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El Cultural

La mirada directa de Vivian Maier

17 mayo, 2013 00:00

Vivian Maier. Street Photographer. Sala de exposiciones San Benito. San Benito, s/n. Valladolid. Hasta el 8 de julio

La recuperación y difusión de la obra de Vivian Maier (1926-2009) es uno de esos acontecimientos que nos permite conocer todo un mundo de imágenes alumbrado en el anonimato. Maier produjo más de 100.000 negativos a lo largo de su trayectoria, y habría que situarla entre los fotógrafos de calle que retrataron la vida de los barrios de Nueva York o Chicago. Inevitable la evocación de Helen Levitt, de la Photo League o de otros clásicos de la fotografía norteamericana a mediados del siglo XX. En contra de lo que sugiere la comisaria, los resultados estéticos nada tienen que ver con la obra de Diane Arbus, a pesar de paralelismos biográficos.

La exposición que puede verse en la Sala Municipal de San Benito de Valladolid, con una larga trayectoria en la exhibición de diversos episodios de la historia de la fotografía, ha sido comisariada por Anne Morin. La difusión de este trabajo es posible gracias a John Maloof tras su descubrimiento en 2007 del lote de rollos de película guardados en un armario y adquiridos en una casa de subastas de Chicago. Un descubrimiento que revelaría la indudable calidad de esta obra desconocida hasta ese momento. El conjunto se reviste del halo indisociable de lo biográfico si sabemos que Meier acumuló silenciosamente durante buena parte de su vida estas instantáneas mientras trabajaba como niñera.

La inmersión de la fotógrafa en el paisaje humano aporta un ángulo en el que no hay, sin embargo, una identificación sentimental, sino más bien una mirada formalizadora. Al igual que sus autorretratos, en los que aparece hierática aprovechando cualquier superficie capaz de reflejarla con su cámara a la altura del pecho, la mirada de Maier es desapasionada y penetrante. En la exposición, estos autorretratos se intercalan entre series ordenadas por temáticas o encuadres, como un ritual que la propia fotógrafa pusiera en práctica en cada una de sus salidas.

El conjunto de la obra reproduce todos los tropos y recursos visuales de la Street Photography en su más pura tradición. Paisajes urbanos basados en el dibujo lineal de las sombras, de las ramas de los árboles o del cableado urbano. Retratos de indigentes y de niños con rostros alucinados, o las coreografías de los grupos humanos que se muestran con una teatralidad precipitada por la congelación del instante. Pero, si rastreamos más allá de la retórica de la fotografía de calle, encontramos una aguda búsqueda del propio lugar de la mirada. Algo que podemos comprobar, por ejemplo, en los retratos contrapicados de diferentes tipos humanos que se revelan como fotografías furtivas, obtenidas mientras el sujeto voltea la cabeza.

Puede que en algunos casos el gesto esté preparado, pero en otros muchos comprobamos que son imágenes que no han sido consentidas por sus protagonistas, robados de personas de la calle cuyos movimientos son escudriñados con un manifiesto voyeurismo. Maier es una auténtica mirona de las calles, una figura infiltrada entre la gente y portadora de una cámara que discretamente sustrae los juegos caprichosos de ese teatro de lo humano. El tema de su obra es justo lo que está detrás de la compulsión de disparar la cámara: la voluntad de mirar que registra los detalles de una gestualidad que deforma sutilmente a los personajes para convertirlos en imágenes singulares. La mayoría de sus retratados no son conscientes de la captura, de modo que su naturalidad se vuelve gesto fotogénico. Una obra, sin duda, que vale la pena conocer para sumar a una infinita y apasionante historia de la fotografía amateur.