “cirque imaginaire”. Ayer, viendo en el Price Desdémona, de la compañía de Alba Sarraute y Les Ofélies, tuve la confirmación de que las uvas de aquella corriente han madurado bien en nuestro país. Ojalá algún teatro madrileño recupere este refinado y sorprendente montaje de Sarraute y compañía, pues solo ha sido programado dos días en el Price, y hoy es la última ocasión para verlo.

Confieso que no tenía muchas esperanzas en presenciar cómo desde el circo se dramatizaba Otelo, (vi la pasada temporada algún desaguisado de calado en torno a esta pieza de Shakespeare y no precisamente bajo una carpa). Creía que una obra con personajes tan profundamente humanos, que tan bien combinan las virtudes y defectos de nuestro ser, raramente podría contarse desde lo lúdico e inverosímil que caracteriza el lenguaje del circo. En el drama hay siempre un elemento maligno que crea el conflicto, mientras el circo es extravagancia, candidez, danzas etéreas, golpes o tropezones cómicos… Pero como decía Gómez de la Serna, el circo “es donde lo grotesco se armoniza y adquiere expresión artística, arrebatadora”.

Afortunadamente, Sarraute y compañía consiguen armar una dramaturgia que encaja varios lenguajes artísticos gracias a la acertada conjugación de música, palabras y números circenses. Si bien esta dramaturgia funciona como un reloj, también consigue darle un aire de ensoñación al espectáculo. Las pasiones de esta obra se expresan en un espacio escénico que evoca las circunstancias del drama, pero también los pensamientos ocultos de los personajes, algo importante para el relato. Por supuesto, otro elemento fundamental es el variopinto elenco que, siguiendo con la tradición circense de reunir acróbatas, lanzadores de cuchillos, artistas de swing, de mástil chino, bailarinas…, lo integran artistas que capaces de interpretar con verosimilitud un texto a la vez que defienden sus números circenses, y eso, hay que reconocerlo, tiene mérito.

El inicio marca el ambiente y el tono de la narración escénica: dos músicos —un clarinete y un contrabajo, siguiendo una onírica partitura original de Furmint Gómez— se colocan en cada extremo del escenario y echan a andar la máquina de representación: cruza la lona circular una estrafalaria figura, especie de hechicera, que tras entonar un agudo canto y crear ese ambiente mágico y de ensoñación al que me he referido, se descubrirá como la narradora. Ella es Laia Sanmartín, a la que luego veremos transformarse en acróbata y cantante.

Foto: Elgatoproductions

En apenas unos minutos nos han trasladado a Venecia y nos han presentado a los personajes y la situación. Vemos a Otelo y Desdémona bailando o haciendo danza swing. Otelo es un actor muy completo, Martí Soler, también lanzador de cuchillos, mano a mano, manejo la rueda Cyr, intérprete de trompeta, mientras su partenaire Anna Pascual se destaca como bailarina y acróbata; Iago, el envidioso Iago, es el actor Tomeu Armer, un tipo que anda por la pista con una escalera haciendo volteretas y a la vez se muestra como un clown, malvado desde luego, monologando y anticipando sus acciones. Está Casio, el acróbata y equilibrista Adria Montanya, víctima de Iago.

Queda su mujer, Emilia, la flamenca Laura Marti de poderosa presencia y voz como veremos luego al cante, y con mucha gracia. Y nos queda la segunda Desdémona, la bailarina Berta Pascual, hermana gemela de la primera Desdémona, Anna. Verlas juntas asombra y evoca aquellos circos de barraca con sus personajes freaks. No quiero decir que unas gemelas sean paranormales, pero Sarraute ha sacado mucho partido a estas dos hermanas para ofrecer una visión dual del personaje que interpretan: por un lado, la mujer convencional y clásica (que interpreta la bailarina) frente a la Desdémona luchadora y moderna que nos gustaría que fuera (y que representa Anna).

La escenografía de Montse Pons es sencilla, dibujada en cartón, que se pliega y se despliega como un acordeón, y suficiente para recordarnos que estamos en la Venecia de la peste. Hay también un trabajo importante de plástica escénica patente en máscaras y vestuario. Personajes y escenografía bajo el mástil por el que veremos a Desdémona trepar casi al final del espectáculo. Pero ojo, el final tiene sorpresa que no puedo desvelar.

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