Un fotograma del videojuego 'Diablo IV'

Un fotograma del videojuego 'Diablo IV'

Homo Ludens

'Diablo IV', misterio y horrores góticos que acechan en la oscuridad

La nueva entrega de la franquicia de Blizzard apuesta por una identidad visual inconfundible y por una narrativa repleta de escenas impactantes

13 julio, 2023 02:13

Lilith es uno de los personajes más fascinantes de las mitologías de Oriente Medio. Con presencia en la Biblia (libro de Isaías), el Talmud y algunas traducciones del poema épico sumerio de Gilgamesh, su figura parece asomar, de una forma u otra, en muchos textos como un demonio femenino y la primera mujer de Adán, expulsada del jardín del Edén por no obedecer a su marido.

Blizzard Entertainment se ha inspirado en todos los relatos semíticos que la describen como una mujer ferozmente independiente, que rechaza el orden establecido y con agencia propia para recrear a la antagonista de Diablo IV, la demiurgo que escapa de la confrontación eterna y maniquea entre las fuerzas infernales y las huestes celestiales. ¿Es suficiente para volver a sumergirse en el mundo de Santuario?

Once años después de la tercera entrega, el juego propuso desde su presentación (en la Blizzcon de 2019, la última que se presentó de manera presencial en Annaheim y a la que tuve la fortuna de acudir) una vuelta a los orígenes, a la atmósfera de terror, los diseños macabros y la prevalencia de tonalidades desaturadas. Ha sido también uno de los títulos más afectados por todos los problemas que asolaron a la compañía en el verano de 2021, llegando a incluso a perder a su director original, Luis Barriga, que fue despedido de manera fulminante después de una investigación de recursos humanos.

El juego ha sido retrasado una y otra vez durante años y medios prestigiosos como The Washington Post han dedicado extensos reportajes de investigación a la producción que la describían como una auténtica pesadilla, con una enorme rotación entre los desarrolladores que anulaban cualquier progreso. A pesar de todo, el juego entusiasmó durante las betas (tanto privadas como públicas) y cuando salió oficialmente al mercado, a principios de junio, lo hizo de manera ejemplar, con unos servidores robustos que aguantaron la avalancha de jugadores de todas las partes del mundo.

El Vagabundo empieza su andadura perdido en un paraje montañoso, acechado por manadas de lobos y en medio de una ventisca. Tras llegar a una aldea y ayudar a los lugareños con una infestación cercana, lo celebran con entusiasmo. Sin embargo, la bebida contenía una droga que lo deja vulnerable y es obligado a consumir pétalos de la propia sangre de Lilith, creando un vínculo con el ente demoníaco y revelando a los lugareños como sus zelotes.

['Amnesia: The Bunker', terror en las trincheras de la Gran Guerra]

Tras escapar a duras penas gracias a la intervención de un monje, acude a la casa de Loranth Nahr (Ralph Ineson), que le explica la profecía sobre el retorno de Lilith y cómo el ángel Inarius cree que es su destino acabar con ella para poder regresar a los cielos tras ser exiliado miles de años antes. Con ayuda de Loranth, el Vagabundo emprende una investigación por todo el continente, tratando de descubrir los planes de Lilith para Santuario, un mundo que durante demasiado tiempo ha sido el campo de batalla de ángeles y demonios.

Diablo IV sigue el mismo esquema que ha hecho a la franquicia casi un género en sí misma, con muchos imitadores. Bajo la etiqueta de RPG de acción, lo que hay es un enfrentamiento casi constante con oleadas de cientos de monstruos y demonios a los que nuestro protagonista debe mantener a raya con todo tipo de habilidades, controlando el flujo de las muchedumbres y priorizando objetivos para salir victorioso.

Un fotograma del videojuego 'Diablo IV'

Un fotograma del videojuego 'Diablo IV'

Aunque hay todo un mundo de complejidades matemáticas bajo la superficie para conseguir maximizar nuestras capacidades ofensivas, las mecánicas principales son muy, muy simples, derivando en un bucle jugable de acción constante y repetitiva. Es un esquema bastante tosco, sin pretensiones, más parecido a un Doom en perspectiva cenital que a un sesudo juego de rol por turnos.

Pero nadie en la industria lo hace mejor. Con 5 clases que cambian radicalmente la forma de jugar, hay muchas maneras de personalizar una experiencia, aunque los objetivos sean los mismos. Es más parecido a cortar el césped o desbrozar maleza que otra cosa, pero cuando sale todo bien, el jugador consigue alcanzar un flow muy satisfactorio.

Diablo IV es lo suficientemente hábil como para desplegar diferentes perchas con las que atraer a todo tipo de públicos. La primera entra por los ojos. El juego tiene una identidad visual inconfundible, muy marcada. El mundo de Santuario está plagado de horrores: esqueletos, zombies pestilentes, demonios, brutales hombres-cabra, bandidos, fanáticos sectarios, criaturas del pantano…

Es un mundo duro y despiadado que tiene como referencias a las visiones infernales de El Bosco o Pieter Brueghel el Viejo, los paisajes lúgubres de pintores románticos como Caspar David Friedrich o John Constable o incluso el esoterismo de Goya o William Blake, además de ilustradores más recientes como Frank Frazzeta o Brom. Es una visión del medievo muy decimonónica, repleta de misterio y de horrores que acechan en la oscuridad.

Un fotograma del videojuego 'Diablo IV'

Un fotograma del videojuego 'Diablo IV'

La segunda percha es la narrativa, sorprendentemente cuidada. Cuando el juego transige con su rigidez en su lealtad a la cámara cenital, es capaz de conjurar unas cinemáticas que consiguen sacar el máximo partido a las expresiones faciales de unos personajes muy bien escritos. A pesar de la contienda sobrenatural que envuelve la búsqueda de Lilith, la trama mantiene su atención sobre un grupo muy reducido de personajes, lo que permite explorarlos en profundidad.

Hay un buen número de secuencias ciertamente terribles e impactantes, sobre todo las que conciernen a los familiares de los héroes sucumbiendo a la corrupción de Lilith. La atmósfera es plomiza hasta decir basta, una de las interpretaciones del grimdark más espartanas, donde incluso los buenos (la Catedral de la Luz y el ángel Inarius) exhiben una catadura moral execrable. Sin embargo, las situaciones, los escenarios y las imágenes tan iconoclastas que el juego nos presenta son tan arrebatadoras que no podemos apartar la mirada.

Diablo IV ha atravesado un sinfín de dificultades hasta llegar al público. El juego está llamado a expandirse y a ir evolucionando durante años, pero lo que tenemos aquí ya es un paquete muy convincente. Ya sea por el estimulante bucle jugable, su portentosa dirección artística o su intrigante faceta narrativa, el juego exhibe razones suficientes para convencer a todo tipo de públicos, desde los más veteranos hasta los neófitos. Las maquinaciones de Lilith bien merecen una partida.

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