El incomodador por Juan Sardá

100 años del maestro Germi

23 mayo, 2014 13:13

[caption id="attachment_869" width="150"] Pietro Germi[/caption]

Por motivos que tanto tienen que ver con la dominación cultural de Estados Unidos como con la "excesiva" cercanía de los italianos, en nuestro país gozan de mayor reconocimiento los directores americanos clásicos así como franceses y suecos. Sin embargo, probablemente el mejor cine de Europa, y durante algunos años del mundo, se rodó en Italia. Gritones, corruptos, anticuados, hipócritas, expresivos y grandilocuentes, los italianos son además primos hermanos de los españoles y en ese auto-odio tan patrio hemos preferido vernos reflejados en los sofisticados parisinos o los concienzudos escandinavos. Y con estás, cineastas de la altura moral e intelectual de Pietro Germi, de cuyo nacimiento se cumplen este año cien años y de su muerte cuarenta, no figuran en el imaginario cinéfilo a la misma altura de Bergman, Godard o John Ford aunque su obra merece constante veneración.

Nacido en Liguria, cerca de Génova, Pietro Germi convirtió Sicilia en el escenario predilecto de sus películas. La más conocida, Divorcio a la italiana (1962), es una muestra extraordinaria de un talento superlativo para mezclar la más acerada crítica social con un sentido del humor y del sarcasmo tan profundamente divertido e inteligente que uno la ve en un estado de constante felicidad y exaltación. Germi se convirtió en un maestro a la hora de retratar esa sociedad provinciana, ultracatólica e indolente cuya vida transcurre en mayor medida en el café de la plaza del pueblo, escaparate de sus vanidades y mentiras. Divorcio a la italiana cuenta la historia de un barón (Marcello Mastroianni) vago y atractivo harto de una mujer bigotuda (la mujer bigotuda es un clásico del cine de Germi) y atontada que le impide casarse con su sobrina. El sinsentido de las leyes sicilianas, que prohiben el divorcio y condenan muy levemente el asesinato cuando se produce adulterio da lugar a una festival de la hilaridad. Premiada en Cannes y ganadora de un Oscar, permanece como una de las mejores comedias de la historia del cine.

[caption id="attachment_870" width="450"] Divorcio a la italiana de Pietro Germi[/caption]

Pietro Germi, cineasta del pueblo, consigue el prodigio de hacer cine popular, político y profundamente inteligente. En otra de sus grandes obras maestras, la célebre Seducida y abandonada (1964) brilla también su capacidad para el retrato etnográfico de costumbres y la manera en que presenta los rituales de una sociedad como la siciliana que vive de puertas para fuera en una representación constante de una teatralidad puritana, nos proporciona vibrantes momentos como ese ceremonial de la plaza en el que se teatraliza la pureza de la protagonista que resulta inolvidable. La historia de una chica condenada a ser soltera toda su vida por un romance inocente de adolescencia y la histeria de un padre que prefiere la muerte antes que se reconozca en público que su hija no llega virgen al matrimonio es tanto un recordatorio del atraso de las costumbres en Europa así como una muestra del vertiginoso cambio social experimentado las últimas décadas en parte gracias a cineastas como Germi. Seducida y abandona es una muestra del poder del arte para transformar la sociedad.

Cineasta a medio camino entre el neorrealismo y la comedia italiana, Germi no dirigió muchas películas pero aún rodó otros grandes títulos. El ferroviario (1956) es una película muy marcada por el neorrealismo y está protagonizada por él mismo. Germi da vida a un ferroviario aficionado a la bebida que pierde su trabajo después de un accidente casual. Los problemas matrimoniales de su hija, que tantea con un divorcio legal en la Italia peninsular y que le parece una deshonra así como sus problemas con sus antiguos compañeros cuando decide trabajar durante la huelga como forma de recuperar su antiguo oficio dan pie a un sólido y emotivo drama en el que el héroe de la función no es un hombre íntegro de una sola pieza sino un personaje complejo e incluso a ratos desagradable al que da vida con gran profundidad psicológica el director y actor.  Germi también protagoniza otro de sus icónicos dramas, El hombre de paja (1958) en la que narra la relación sentimental entre un hombre maduro y casado, él mismo, y una atractiva joven. De nuevo, el cineasta indaga en la tensión entre los convencionalismos sociales y los deseos íntimos logrando una obra de gran fuerza lírica.

[caption id="attachment_871" width="450"] El ferroviario de Pietro Germi[/caption]



Germi ganó la Palma de Oro en Cannes por una de sus mejores comedias, Señoras y señores (1966) en la que continúa explorando esa Sicilia de rituales e hipocresías para incidir de forma especial en esa doble moral según la que los pecados no revisten gravedad por sí mismos sino porque sean conocidos. En tres episodios, Germi realiza una desternillante radiografía de la sociedad siciliana a partir de un grupo de amigos de clase alta y sus continuos devaneos con otras mujeres. La mejor historia del filme, en la que un contable casado con una mujer insoportable con la que convive literalmente con tapones en los oídos, lucha contra todos los elementos para llevar a buen fin su romance con una cajera. Es conmovedor ver a ese hombre enamorado superar todos los obstáculos para terminar por darse de bruces con una sociedad brutal y opresiva que no permite que nadie se salga de la raya sentando un peligroso precedente. La popular Un maldito embrollo (1959), considerada película puente entre una primera parte de su filmografía más dramática y la segunda más cómica trata sobre la doble vida de los vecinos de un edificio involucrados en un asesinato y en ella desarrolla de nuevo su capacidad para reflejar la dicotomía entre lo confesado y lo vivido.

Al revelar la absurdez e inhumanidad de unas normas morales puritanas e hipócritas, Germi realiza cine político de la especie más noble al confrontar al espectador con la idiotez de lo que está viendo y obligarle a reír con ello. El cine de Germi, como el de otros maestros de la época (Vittorio de Sica, Moniccelli, Pasolini o el primer Fellini) desprende en todo momento verdadero humanismo y aunque sus personajes sean en casi todos los casos ridículos o patéticos jamás se burla de ellos más que lo justo porque nunca se pone por encima. Marginado por parte de la intelligentsia italiana durante años porque jamás quiso casarse con el Partido Comunista ni hacer películas dogmáticas ni renunciar a la comedia para decir lo que quería decir, Germi fue un espíritu libre y hermoso cuya obra debe ser revisada exhaustivamente con motivo de sus 100 años.  

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