Image: La enrevesada poética de José María Sicilia

Image: La enrevesada poética de José María Sicilia

Exposiciones

La enrevesada poética de José María Sicilia

Accidens

14 septiembre, 2012 02:00

Le champ de blue aux oiseaux, 15-M, 2011

Galería Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 11 de octubre. De 7.000 a 45.000 euros.

¿Hacia dónde va la nueva producción artística de Sicilia? Esta última exposición del artista en la galería Soledad Lorenzo antes de su cierre, apunta hacia dónde van las nuevas directrices de su pintura.

El pasado mes de abril, para ser más exactos el Domingo de Resurrección, un día especialmente taurino en Sevilla, José María Sicilia (Madrid, 1954) inauguraba en el Hospital de la Caridad, la exposición Accidens, gestionada, producida y comisariada por Pepe Cobo & Cía, resultado de experiencias del artista vinculadas a la realización del cartel anunciante de la temporada de corridas de 2011 en la Maestranza de la capital hispalense.

Ahora, con el mismo título, y sin el marchamo de Pepe Cobo, varias de aquellas obras recalan en Madrid para abrir la temporada artística en Soledad Lorenzo, que seguramente sea la última. Es una muestra variopinta, que reúne objetos, piezas sonoras, dibujos y pinturas en un amalgama cuyo denominador común es que son fruto de un "accidente", de algo que sucede independientemente de la voluntad o del gesto del artista. Los cuatro espacios de la galería constituyen cuatro ámbitos en los que se suceden coyunturas diferentes. En el primero conviven la memoria de los toros con la representación gráfica del sonido del canto de los pájaros y la imagen, extraída de youtube, de la ubicación de las personas en ciertas zonas azotadas por el tsunami. No hay más relación entre ellas que la formulación poética que las sustenta y que, en obras como El burladero -uno de los de la Maestranza, labrada la madera, previamente corneada y pateada por los toros, por el artista con los sonogramas de la berrea- o Derrumbamiento interior -seis placas adheridas al muro de los chiqueros para que los animales las pateen, orinen y quizás corneen- exhiben lo más débil, si no de su carácter sí del proceso de realización.

El segundo ámbito recoge dos esculturas cuya forma procede del sonograma del canto del pato tarro canelo. El resultado final se aproxima a lo que siempre hemos despreciado por falsamente "moderno", a lo que contribuye el rojo hiriente en que han sido bañadas. Por último, en la amplia sala final se distribuyen tres trípticos con el mismo título, El instante, cuyo fundamento vuelve a ser una vez más el canto de las aves, pero cuya realización es más clásica, y en espacio bajo de la galería -junto a otra pieza a mi modo de ver fallida y que pretende una imposible lectura política-dos cuadernos de dibujos extraídos de la misma fuente sonora.

Ese último tramo, el más pictórico, por más que en Sicilia se haya ido debilitando progresivamente la tensión y la fuerza de sus pinturas de mediados de los 80 que le hicieron figura imprescindible de la escena internacional es, a mi entender, lo más sólido y convincente de la exposición, tanto formal y cromáticamente, como por la complejidad y buena mano de su factura. Aunque no se nos explicase su enrevesada procedencia, las admiraríamos.