Una imagen del juego

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Homo Ludens

'Tiny Tina’s Wonderlands', rol de improvisación

Gearbox escribe una carta de amor a los juegos de rol de mesa con una metacomedia hilarante y los talentos vocales de Andy Samberg, Wanda Sykes y Will Arnett

21 abril, 2022 18:01

Como ocurre en el cine, existe una cierta animadversión de los críticos a los videojuegos cómicos, aunque no siempre fue así. Las aventuras gráficas de los noventa de LucasArts, con The Secret of Monkey Island y Grim Fandango a la cabeza, tienen algunos de los chistes más ingeniosos y desternillantes que jamás haya dado el medio y siguen estando entre los predilectos de muchos. Sin embargo, conforme los videojuegos fueron madurando, las historias que acababan copando las listas de los críticos a final de año fueron eliminando estos ejemplos. Es posible concluir que, de manera colectiva, los escritores que querían poner de manifiesto la relevancia del medio quisieran destacar los ejemplos más dramáticos o con una mayor carga intelectual, ejemplos que combatieran la imagen de los videojuegos como algo superficial e inconsecuente. Tiny Tina’s Wonderlands es, en muchos aspectos, un ejercicio de autoconfianza, una estrambótica contestación a un pretendido esnobismo que, bajo su apariencia burda y obvia, deja traslucir un dechado de imaginación y frescura entre un exceso caleidoscópico total.

Tiny Tina convoca a Valentine (Andy Samberg), Frette (Wanda Sykes) y al protagonista a una partida de rol de Bunkers & Badasses, la versión de Dungeons & Dragons del universo Borderlands, para enfrentarse al Señor de los Dragones (Will Arnett) en un mundo repleto de esqueletos con metralletas, revueltas sindicales de goblins, bicornios de diamantes y todas las convenciones del género fantástico que uno puedo imaginar. Lo que empieza como un trillado viaje del héroe, sin embargo, acaba evolucionando a una absurda aventura repleta de metacomentarios y chanzas que discurren a velocidad terminal mientras el propio mundo cambia sobre la marcha para amoldar la caótica narración de Tiny Tina. Nadie está a salvo y todo es posible en una partida sin ningún tipo de respeto por una construcción de mundos cohesionada.

Desde el punto de vista jugable, Wonderlands no tiene mucho que aportar a la fórmula Borderlands. Es un looter-shooter con un fuerte énfasis en el juego multijugador cooperativo donde las armas responden a un diseño procedural que hace que tengan todo tipo de efectos y propiedades diferentes. Hay varias habilidades, clases y atributos para remarcar los aspectos roleros, pero nada muy diferente a lo que el estudio ya ha practicado con anterioridad en la franquicia. Lo que hace que merezca la pena la experiencia es el derroche de creatividad del que hace gala el diseño narrativo. Con la excusa de una partida de rol conducida por una figura tan locuaz como es Tiny Tina, cualquier elemento en pantalla es susceptible de cambiar de manera inmediata para amoldarse mejor a los deseos de su Dungeon Master. Un día soleado y apacible en las inmediaciones de una urbe medieval se puede convertir, ante una mera sugerencia de los jugadores, en un asalto de las fuerzas del mal bajo un cielo rojo sangre, catapultas y combates encarnizados por doquier. De manera constante se está haciendo referencia y celebrando la volubilidad narrativa de los juegos de rol de mesa y el papel activo de los jugadores en desarrollarla. Cuando creemos que tenemos una idea aproximada de por dónde van las cosas, algo absolutamente surrealista e inesperado sucede en pantalla. El estilo ilustrado que permea la dirección artística encaja a la perfección con el ideal fantástico de los escenarios, compuestos por estampas coloridas y muy evocadoras.

Tiny Tina’s Wonderlands sería un juego del montón si no fuera por los enormes talentos vocales del reparto original. La inconfundible voz de Wanda Sykes (Curb Your Enthusiasm, The Good Fight y una de las anfitrionas de la última gala de los Óscar) hace maravillas con el personaje de Frette, un robot muy involucrado en el juego y firme defensor de las reglas y las matemáticas que rigen sus designios. Andy Samberg (Brooklyn 99) como Valentine encarna el arquetipo más habitual de bardo un poco tontainas pero de buen corazón. Will Arnett como el Señor de los Dragones (Bojack Horseman) es una absoluta genialidad, captando para el papel la misma oscuridad autorreferencial que exhibió como Batman en las películas de Lego. Por último, Ashly Burch vuelve 10 años después al papel que le ha facilitado una exitosa carrera como actriz de videojuegos y, posteriormente, también de televisión y escritora en Mythic Quest. Hace un par de meses salió al mercado Horizon: Forbidden West, donde interpreta a Aloy, su protagonista, y parece mentira que las dos interpretaciones provengan de la misma persona. Tiny Tina es un personaje intencionadamente inmaduro y abrasivo, que hace un uso constante de onomatopeyas, inflexiones de voz y juegos de palabras intraducibles. Está siempre a un tris de hacerse insoportable pero cuando parece que va a cruzar la línea, pronuncia una observación con suficiente ironía como para alejarse de ella. Sin el comentario constante de estos cuatro, junto al resto de estrafalarios personajes (mención aparte merecen los piratas LeChance y Three-Wood, sentidos homenajes al anteriormente mencionado The Secret of Monkey Island), la experiencia de Wonderlands sería mucho más prosaica. Elevan un texto en ocasiones descacharrante y con una sensibilidad gamberra en cada línea. No todos los chistes funcionan, pero el esfuerzo de los guionistas siempre es sincero.

Uno de los escenarios del juego

Uno de los escenarios del juego

Gearbox tuvo una idea genial al querer expandir la propuesta de Assault on Dragon Keep (2012), pero han optado por un conservadurismo extremo en la fórmula jugable. Como looter-shooter, sus excesos pueden llegar a resultar extenuantes. Hay demasiados enemigos que tienen demasiada vida, comportándose como esponjas de daño; el mapa de mundo es una idea interesante que no está bien aprovechada, poblando sus espacios en cambio con multitud de encuentros aleatorios muy engorrosos; el absurdo número de armas y equipamiento que vomitan los enemigos al sucumbir es imposible de gestionar, sobre todo con una capacidad de inventario tan limitada. Una de las pocas novedades, las armas cuerpo a cuerpo, se han expandido mucho para poder usarlas con más asiduidad, pero no terminan de escapar su función de último recurso. En líneas generales, es un juego muy caótico y visceral en el que podrían haber aprovechado la premisa para innovar con mayor ambición. Pero gracias a la calidad de sus diálogos, el ritmo constante de situaciones sorprendentes y las interpretaciones de unos actores veteranos en estado de gracia, Tiny Tina’s Wonderlands se erige en un ejemplo notable de comedia videolúdica para limpiar el paladar entre tanta propuesta cerebral e intensa.

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