Marina Vargas

Marina Vargas Daniel Hidalgo

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Marina Vargas se revela en el Thyssen: "Reivindicar a María Magdalena es un acto poético, político y social"

Acaba de inaugurar 'Revelaciones', una exposición que investiga el silenciamiento de las mujeres a través de la figura de la santa. La artista participa también en ARCO, con la galería ADN.

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El Cultural
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¿Qué libro tiene entre manos?

En este momento estoy leyendo Brujas. ¿Estigma o la fuerza invencible de las mujeres?, de Mona Chollet.

¿Cuál es el libro que más le ha ‘autoayudado’?

Cualquier libro de Antonin Artaud. Ha sido un gran aliado. Recuerdos, sueños, pensamientos, las memorias de Carl G. Jung, La campana de cristal y los diarios de Silvia Plath. No podría decidirme por un solo libro.

De no haber sido artista, ¿qué hubiera querido ser?

Seguramente habría estudiado Filosofía o Antropología.

¿Cómo son las Revelaciones que narra en su exposición del Museo Thyssen?

Son una experiencia intelectualizada y también una conversación íntima que se hace pública. En Revelaciones "sentir es pensar".

¿Qué queda aún por decir de María Magdalena, uno de los vértices de su exposición?

Reivindicar su figura es un acto poético, político y social. Ella nos enseña lo importante que es "resucitar en esta vida" y cómo los silencios hablan. Aunque te quieran borrar del relato, es imposible porque el tiempo es un gran juez.

Usted trabaja con la enfermedad después de sobrevivir a un cáncer de mama. ¿Es su arte terapéutico?

Para mí, sí. Es un espejo en el que reconocerme y, al mismo tiempo, una ventana al mundo. El arte es un refugio en situaciones límite y una herramienta de sanación.

¿Cuándo se dio cuenta de que era feminista?

Cuando me sentí amenazada y alcé la voz.

Un acontecimiento histórico que le habría gustado vivir in situ. ¿Por qué?

Me habría encantado vivir la caza de brujas… aunque estoy segura de que me habrían quemado [risas]. La caza de brujas hizo que la mujer decidiera liberarse de su opresión.

Un disco o canción que se ponga en bucle estos días.

En el taller me acompaña el Bolero de Ravel.

¿Cuál es la serie que ha devorado más rápido?

El cuento de la criada, basada en la novela de Margaret Atwood. Un futuro distópico en Gilead, un país totalitario que se establece después de una guerra civil. En él, las pocas mujeres fértiles que quedan, llamadas "criadas", son forzadas a la esclavitud sexual.

¿En qué película se quedaría a vivir y en cuál no aguantaría ni un minuto?

Me quedaría a vivir en El color de la granada de Sergei Parajanov. ¡Es una belleza! Y no aguantaría vivir en Saló o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Pasolini.

¿Ha experimentado alguna vez síndrome Stendhal?

Sí, ante una exposición de Hilma af Klint.

No se muerda la lengua, díganos algo que ya no soporte del mundillo cultural.

Los abusos de poder. No soporto ya el mínimo resquicio de miseria y toxicidad en el trabajo. Prefiero marcharme a seguir viviendo proyecciones.

Una obra sobrevalorada.

La banana en la pared de Maurizio Cattelan que se vendió por 6,2 millones de dólares; "por muy mono que sea el espectador", me parece indignante.

Un placer cultural culpable.

Comprar en el rastro objetos con los que conecto sin saber si los utilizaré después. Soy una gran acumuladora de piezas que, con el tiempo, incluyo en alguna obra.

¿Cuál es la última exposición a la que ha ido?

En el aire conmovido. Comisariada por Georges Didi-Huberman en el Reina Sofía. Es una joya que parte del "duende" de Lorca y se nos presenta como una antropología política en clave poética de las emociones, que se origina en lo individual para ingresar en el terreno de lo colectivo. Aconsejo visitarla.

¿La inteligencia artificial matará la creación artística?

La creación nunca muere. Se transforma.

España es un país…

Diferente.