Image: Ramón Casas, el retratista de la modernidad

Image: Ramón Casas, el retratista de la modernidad

Arte

Ramón Casas, el retratista de la modernidad

8 marzo, 2017 01:00

Flores deshojadas, 1894

CaixaForum Madrid se une a la celebración del Año Casas con la retrospectiva Ramón Casas. La modernidad anhelada en la que, a través de más de 150 obras, se rastrea su trayectoria, sus influencias y su conexión con la modernidad con el cultivo de la fotografía, la pintura, el dibujo y la estampa japonesa.

Ramón Casas puede ser definido como el retratista moderno. Este fue el género, tanto como pintor como dibujante, que vertebra gran parte de su imaginario. Como suele ocurrir sus primeros protagonistas fueron sus familiares y amigos íntimos ya que su estudio y realización resultaba más fácil. Su maestría con el carboncillo aliñado con toques de pastel hizo que se convirtiera, poco a poco, en el retratista de su época y sus obras fueron demandadas también por la burguesía. Numerosas personalidades de la cultura de su momento y retratos de mujeres vestidas a la moda española fueron algunos de sus motivos. Pero no solo fue retratista, en un ejercicio de conectar con la modernidad también creó carteles, hizo fotografías y la estampa japonesa que ayudan a enmarcar su obra dentro el contexto social y cultural del periodo en que vivió.

El artista de la modernidad cumpliría este año 150 años y como homenaje a su figura Ramón Casas. La modernidad anhelada, una retrospectiva de más de 150 obras que rastrean toda su trayectoria. Pero no solo se podrán ver las piezas de este artista catalán sino que en un ejercicio de espejos Casas se encuentra rodeado por los pintores que le influyeron y por los que se reflejaron en su obra. Es decir, figuras de gran calado como Toulouse-Lautrec, John Singer Sargent, Santiago Rusiñol, Julio Romero de Torres, Joaquín Sorolla, Joaquín Torres García o Pablo Picasso, entre otros. Casas representa, por tanto, el referente más claro del arte realizado en Cataluña en el fértil periodo de finales del siglo XIX y principios del XX. Entre los objetivos de esta exposición se encuentra contextualizar su obra y, por esa misma razón, se divide en cinco bloques o secciones, un camino de doble sentido que permite visualizar las influencias, analogías e intereses comunes que existieron entre Casas y otros autores contemporáneos.

Ramon Casas y Pere Romeu en un tàndem, 1897

A los 15 años decidió trasladarse a París para estudiar y allí se asentó. En este contexto de la década de 1880, el contacto con el principal centro artístico europeo fue un incentivo estimulante, dado que le permitió conocer un abanico muy rico de lenguajes y tendencias creativas. Joven y permeable no se reflejó en los modelos locales sino que se fijó en la obra de artistas internacionales. En este ambiente, Casas quedó deslumbrado y adoptó un registro poético ecléctico e indeterminado, pero sin gestar aún una voz propia y original. Esta simbiosis híbrida quedó patente en una indefinición de lenguaje y un predominio de los ejercicios autorreferenciales donde predominan los retratos familiares, de amigos, de todo aquello que le permitió autoafirmarse como pintor, con el objetivo de hacer un autodescubrimiento fundamentado en las miradas y las referencias deudoras de las obras de otros pintores. Pocos años más tarde la obra de Casas acabó siendo el espejo en el que se reflejaría la obra de la generación artística catalana posterior.

La vida bohemia y la multitud

En enero de 1897 abrió sus puertas en Barcelona la cervecería Els Quatre Gats, un local con un modelo cultural alternativo dedicado a incentivar y estimular la libertad y la creatividad artística, siguiendo el modelo del famoso cabaret parisino Le Chat Noir. Aunque no supuso ninguna alteración de las relaciones artísticas existentes, la actitud del grupo bohemio, liderado por Casas, Romeu y Rusiñol, evidenció la crisis del sistema oficial de las artes, incapaz de dar salida a las pulsiones más vanguardistas y dinámicas de la época. A pesar de que la vida y trayectoria de Els Qautre Gats duró tanto solo seis años, Casas vivió un momento de gran creatividad y este episodio de la historia cultural de Barcelona fue una de las aportaciones más originales y estimulantes de la modernidad artística catalana.

