
Vista general de la exposición. Foto: Museo Reina Sofía
Laia Estruch, la escultora-performer que se convierte en mujer de agua y pájaro de viento
El Museo Reina Sofía presenta una retrospectiva del trabajo escultórico de la artista, aunque lo realmente asombroso es verla interactuar con él.
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¡Croooacc!, ¡huic!, ¡grrrrrr!, ¡ta-taaa-tá! Esto, o algo así, es lo que se escucha en la exposición de Laia Estruch (Barcelona, 1981) en el Reina Sofía. Parece un parque de atracciones, un zoológico o incluso una jaula de pájaros salvajes donde tan solo vive un único ejemplar, el de la especie laius estruchensis, una rara ave anfibia que emigra de la performance a la instalación, del grito al dibujo, de la tradición vocal mallorquina al spoken word. Muta y se transforma en su propia escultura, y su escultura deviene cuerpo vociferante mientras está siendo penetrado, cantado, recitado.
El agua y el viento conviven con el postpunk, el deporte, el teatro experimental, la literatura y la tradición oral, pero también con el minimalismo y el conceptualismo de los setenta. Resuenan en su obra el grupo de artistas que trabajaba en torno al Judson Dance Theater en el Nueva York de 1962: performers colgadas de arneses bailando sobre la pared de Trisha Brown, las ideas del azar en la música y el sonido de John Cage y, por supuesto, la serie de esculturas de Robert Morris Bodyspacemotionthings, de 1971, trabajos icónicos e interactivos realizados para ser escalados, balanceados, recorridos.
Laia Estruch declina sus piezas en materiales como el acero pintado, la cerámica, la tela de poliéster o el PVC, que convierte en circenses pasadizos, toldos y gigantescas cortinas dándoles una nueva vida. Los comisarios –el colectivo Latitudes– denominan a esta muestra “almacén transitable” o “estudio abierto”, y es que disponen –en dos salas intercomunicadas– de su producción escultórica y sonora de los últimos 15 años.
Si visitan Hello Everyone, el título de la exposición, verán sus piezas húmedas, hinchables para piscinas, y secas, toboganes que no llevan a ninguna parte o armazones estructurales que recuerdan a esqueletos de animales prehistóricos, pero, a pesar de lo fantásticos que son estos dispositivos, lo interesante es ver a la artista performar e interactuar con ellos.
Echamos de menos un apoyo videográfico que nos ayude a entender la complejidad de su trabajo, a pesar de que haya una pantalla vertical con fragmentos de sus representaciones en una esquina de la sala principal y de que el propósito de esta exposición sea mostrar la intrínseca belleza de sus objetos escenográficos. Estén atentos porque publicarán nuevas fechas en la que la artista-pájaro activará las piezas.

Laia Estruch: 'Hello Everyone'. Museo Reina Sofía, 2025
Entre la locura y el ahogamiento, lo que parecen tarareos de canciones tártaras, graznidos y gruñidos, hidrología y folclore, las leyendas paganas, el paisaje y el cuerpo, los juegos de niños y la gimnasia libre, Estruch nos confiesa en un texto de vinilo en una de las paredes: “Entender no me entenderás porque no me entiendo ni yo, puedo vivir dos o tres vidas paralelas perfectamente, en lugar de actuar, fabulo. Sigo sin tatuajes”. Estas palabras son un fragmento de la pieza Performance al teatre, de 2021: cuatro horas de conversaciones con su padre en el teatro la Villarroel de Barcelona que traduce a jadeos, balbuceos, murmullos y ásperas exclamaciones de las que tan solo quedan estas frases.
También utiliza el texto en la pieza /fu:d/ (comida en el alfabeto fonético), de 2014, en la que las palabras pintadas a brochazos recrean fragmentos de Mrs. Beeton’s Book of Household Management (El libro de la señora Beeton sobre la administración del hogar) de 1861; un influyente tomo doméstico para burguesas de la época victoriana en el que las recetas en castellano son transcripciones onomatopéyicas que la artista recabó en Andalucía.

Vista de 'Hello Everyone' de Laia Estruch en el Museo Reina Sofía. Foto: Museo Reina Sofía
Estruch vuela en Kite-1, Kite-2 y Kite-4 (2023-2024), tejidos aerodinámicos que recuerdan a velas de windsurf y kitesurf agujereadas y tensionadas entre paredes que evocan las corrientes naturales de los vientos. Kite, junto a la deconstrucción de la pieza de 35 metros del MNAC, Trena, se convierten en los hitos de la exposición y, debido a sus dimensiones, marcan el ritmo del tránsito de los espectadores a los que se les veda el acceso por algunas partes de la sala obligándolos a rodear algunas de las obras.
La primera cometa se inspira en la mitología de los efectos delirantes del viento de tramontana del Alt Empordà, la segunda refleja la orientación de los ocho vientos de Menorca y cómo estos han configurado la historia comercial de la isla, y la tercera (que es la 4) hace referencia a la brisa marina de la Baja California, célebre por la práctica de estos deportes acuáticos.

Laia Estruch: 'Residua' y 'Anuncio Residua A', 2022. Foto: Museo Reina Sofía
Los 27 trabajos que se presentan aquí abrazan una plétora de referentes, como los objetos-poema de Joan Brossa, los dibujos de Jordi Samsó que encontró en un mercadillo en Barcelona, los textos de Samuel Beckett o las esculturas transitables de Niki de Saint Phalle.
Su apabullante ecosistema de formas y voces transitables –bio y morfodiverso– nos apela desde una original intersección de disciplinas ¡Grrrr!, ¡croac!, ¡ahhhh!