El Cultural

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Sonido y silencio de las imágenes

La muestra '¿Arte sonoro?', en la Fundación Joan Miró, establece un diálogo y sus relaciones y correspondencias entre imagen y sonido

12 noviembre, 2019 05:48

¿Arte sonoro?
Fundación Joan Miró. Parque de Montjuïc, s/n. Barcelona. Comisario: Arnau Horta. Hasta el 23 de febrero. Patrocinada por la Fundación BBVA

Ya lo decían los antiguos: la música –y por extensión el sonido– evoca imágenes. Solo hace falta cerrar los ojos para que, al compás de los instrumentos, afloren mil figuras en nuestra imaginación. Pero si aceptamos esta proposición, habremos de convenir que las imágenes sugieren sonidos. De la misma manera que la magdalena de Proust es capaz de evocar los recuerdos de Venecia en el escritor, músicos y artistas han asociado determinadas notas o tonalidades a colores y formas. De ahí que sea posible “escuchar con imágenes” y “ver con sonidos”. Pues bien, esta es la problemática sobre la que gira esta exposición: el diálogo y las múltiples y fecundas relaciones y correspondencias entre imagen y sonido. Un itinerario que arranca en el siglo XIX y se despliega en el XX con importante presencia de arte reciente, con creadores como Rolf Julius, al que se rinde homenaje, Joan Miró, Earle Brown, Pablo Palazuelo, Channa Horwitz, Laurie Anderson, Nam June Paik, Michaela Melián, Marcel Duchamp, Joseph Beuys, Paul Kos, John Cage, John Baldessari, Carsten Nicolai o Chiyoko Szlavnics, entre otros.

La muestra está articulada a partir de núcleos temáticos. En 'Música sobre papel' se aborda la experimentación en el ámbito de la notación musical a partir de criterios plásticos. En 'Cuerpos sonoros' la audición no se plantea como algo dirigido al oído sino como una experiencia sensorial que implica al cuerpo entero. 'Los sonidos secretos del silencio' reclama conceptualmente la ausencia de sonido como mensaje sonoro y el final, titulado como la exposición, '¿Arte sonoro?', reflexiona sobre la dificultad de conceptualizar todo este material. A pesar de este esquema, no puedo dejar de pensar esta muestra como un manantial que se derrama en todas direcciones y que es imposible retener en las manos. Y es que uno se siente desbordado por la riqueza connotativa de las piezas: cada obra es una sorpresa, una revelación inesperada. Una problemática como la que aquí se plantea es inabarcable, pero la aportación del comisario, Arnau Horta, es la de haber llamado la atención sobre el elemento sonoro en el arte contemporáneo, un caudal para el que, por seguir con los símiles, estábamos sordos.

Partiendo del simbolismo, la exposición llama la atención sobre el elemento sonoro en el arte contemporáneo

La exposición no tiene un planteamiento historicista, pero señala un punto de partida, el simbolismo, a través de la presencia de artistas como James Abbott McNeill Whistler, Mikalojus Konstantinas Ciurlionis y acaso también Léopold Survage, uno de los pioneros del cine abstracto. Si el universo es un misterio, el artista o el poeta –también el músico– simbolista buscará resonancias ocultas que conectan los objetos sensibles. La sugestión, la metáfora, llaves de acceso a una realidad que está más allá de la experiencia cotidiana, son los elementos clave de la poética simbolista. Pero, sobre todo, la sinestesia: la equivalencia, analogía o correspondencia entre las artes. Así, Rimbaud establece una correlación entre vocales y colores en su célebre soneto 'Vocales'; del otro lado, Kandinsky, también de origen simbolista, evolucionará hacia la abstracción en un proceso que él mismo entendía como musicalización de la pintura. La música es el lenguaje a imitar, por tratarse de un código abstracto –léase espiritual– y, por lo tanto, el más adecuado para penetrar en los misterios del mundo y del alma. Más aún, la correspondencia o analogía entre las artes contiene implícita la integración wagneriana, la Gesamkunstwerk (obra de arte total).

James Whistler: 'Nocturno: azul y plata-Chelsea', 1871

Ahora bien, los creadores simbolistas mencionados, y por extensión los de la vanguardia (Sonia Delaunay y Frantisek Kupka), que inician la exposición evocan un universo sonoro a través de la pintura. En general, en el resto de la exposición ya no se sugiere la idea de sonido, sino que se incorpora. No se trata de representación, sino de una presentación sonora que implica un cambio de soporte y la experimentación con nuevos materiales, procedimientos y recursos.

En este abandono de la pintura de caballete por la instalación hay un capítulo importante, curiosamente ausente: aunque no fuera uno de sus objetivos, los futuristas italianos –en particular, Luigi Russolo–, cuyo origen es también el simbolismo, podrían explicar este eslabón entre pintura y artefacto sonoro. Russolo evocará la experiencia musical en sus pinturas y además fue uno de los pioneros del “arte sonoro” con sus conciertos de ruido e instrumentos inventados. Aún más, fueron los futuristas los que rompieron con la disciplina de la página impresa introduciendo un criterio visual-sonoro en la escritura, incorporando onomatopeyas y dibujando con las palabras. Acaso advertir que la tradición de lo nuevo puede aportar elementos de reflexión a la pregunta que lanza la exposición: ¿Qué es el arte sonoro?