La permeabilidad del artista se refleja, por otro lado, en su atracción hacia el cultivo de la temática popular como las majas y los toreros, muy en sintonía con la más tradicional veta brava española. Después de todo, su obra evidenciaba un modelo híbrido en el cual el pintor moderno tendía a nutrir su imaginario con todos aquellos elementos que pudieran enriquecerlo, superando la tradicional diferencia que separaba la alta cultura de la baja. El circo, la tauromaquia, los espectáculos populares permitían la conexión con unas formas de recreo muy arraigadas en el imaginario popular y que desvelaron el interés de las nuevas generaciones de artistas. Sin embargo, la sobreinterpretación abusiva del tema produjo un efecto contrario, dado que Casas también tuvo la tendencia de fijar una imagen tópica y estereotipada, sin pretender revisar la visión folclórica hegemónica.

Garrote vil 1894

Más adelante, llegado 1894 y con la realización de Garrote vil, Casas inauguró una serie de composiciones dedicadas a la denominada pintura de crónica social. Aunque con anterioridad había iniciado el camino de descubrimiento de un nuevo material sensible como era el de la aparición de público en las escenas taurinas, no fue hasta aquel momento cuando el pintor decidió incorporar a su repertorio el motivo de la multitud de una forma mucho más intensa. En realidad, la temática entronca con la tradición decimonónica de la pintura de historia, en la cual se reflejó, pero con una voluntad de superar las limitaciones y los convencionalismos característicos del género. Casas incorporó en estas obras un actor histórico nuevo: la multitud anónima. Por encima de las implicaciones morales del tema, la ausencia de valores individuales o la tendencia a la alienación social, para las narraciones representadas permitían al pintor captar las posibilidades estéticas de una masa uniforme de personas aglomeradas. De la misma forma, las composiciones ponen de manifiesto la influencia de la técnica fotográfica, un efecto especialmente perceptible en el uso de un tipo de encuadre fragmentario y un marco visual abierto que insinúa una acción continuada.

Otro de los grandes temas que hilan su trayectoria fue el retrato de la mujer. Las obras expuestas incluyen una diversidad tipológica suficientemente representativa de los diferentes modelos en los cuales fundamentó la búsqueda del ideal estético de belleza femenina, aunque predomina el perfil de la mujer sofisticada, refinada, elegante y coqueta, mucho más próxima al decorativismo del estilo de 1900. Esta ambientación de sofisticación, lujo y riqueza nos sumerge en una sociedad que tiene el hedonismo y el culto al placer esteticista como valores muy estereotipados del decadentismo de finales del siglo XIX. Sin embargo, junto a este arquetipo, deudor de la pintura anecdotista y de la sensualidad orientalista, también emerge, como reclamo publicitario, un modelo de mujer emancipada, activa, que tiene un papel más acorde con la vida moderna y a quien le gustan actividades como la lectura o el deporte, alejadas de la imagen tradicional. De la misma manera, las series de desnudos realizados durante la década de 1890 devienen uno de los episodios pictóricos más libres y estimulantes de Casas. En términos formales, se trata de ejercicios que superan las convicciones academicistas y derivan en propuestas de gran atrevimiento formal y de una gran fuerza visual.

Entre las obras destaca un numeroso grupo procedente de colecciones privadas, así como préstamos de museos españoles y extranjeros como el Museo Picasso de París, el Museo de los Agustinos de Toulouse, el Museo de Bellas Artes de Burdeos, la colección Abelló, la Galería de los Uffizi de Florencia, la Colección Carmen Thyssen, el Museo Nacional del Prado, el Museo Reina Sofía, el Museo Picasso de Barcelona, el Museo de Bellas Artes de Bilbao o el Museo de Bellas Artes de Córdoba. Las realizaciones fotográficas de Frederic Ballell y de Antoni y Josep Esplugas, entre otros, enriquecen el recorrido y permiten entender la existencia de intereses compartidos entre la pintura y la fotografía. De la misma forma, todo este material también nos acerca a la influencia formal y compositiva que la fotografía ejerció sobre la obra de Casas. Los encuadres, los puntos de vista, las visiones aéreas son algunos de los préstamos incorporados por el pintor. La muestra, que ya se ha podido ver en las salas del Museo de Maricel de Sitges, itinerará a CaixaForum Palma.