En Andalucía gran parte de la creación escultórica estuvo dedicada a la realización de imágenes sagradas que las distintas hermandades y cofradías reclamaban insistentemente para su culto público; unas imágenes que, muchas veces, debían sustituir a aquellas en las que el tiempo había dejado su huella inexorable y debían ser renovadas. Sólo los autores con una visión artística más amplia, y cuando las demandas de las cofradías se lo permitían y eran capaces de sustraerse a la imaginería que ocupaba su tiempo, se adentraban por otros caminos escultóricos. Muy pocos iban a ser los autores que se adscribieran a una auténtica renovación. Entre éstos figuran una serie de artistas cuya obra ha borrado los límites tradicionales entre la pintura y la escultura. Y la joven práctica andaluza adquiere una posición fundamental.

El mensaje plástico que se nos ofrece desde esta exposición es absolutamente necesario para acceder al discurso artístico actual. Los desarrollos son amplios y variados, los desenlaces inesperados, los acentos diversos, los matices infinitos. Todo es posible cuando sólo hay intención clara de manifestar la emocionante verdad del arte. Atrás quedaron los credos enfrentados, las posiciones irreconciliables, los gestos diferenciados, los cruzados de causas perdidas. ángeles Agrela, Alonso Gil, Alejandro Gorafe, Nuria Carrasco, Carlos Miranda, Julia Rivera y Juan Carlos Bracho, J. García, Fernando Lorite, Pepa Rubio, Salvador González Rus, Esther Cardell, Santiago Ayán, Angustias García e Isaías Griñolo, José Manuel Ferrer, Carmen Sigler, MP y MP Rosado Garcés y Luc Huijbregts, son actores privilegiados de una creación en abierta expansión y nos sitúan en los preclaros horizontes de un arte que no ofrece dudas porque sale de lo más profundo de una convicción.