Image: Soledad Puértolas

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El Cultural

Soledad Puértolas

"Arrastramos un costumbrismo rancio, folclórico"

30 enero, 2015 01:00

Soledad Puértolas. Ilustración: Luis Parejo

Oculta tras su engañosa fragilidad, Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) sabe bien, tras más de treinta novelas y libros de relatos, que la creación es, sigue siendo, el refugio más seguro para una vida nada convencional.

¿Qué libro tiene entre manos?
Grifo, de Charles Baxter (RBA). Un volumen de relatos que se ganó los elogios de Alice Munro. Son historias de la vida cotidiana, de vecinos levemente sospechosos de algo, de amores frenéticos y bruscas despedidas.

¿Hay alguno que abandonó por imposible?
Varios, sí. ¿Para qué dar sus títulos? Quizá no los cogí en el momento oportuno, quizá, sencillamente, no estaban escritos para mí.

¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?
Puestos a escoger, me gustaría saber qué voz, qué gestos tiene Arquímedes. Si es amable o está siempre como enfadado. No tengo ni idea.

Cuéntenos alguna experiencia cultural que le cambió su manera de ver la vida
Para que algo te cambie la vida ha de tener más de experiencia que de cultura. El cine quizá sea el arte (cuando lo es) que más encaja en la expresión "experiencia cultural". Pero tanto como para cambiarte la vida, no sé, te afecta, se te queda un rato dentro. Eso ya es mucho.

¿Cuándo comprendió que no tenía más remedio que dedicarse a escribir?
Lo comprendo cada día, cuando veo que pasan los minutos o las horas, y, por las razones que sean, no he podido ponerme a escribir. Si no escribo, ¿qué hago?, ¿es esto todo?

¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Tengo más relación con el presente que con el pasado. Me interesa la época en la que me ha tocado vivir, es parte de mí y de lo que soy. Cuando el arte es capaz de expresar algo de eso, sí, me conmueve.

¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
En las paredes de mi casa están los cuadros de mi marido y una litografía de Bram Van Velde. No me importaría tener cuadros (pequeños) de Braque, de Kandinsky, de Klee...

¿Qué tal se mueve en ese terreno ahora tan frecuentado de la ficción que no es ficción, de la memoria inventada?
Escribo sobre asuntos que me importan, que tienen mucha relación conmigo. Siempre son ficción. Inventar es el camino que me interesa para ampliar mi mundo, incluso para conocerlo mejor.

¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Ver tu nombre y tu obra en un comentario impreso es algo que, quieras que no, te afecta. Si la crítica es positiva, estupendo. Si no lo es tanto, y ya no digo si es negativa, fastidia. Pero es algo que olvidas, sabes que te has expuesto, que la gente puede opinar, juzgar, etc.

¿Qué música escucha en casa? ¿Es de iPod o de vinilo?
Por las mañanas escucho la KUSC, la radio de música clásica de Los Ángeles, porque solo ponen música, no hablan. Por las tardes, voy cambiando de emisora. Estoy con la Nacional Clásica hasta que se enzarzan en inacabables conversaciones. Otras veces, pongo mi propia música, Schubert, Debussy... Y jazz.

¿Es usted de las que recelan del cine español?
Decía Borau, más o menos, que en las películas españolas salen dos señores y hablan, y se acabó. Las cosas han cambiado desde que lo dijo, claro. Pero arrastramos muchos defectos. Un costumbrismo rancio, folclórico.

¿Qué libro deben leer urgentemente el presidente del Gobierno? ¿Y el líder de la oposición?
No estaría mal que releyeran los dos El Quijote. Hay peso humano y hay ideales.

¿Se le ocurre algo para compensar tanto recorte?
Incrementar los impuestos a quienes más ganan.

¿Le gusta España? Denos sus razones
Vivo en España, en Pozuelo de Alarcón, cerca de Madrid, aquí se ha ido haciendo mi vida, mi rutina, en la que me siento a gusto. El sol, el paisaje, la comida… Todo lo material está bien, muy bien. El resto de España, lo mismo. Pero lo importante son los vínculos afectivos que creas. Eso, quizá, lo hubiera podido construir en otro lugar, no sé.

Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país
Revisar los principios educativos. ¿Cómo funcionan en otros países, en Finlandia, cuyo sistema se considera ejemplar? ¿Por qué no copiar lo bueno, lo que funciona bien?