“Las revoluciones no se hacen en un día. Todos los grandes imperios han caído; el de los hombres también caerá”, escribe Sandra Barneda en su nueva novela, Las hijas del agua (Suma de Letras), donde dibuja una hermandad secreta entre mujeres en la Venecia del siglo XVIII. Barneda sigue edificándose como escritora de relieve mientras crece en uno de los escaparates sociales más machistas: la televisión.

Ella esquiva la mirada reprobatoria -y la cosificadora- para hacer sentir su personalidad, su rigurosidad, su diligencia. En su literatura escarba, denuncia, se vuelve oscura: es un bosque de pájaros negros. Reivindica el deseo femenino y también sus viejos dolores. Escribe con memoria de la que atraviesa: honra a las maestras, a las dueñas de la Historia silenciada, a las feministas que dieron su vida para que hoy esta entrevista sea de mujer a mujer.

En Las hijas del agua las protagonista son mujeres: me preguntas por qué ha costado tanto en la literatura ver a la mujer como heroína. Bueno, porque la literatura es un reflejo de la sociedad y dentro de nuestro imaginario colectivo sigue costando mucho ver a la mujer como heroína. Quizá el cambio de mentalidad colectivo al que tenemos que aspirar pasa porque las políticas lo permitan, por las empresas, por el cambio de los códigos éticos y de educación: es complicado. Mis protagonistas, que forman parte de una sociedad secreta, son mujeres valientes: ese es su denominador común. Son mujeres que, en los albores de finales del siglo XVIII, decidieron quitarse la máscara, luchar por ellas mismas, por sus derechos y por los de todas las mujeres.

¿Referentes femeninos? Bueno, pienso en Christine de Pizan, que es considerada la primera escritora profesional de la historia. Ella decía “si las mujeres hubieran escrito libros, el mundo sería de otra manera”. Eso fue en el siglo XIV… me parece muy fuerte para la época que se atreviese a decir eso. Soledad Puértolas es una mujer escritora que me ha gustado desde siempre. Y Jane Austen también me es fundamental por cómo refleja la época victoriana. Yo sí creo que hay que cambiar radicalmente los planes de estudio para poder leer a autoras, como me preguntas. Hay un velo invisible… esas pequeñas ramificaciones del patriarcado, esa masculinización en toda la esfera pública… y en la educación también lo padecemos. Es complicado, pero el trabajo literario de la mujer tiene que ser visibilizado. Hay que revisar los libros de Historia de los colegios e incluir a mujeres que lideraron… no desde la sombra, desde donde podían, pero influyeron muchísimo. Hay que compensar la Historia que nos han contado.

En Las hijas del agua incluyo ese homenaje a las primeras mujeres que, teniéndolo muy difícil, decidieron romper esa muralla y dijeron “yo también quiero estar en la esfera pública, necesito decidir mi vida y mi destino, contar para algo”. Son mujeres ilustradas y valientes que arriesgaron y perdieron su vida por ello. Si pensamos en ellas y tenemos esa conciencia, tendremos la fuerza y el conocimiento de lo que tenemos que tener hoy en cuenta… me cuesta pensar que a alguien le pese la palabra “feminismo”, si el feminismo no lucha sólo por la mujer, sino por una sociedad igualitaria y mucho más rica para todos. No implica la pérdida de una de las partes, sino enriquecimiento y libertad para todos.

En el libro cito a Mary Wollstonecraft: “Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”. Ella es la primera gran feminista. Por eso, como ella, yo no pido que tengamos poder sobre los hombres, sino que nosotras mismas podamos discernir y decidir en la esfera pública, y que no se nos trate con los antiguos parámetros. La mujer sigue estando muy objetizada. Lo que nos queda es superar los géneros. Yo no creo en eso de que las mujeres hayan ido nunca en contra de las mujeres ni hayan competido tanto entre sí: sólo se han buscado vías para avanzar cuando no se tenía ninguna opción. Es como quieras ver el vaso, medio lleno o medio vacío. Las mujeres, en su mayoría, siempre han ido a favor de las mujeres.

Me preguntas qué trabas me he encontrado en mi carrera por ser mujer. Bueno, en el mundo de la comunicación, por suerte, se ha avanzado muchísimo. En televisión las mujeres ya no somos un objeto que acompaña al hombre. Poco a poco vamos teniendo nuestro reconocimiento. Yo, por ejemplo, cuando hacía informativos [en Antena3] me sentía un florero, una mujer florero… y eso para mi carácter no es sencillo. ¿Que cómo se hace para demostrar quien una es…? Yo creo que se consigue siendo una misma no dejándote arrastrar por los cánones que te imponen o que tú misma te impones. La televisión pide y exige mucha honestidad. Honestidad con uno mismo. En televisión enseñas lo que eres, a la televisión no la engañas. Yo prefiero apostar por mí, aunque a veces haya tenido el camino más difícil.

Me preguntas por mi método de escritura. Bueno, es mucho método y mucho trabajo, mucha constancia. Escribir es un trabajo de orden y de que la inspiración te pille trabajando. En este caso, también mucha documentación, mucho estudio. A mí el síndrome de la hoja en blanco me gusta porque confío mucho en mis personajes. En cuanto nacen, crecen solos… te ayudan a cómo seguir. ¿Cómo atrapar al lector, ahora que los informes dicen que el español no lee? Tendrías que preguntárselo a mis lectores, pero yo creo que Las hijas el agua es una novela de aventuras trepidante y con un ritmo con el que no te aburres nada, con unos personajes fuertes y con un cuerpo psicológico muy interesante, espero, en su trasfondo. El trasfondo de qué parte de la Historia no nos quisieron contar pero estoy convencida de que existió… al lector se le atrapa cuando se siente identificado con el viaje que tú le propones.

