Morfydd Clark como Galadriel en 'Los anillos de poder'. Foto: Matt Grace.

Morfydd Clark como Galadriel en 'Los anillos de poder'. Foto: Matt Grace.

En plan serie

'Los anillos de poder': todo el dinero del mundo

La gran apuesta de Prime Video para este año y los siguientes no puede desligarse de sus indicadores económicos porque casi en cada plano se esfuerza en ponerlos ante nuestros ojos

3 septiembre, 2022 03:06

Cuando empezó Juego de tronos (David Benioff & D.B. Weiss, 2011-2019), ideada como una suerte de cara B que completase la parrilla de HBO y que, al tiempo, satisficiera las exigencias de los adeptos a la fantasía épica, nadie pensó en que terminaría convirtiéndose en un fenómeno de masas. A medida que su popularidad fue creciendo, los ejecutivos del canal por cable estadounidense fueron inyectando millones de dólares en el proyecto, anabolizando, en este caso, el dragón de los huevos de oro para que, en cada temporada, el fruto de su vientre fuese más lustroso, más grande, mejor.

Sucedió, sin embargo, que el renovado vigor de unos efectos visuales que se tradujeron en fastuosas secuencias aéreas, batallas nocturnas que demandaban las prestaciones de un IMAX, y no las del aparato de televisión del tan bien iluminado salón de tu casa, y decorados naturales transformados en imponentes ciudadelas a golpe de tecnología digital, terminó por fagocitar una dramaturgia cada vez más endeble, especialmente en sus últimas dos entregas, como si el esplendor presupuestario solo pudiera emplearse en un lucimiento cosmético; la pirámide de Guiza sostenida por una estructura de palillos mondadientes.

Si arrancamos con una cita a la teleficción basada en las novelas de George R.R. Martin es porque, sin haberlo pretendido inicialmente, ha devenido ejemplo de modelo de negocio, algo que ningún responsable de ninguna cadena hubiera vaticinado a principios de siglo, tiempos en los que el género que nutre Canción de hielo y fuego no tenía espacio en televisión, principalmente porque los VFX del momento necesitaban todavía evolucionar para dar unos resultados óptimos en pantallas de pequeño formato.

Por aquel entonces, la épica fantástica era cosa del cine, Peter Jackson jugaba a los bolos con los Óscar acumulados tras el éxito de su trilogía de El señor de los anillos (2001-2003) y nadie pensaba que la obra de J.R.R. Tolkien tuviese cabida en televisión. Pero el tiempo vuela y la tecnología avanza que es una barbaridad, y hete aquí que, dos décadas después y Juego de tronos mediante, nos encontramos con una nueva adaptación audiovisual de los textos del autor de El hobbit que, en este caso, se remontan a la Segunda Edad de la Tierra Media, periodo muy anterior al referido en la novela más famosa del escritor británico.

712 millones de dólares después (250 millones de dólares en concepto de derechos de adaptación y otros 462 invertidos en la producción) Los anillos de poder se nos presenta más como un porfolio bursátil que como un producto audiovisual (o, para ser más justos, como un híbrido entre ambos). La gran apuesta de Prime Video para este año y los siguientes no puede desligarse de sus indicadores económicos porque casi en cada plano se esfuerza en ponerlos ante nuestros ojos. Es como si Jeff Bezos hubiese comprado el grupo Louis Vuitton y nos dejase adquirir sus artículos de lujo a bajo precio haciéndonos notar que nos hace un favor: "Chicos, esto vale más de lo que os cuesta; si no os abonáis, estáis chalados".

['The Cleaner': la soledad de un limpiador de escenas del crimen]

Así, sin necesidad de desmontar un armazón dramático apenas expuesto en sus dos primeros episodios (la primera tanda será de ocho capítulos), es fácil reparar en el sentido unívoco de la teleficción creada por Patrick McKay y John D. Payne: todos los departamentos de la cadena de producción 'juegan' a la épica, incluso cuando no es necesario.

Hay una secuencia que define muy claramente esa voluntad de gran espectáculo que persigue una serie que le hubiera gustado dirigir a Cecil B. DeMille. En el primer episodio, los elfos Arondir (Ismael Cruz Cordova) y Mhédor (Augustus Prew) mantienen una conversación sobre su inmediato futuro, que pasa por su regreso al hogar tras casi 80 años ejerciendo como vigías en la región de los humanos. La charla tiene lugar sobre un puente y el plano de situación que la introduce, y que ha de hacer saber al espectador dónde se encuentran los personajes a fin de que pueda seguir la escena cuando esta vaya fragmentándose, es un vuelo de dron que avanza desde la lejanía hasta el puente en el que se hallan los elfos.

