Vista de la exposición de Antonio Ballester Moreno en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia

Vista de la exposición de Antonio Ballester Moreno en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia

Arte

Antonio Ballester Moreno: un experimento para aprender del paisaje

El artista y la Fundación Cerezales, junto con los alumnos del Instituto Pablo Díaz, de Boñar, tratan de indagar en la dimensión educativa del género

16 mayo, 2022 02:59

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En 1970 Robert Filliou, ese artista singular que se denominaba a sí mismo “genio sin talento”, publicó un libro raro ya desde el formato: Enseñar y aprender como artes performativas. Además de los textos de Filliou, el libro contenía conversaciones sobre este asunto, a cargo de algunos de los nombres más destacados de lo que luego se llamaría arte de Acción: Allan Kaprow, George Brecht, John Cage, Joseph Beuys, Dorothy Iannone y Dieter Roth.

Creo que podríamos remontarnos a esa fecha y a ese entorno para situar los orígenes de una tendencia que ha adquirido solidez en las últimas décadas: el giro educativo del arte, como lo ha denominado la crítica. Se trata, en definitiva, de utilizar los mecanismos del arte (los espacios y los rituales, pero también los registros y las poéticas) con un objetivo didáctico en un sentido amplio.

Antonio Ballester Moreno. Qué se ve desde aquí

Fundación Cerezales Antonino y Cinia. Cerezales del Condado (León). Hasta el 31 de julio

No entraré en profundos debates epistemológicos, acerca de si puede darse un proceso cognitivo a partir de percepciones estéticas. La realidad es irrefutable: Joseph Beuys con sus pizarras, Luis Camnitzer con sus instalaciones, Valcárcel Medina y Los Torreznos con las defensas de sus tesis doctorales (por muy paródicas que sean), centran su actividad artística en ese “enseñar y aprender”.

Es una idea que deriva de entender el arte como una herramienta de transformación social, por un lado. Y, por otro, de atribuir carácter artístico a acciones y comportamientos.

Vista de la exposición en Cerezales del Condado

Vista de la exposición en Cerezales del Condado

He metido en este jardín al atento lector y la curiosa lectora para poder sacarles luego por la puerta de esta exposición. Que es un proyecto educativo experimental más que cualquier otra cosa, por más que podamos ver “obras de arte” de primera categoría. Y, sin embargo, más importante que lo que vemos, es lo que no vemos.

Esta exposición es un proyecto educativo experimental, por más que podamos ver “obras de arte” de primera categoría

Lo que quiero decir es que el arte contemporáneo, como escribió hace ya varias décadas el reconocido crítico Edward Lucie-Smith, se inclina “a definir las obras de arte más como patrones de pensamiento que como actos visuales”. Esto significa, ni más ni menos, que los objetos presentes serán un mero apoyo o un residuo del discurso (o la actividad, el proceso, la empresa), que es la verdadera creación artística.

Antonio Ballester Moreno (Madrid, 1977) ha centrado su trabajo en el ámbito artístico del “enseñar y aprender”. Por su parte, la Fundación Cerezales lleva trece años recogiendo conocimientos populares, saberes no reglados y prácticas experimentales entre alumnos de centros escolares y vecinos de los pueblos del entorno.

Antonio Ballester Moreno en la exposición

Antonio Ballester Moreno en la exposición

En esta ocasión, artista e institución se embarcaron en una indagación acerca de la dimensión educativa del paisaje, con la colaboración de alumnos y profesores del Instituto Pablo Díaz, de Boñar. Y es que, en España, el paisaje fue el pasaje privilegiado a la modernidad.

Desde Carlos de Haes y Aureliano de Beruete, que renovaron el género, a la Escuela de Vallecas, pasando por la Generación del 98 que, ya sabemos, buscó en el paisaje el alma del pueblo español. Las sociedades excursionistas en Cataluña, el guadarramismo en el centro peninsular y, destacadamente, la Institución Libre de Enseñanza, entendieron el paisaje como instrumento insuperable de formación.

Artista e institución se embarcaron en una indagación acerca de la dimensión educativa del paisaje

Pues bien, de todo ello hay testimonio material en esta exposición: cuadros de los pintores citados y también de Maruja Mallo, Benjamín Palencia y Delhy Tejero. De Palencia hay también una insólita colección de hojas pintadas como rostros. Y el manuscrito de Delibes de Mis amigas las truchas (cuya peripecia se desarrolla no muy lejos de aquí).

En un proceso de desjerarquización entre “obra” y ejercicio, material didáctico y creación artística, veremos también trabajos artesanales de hace un siglo de alumnos de la Fundación Sierra Pambley y, de ayer mismo, de los estudiantes de Boñar, los bellos modelos geométricos que regaló un indiano a la escuela de su pueblo o los grandes lienzos en que Ballester Moreno dibuja el diario minimalista de “Qué se ve desde aquí”. Quizá el futuro.