Sandra Barneda presenta Las hijas del agua, ambientada en Venecia.

Sandra Barneda presenta Las hijas del agua, ambientada en Venecia.

Citas esos estudios que confirman que las mujeres leemos a mujeres y a hombres pero los hombres sólo a hombres. Ya, primero es que la mujer es muchísimo más lectora que el hombre… y al hombre le cuesta admirarnos. Eso es una muestra de que la sociedad todavía no está avanzada. El hombre tiene mucho complejo y arrastra el estigma de “los libros escritor por chicas son para chicas”. Les costó mucho entenderlo, a pesar de que ha habido grandes escritoras de novela negra, por ejemplo. Quizá a Agatha Christie sí empezaron a verla como una autora porque hablaba en un lenguaje con el que se sentían identificados, con sus asesinatos y sus tramas… ahí estaba ese pretexto. Pero en general, yo también creo que los medios de comunicación tenemos mucho que decir al respecto. Si mi novela la hubiera escrito Javier Marías nadie le preguntaría si es una novela feminista o para mujeres. Queda mucho por hacer: que no nos engañen.

Hasta hace poco la educación era secular, separa por sexos. Se nos ha segmentado mucho, y eso no se supera en 20 ni en 30 años. Por no hablar de la visibilización del deseo femenino. Los hombres se enteraron de que las mujeres teníamos orgasmos en los años 50, con el doctor éste del que no recuerdo el nombre… que no todo era histeria, que era orgasmo. Vamos con mucho retraso a partir de ahí, no ha pasado tanto tiempo desde que la sociedad se alarmó cuando se hablaba del orgasmo femenino de la mujer. Yo creo que el sexo y el orgasmo femenino siguen siendo tabú. Vamos de grande a pequeño, incluso en las parejas: se habla poco de sexo en general, de los gustos sexuales de cada uno… la sensualidad y la erótica de la mujer se conocen poco. ¿Que si se han convertido también en objeto de consumo? Bueno, es que hay mucho dinero detrás del mercado del sexo. Detrás de la erótica y la pornografía hay muchísimo dinero… es difícil que no se mercadee con el sexo. Lo que sí es terrible es que se cosifique a la mujer y se retrate su sexualidad desde el deseo masculino: no estamos viendo la sexualidad real de la mujer, ¿sabes? Se mira la sexualidad femenina desde el hombre y da error: desde la fantasía del hombre, no desde la boca de la mujer.

Me preguntas si el lesbianismo es el mayor terror del machismo. Si a los hombres hetero les duele entender que no se les necesita… bueno, yo no estoy nada de acuerdo. El hombre que ve el lesbianismo como una amenaza es el que no confía en sí mismo, un inseguro, un ignorante y un caduco. Sí, y machista. Es lesbianismo es una opción sexual más y no tiene nada que ver… es como que una mujer piense que al ser lesbiana me van a gustar todas las mujeres, es un topicazo que dices “madre mía”, ni gasto palabras para explicarte nada… tú mismo (al hombre que piensa eso), y tú misma, a la mujer, porque aún hay muchas que lo creen así.

Hay muchas mujeres españolas que me resultan referentes en la esfera pública. Por ejemplo, Lidia Valentín, campeona de halterofilia… todo lo que rompa esquemas y provoque apertura me parece interesante. Hay mujeres directivas muy potentes también. Pienso en Núria Cabutí, CEO de Random House en España y Portugal… o María Benjumea, embajadora de la Start-up en España. ¡Tenemos referentes! Y cada vez se expresan más, y están barriendo poco a poco los residuos… Lo que viene es una apuesta por la igualdad.

Me recuerdas que el otro día defendí a Letizia y dije que se la había demonizado. A ver, yo censuro… yo no estuve de acuerdo con la actitud de Letizia porque creo que no se puede, y menos en la familia real, dar esa imagen, y porque Sofía no deja de ser la abuela de sus hijas. Es una mujer que ha reinado como reina consorte durante muchos años y en una época de mucho más respeto y valor a la monarquía. Eso por un lado. Pero por otro, hay mucha gente que tenía muchas ganas de que Letizia volviera a patinar como lo hizo en su pedida, cuando se la criticó tanto, sobre todo en la España más conservadora… y eso no lo apoyo, porque a veces se hace demasiada leña del árbol caído. Cuando tú tropiezas no se te perdona y toda persona, seas reina de España o un ciudadano, tiene derecho a tropezar. Eso no quiere decir que no tenga un precio.

Yo me sentía como incómoda con tanta crítica. Incluso para aquellos que defienden a la Casa Real… tienen que darse cuenta de que derribar a Letizia le hace un flaco favor a la monarquía. Los monárquicos que critican a Letizia, pero no se acuerdan de que la eligió el rey, la decisión la tuvo él. Ella no ha encajado nunca en la monarquía y ha llegado el momento en el que ha empezado a patinar… y el sector conservador se le ha lanzado al cuello. También te digo que es verdad que su exceso de perfeccionismo o de frialdad, muchas veces, ha hecho que el pueblo no conecte con ella… el pueblo necesita más cariño, más cercanía. Si hubiese sido así, hubiese obtenido otro tipo de respuesta ante su resbalón. No creo, en cualquier caso, que haya que demonizarla.