Vicente Cutanda: 'Una huelga de obreros en Vizcaya', 1892. Museo Nacional del Prado

Vicente Cutanda: 'Una huelga de obreros en Vizcaya', 1892. Museo Nacional del Prado

Arte

La pintura social que hizo historia se muestra en el Museo del Prado en una exposición insólita

La pinacoteca recorre el trabajo en las fábricas, la marginación, la inmigración, la prostitución, la enfermedad o las luchas sociales entre 1885 y 1910.

27 mayo, 2024 03:20

A quienes se lamentan de que el arte actual está infestado de contenidos, ya sea el género, la inmigración, el populismo o el cambio climático, les sugiero que visiten esta exposición.

Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910)

Museo del Prado. Madrid. Comisario: Javier Barón. Patrocinada por la Fundación BBVA. Hasta el 22 de septiembre

Verificarán que el arte dedicado exclusivamente a explorar su propio lenguaje o expresar la subjetividad del autor o la autora ha estado en auge apenas cien años, desde los últimos del siglo XIX hasta los últimos del XX.

Antes y después de eso que llamamos arte de vanguardia, los distintos géneros y lenguajes artísticos han estado empeñados en referirse a los problemas del mundo real. Alguien puede pensar que esto no es arte, pero a estas alturas pretender que el “verdadero arte” sea solo de este modo o de este otro, es una ingenuidad.

[El Museo del Prado vuelve a reivindicar a sus mecenas: el papel decisivo de las mujeres del siglo XVII]

Bien es verdad que llamamos arte a demasiadas cosas demasiado distintas y que la palabra es muy corta para algo tan largo, y que bien podíamos los historiadores haber inventado otras, pero este no es el lugar para pensar en ello.

Viene esta reflexión al hilo de una exposición al tiempo insólita y obvia, que acaso repugne a los modernólatras, y que estaba al alcance de la mano, dada la extraordinaria colección que el Museo del Prado atesora de obras que entre 1885 y 1910 se dedicaron a las “cuestiones palpitantes” (en palabras de Emilia Pardo Bazán).

Luis Jiménez Aranda: 'Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe', 1889. Museo Nacional del Prado

Luis Jiménez Aranda: 'Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe', 1889. Museo Nacional del Prado

Y esto porque en ese periodo estos eran los temas por excelencia presentados a las Exposiciones Nacionales (cuyas obras premiadas solían ser adquiridas por el Estado). Asuntos como el trabajo en las fábricas, la marginación, la inmigración, la prostitución, la enfermedad o las luchas sociales habían sido hasta entonces poco frecuentes.

Pero en torno a 1885 no sólo eran nuevos los temas sino también su tratamiento. El cauce elegido fue el naturalismo, una tendencia estética dominante en Europa desde unas décadas atrás, a partir de la impetuosa literatura de Émile Zola, que pretendía superar la anécdota del relato para establecer una crítica social bien fundamentada.

[El Museo del Prado se consolida en el primer puesto del Observatorio de la Cultura]

En nuestro país la pintura social pasó entonces a ocupar a todos los efectos el papel que hasta entonces ostentaba la pintura de historia. Dos cuadros aquí presentes: Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe, de Luis Jiménez Aranda y Triste herencia, de Joaquín Sorolla, recibieron incluso el máximo galardón en las Exposiciones Universales de París de 1889 y 1900.

Pero como comprobaremos, esta preocupación social impregnó, además de la pintura, la escultura, la fotografía, la ilustración y las artes gráficas, estas últimas con mayor sentido crítico y mayor capacidad de innovar.

Es esta una extensa exposición al tiempo insólita y obvia, que acaso repugne a los modernólatras

Y aunque esta muestra se centra en el lenguaje más clásico, desde Benedito, Fillol y Martínez Cubells a Joaquín Mir o Ramón Casas, se asoma también a horizontes expresivos y postimpresionistas de la mano de Regoyos, Nonell, Gutiérrez Solana… e incluso Juan Gris y Picasso. Pero es imposible resumir con justicia la nómina de artistas y de obras, porque esta es una de las exposiciones más extensas de cuantas se han celebrado en el Prado.

Se divide la muestra en diez secciones: trabajo, educación, religión, enfermedad y medicina, muerte, accidentes laborales, prostitución, emigración, pobreza y marginación étnica y social, colonialismo y, por último, huelgas y reivindicaciones sociales.

José Jiménez Aranda: 'Una desgracia', 1890. Colección particular

José Jiménez Aranda: 'Una desgracia', 1890. Colección particular

En todos los casos, la protagonista es la pintura, aunque a su lado encontramos pequeños gabinetes dedicados a las restantes artes. El capítulo dedicado al trabajo es el más nutrido y previsible, y en él destaca el conjunto de obras que representan el trabajo femenino y el trabajo infantil.

Muy interesante es la sección sobre educación, que recorre desde la enseñanza religiosa a las primeras experiencias de educación en la naturaleza. Considero un acierto esa doble visión que componen la inmigración y el colonialismo (fundamentalmente en Filipinas).

[El Museo del Prado extramuros: la verdad sobre los depósitos]

Y formidable es la coda final dedicada a las luchas obreras. Es ahí donde se enlaza pintura de historia con pintura social, en los retratos a carbón que realizó Rusiñol de los anarquistas presos con motivo de las bombas del Teatro del Liceu o en el cuadro panorámico, como corresponde a un sujeto colectivo, titulado Una huelga de obreros en Vizcaya, de Vicente Cutanda.

La titubeante modernización de la actividad productiva española golpeó su estructura social. Incluso un Picasso de 16 años pintó un cuadro que aquí encaja a perfección, como es Ciencia y caridad. Entre una y otra está una enferma con muy mala cara, que se llamaba España.

Darío de Regoyos: 'Las hijas de María (Servantes de Marie)', 1891. Colección particular

Darío de Regoyos: 'Las hijas de María (Servantes de Marie)', 1891. Colección particular