Otra escena de la precuela de 'El señor de los anillos'.

Otra escena de la precuela de 'El señor de los anillos'. Prime Video

La imagen es tan aparatosa, tan grandilocuente, y el momento dramático tan banal, que ese movimiento de cámara solo obedece a un ferviente deseo por espectacularizar cada toma mostrando murales digitales que retratan enormes paisajes en los que bosques y montañas rodean ciudades que merecerían figurar en el catálogo de las maravillas del mundo.

J.A. Bayona, rodeado por una guardia de corps netamente española (el director de fotografía Óscar Faura y los montadores Jaume Martí y Bernat Vilaplana), dirige los dos primeros episodios y sabe servir a la causa como supo mantenerse fiel a los estándares fijados para la saga Jurassic Park en Jurassic World: el reino caído (2018).

Los tropos audiovisuales quedan definidos inmediatamente: mostrar las reacciones antes que las causas (primero la mirada, después lo que la dirige o modifica), entrar 'tarde' a los espacios alargando el tiempo de espera y aumentado el impacto de lo asombroso, acompañar cada gesto -ya sea una lucha o un diálogo- con música que le haga juego (obra de Bear McCreary), combinar el drama íntimo con la aventura de grandes dimensiones (un trol en el primer capítulo, un dragón marino en el segundo) y, en un guiño que denota la astucia del director español, replicar el juego de tamaños que acuñara Jackson en la trilogía cinematográfica -aquí Galadriel comparada con la fortaleza en la que se refugió Sauron; las pequeñas pelosas en oposición a la figura del visitante- y que servía para plasmar la necesidad de colaboración entre los muy distintos pobladores de la Tierra Media a fin de erradicar un mal mayor (una comunidad forjada por seres muy distintos, tal y como las imágenes demostraban).

Fotograma de 'Los anillos de poder'.

Fotograma de 'Los anillos de poder'. Prime Video

Por lo demás, y asumiendo que todavía es pronto para lanzar una valoración tajante, Los anillos de poder también remite a las estructuras argumentales de El señor de los anillos, compuesta de bloques cosidos mediante el uso del montaje alterno para mostrar distintas situaciones coincidentes en el tiempo: la joven Galadriel (Morfydd Clark) y su incesante búsqueda de Sauron, lugarteniente de Morgoth, señor del mal que fue destruido tras una larga guerra; las aventuras de Nori (Narkella Kavenagh) y Poppy (Megan Richards), dos pelosas que recuerdan a sus sucesores hobbits Frodo y Sam, inmersas en una extraña relación con un ser desconocido llegado de las estrellas; el inicio de la forja de los anillos de poder por parte de Celebrimbor (Charles Edwards), secundado por Elrond (Robert Aramayo) y ayudado por los enanos en tal empresa; la irrupción del mal en las tierras de los humanos… En resumen, McCkay y Payne nos preparan para el advenimiento de Sauron y la batalla que los pueblos de la Tierra Media han de librar contra él.

Si el primer episodio, que posee una sintética secuencia inicial seguida de un prólogo que describe la obsesión de Galadriel, nos pone en situación -la aparición de mapas es recurrente- y nos presenta a los distintos 'grupos raciales' que se verán involucrados en la historia, el segundo culmina ese proceso (aparecen los enanos) y despliega la trama principal: el mal que todo el mundo creía erradicado viaja por las profundidades de la tierra y está dispuesto a emerger para recuperar el territorio que le fue arrebatado a Morgoth, primer señor oscuro.

['Tiempo de victoria': cerca de las estrellas]

Digamos ya que A la deriva (1.02) contiene la mejor secuencia hasta el momento -el ataque del orco, filmado con pulso y mostrando paulatinamente al 'monstruo' que viene a ver a Bronwyn (Nazanin Boniadi) y a su hijo– y la peor subtrama, el insulso romance entre la propia Bronwyn y el elfo Arondir.

Pero tiempo habrá para ahondar en esta insistentemente apabullante producción de Prime Video, si bien con este tipo de sagas uno tiene la sensación de encontrarse con un mecano de piezas limitadas que se combinan de maneras distintas para obtener un resultado similar al diseño original, aquel que conquistó el corazón del fandom. Sucede con Star Wars, sucede con Los anillos de poder y sucede, también, con La casa del dragón (Ryan Condal & George R.R. Martin, 2022-?), precuela de Juego de tronos de cuyos primeros tres episodios hablaremos, con más calma, en nuestra siguiente entrega.

Pablo García Casado. Foto: Archivo del autor

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