Durante los últimos años se está hablando cada vez más sobre la Dieta Occidental, más conocida en el ámbito de la ciencia como la Western Diet (en su traducción inglesa). Esta “dieta” no es más que el conjunto de la mala alimentación que se lleva a cabo por parte de la mayoría de los individuos de los países occidentales o industrializados: comidas ultraprocesadas, con grandes cantidades de aditivos, exceso de sal, carnes rojas procesadas y grandes excesos de carbohidratos refinados y grasas poco saludables (destacando las grasas trans).

La realidad es que, como ya advertimos en otras ocasiones, no existe un macronutriente u otro peor. El problema no es el hecho de comer carbohidratos, o comer grasas, o comer proteínas. El problema, en sí mismo, es globalmente el mal estilo de vida que se lleva en la actualidad, los excesos y la mala calidad de la alimentación son el problema. La Dieta Occidental es el pilar básico de este mal estilo de vida, donde destacan los excesos de carbohidratos y grasas procesadas, donde la obesidad campa a sus anchas y, aunque suene paradójico, gran parte de los individuos viven en un estado de sobrepeso-obesidad desnutrida. Ya que, aunque en principio suene ilógico porque los excesos y la desnutrición suenan contrarios, la realidad es que el exceso de grasa corporal suele acompañarse de falta de nutrientes básicos para la vida (destacando en nuestro medio el déficit de vitaminas B, vitamina D y calcio, entre otros).

Hoy repasaremos algunos de los riesgos que conlleva esta Dieta Occidental gracias a la publicación de hasta cuatro estudios diferentes durante este mismo mes. Y, curiosamente, de forma directa o indirecta, todos ellos apuntan a la Dieta Occidental como causa de los problemas de salud.

El exceso de sal y el riesgo de demencia en la Dieta Occidental

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Anteriormente, ya sabíamos que la sal tiene una estrecha relación con la hipertensión, y de hecho las dietas pobres en sal son la primera recomendación médica actual ante tal estado (aunque algunos estudios puntuales han negado la relación).

Ahora, un estudio publicado en Nature Neuroscience, llevado a cabo en ratones, habría demostrado una asociación de riesgo más al exceso de sal. Un exceso muy común en la Dieta Occidental, debido al elevado consumo de alimentos ultraprocesados: las dietas ricas en sal pueden aumentar el riesgo de demencia.

Así lo afirman los investigadores de la Facultad de Medicina Weill Cornell tras comprobar como, tras alimentar a un grupo de ratones con una dieta rica en sal durante varias semanas, su flujo sanguíneo cerebral disminuyó y dichos roedores empezaron a empeorar en sus pruebas de comportamiento en comparación a los ratones no alimentados con dicho exceso de sal.

Cabe destacar, eso sí, que no sabemos a ciencia cierta si estos resultados también se repetirían en humanos. Asimismo, los investigadores destacan el hecho de que el exceso de sal consumido por los ratones era grotesto, llegando a consumir entre ocho y dieciséis veces las cantidades de sal recomendadas en una dieta saludable (actualmente en la Dieta Occidental se consumen entre 9 y 12 gramos de sal, el doble de la cantidad recomendada).

El estado inflamatorio de la Dieta Occidental

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En un estudio publicado recientemente en la revista Cell, los autores señalan de forma directa y concisa a la Dieta Occidental, culpándola del “estado inflamatorio” al cual se somete el organismo humano cuando se lleva a cabo este tipo de dieta.

Según los autores, la Dieta Occidental desencadenaría una cascada de reacciones inmunes, concretamente del sistema inmune innato, el cual reacciona en respuesta a microorganismos de forma generalizada. Se trata de un tipo de sistema inmune que cualquier individuo posee desde el nacimiento y que actúa de forma inespecífica contra amenazas externas. En otras palabras, la Dieta Occidental crearía un estado de “amenaza” para el organismo, similar a una infección, contra la cual reaccionaría el sistema inmune de defensa.

Asimismo, si se lleva a cabo un consumo de Dieta Occidental a largo plazo, los investigadores han detectado que también se produce una respuesta por parte del sistema de inmunidad adquirida o específica. Habría un tipo de células, las células mieloides, que se entrnarían para responder a este estado inflamatorio a largo plazo como si de una bacteria se tratase.

Por otro lado, hay lugar para las buenas noticias: el estudio se llevó a cabo en ratones, los cuales volvieron a su estado basal (sin inflamación) tras retornar a su dieta habitual.

Dieta Occidental, inflamación y cáncer de colon

Vector intestines with bacteria, germs and magnifier

Por otro lado, otro reciente estudio publicado en la revista JAMA Oncology ha relacionado la “dieta inflamatoria” con un aumento del riesgo de sufrir cáncer de colon, el tiempo de cáncer más común en hombres en España, y el segundo más común en las mujeres de nuestro país según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica.

Según los investigadores de este reciente trabajo, los hombres y mujeres que llevan a cabo una dieta rica en alimentos capaces de aumentar los niveles de inflamación corporal (ultraprocesados, como carbohidratos refinados o carne roja procesada) serían más propensos a desarrollar cáncer de colon y recto en comparación a aquellos individuos que llevan a cabo otro tipo de dieta. Concretamente, el riesgo aumentaría hasta un 44% en hombres y un 22% en mujeres a lo largo de los más de 20 años que se siguió a los voluntarios, unos datos extraídos del Health Professionals Follow-up Study y el Nurses’ Health Study, con un total de más de 121.000 hombres y mujeres de entre 30 y 75 años de edad seguidos durante 25 años.

Según los investigadores, entre los “alimentos pro-inflamatorios” estarían las carnes procesadas, granos refinados y bebidas ricas en calorías como las bebidas azucaradas, entre otras. Por su lado, entre los “alimentos anti-inflamatorios” estarían el té, café, verduras de color amarillo-naranja (zanahorias, calabazas, batatas) y verduras de hoja verde.

El riesgo de metástasis en el cáncer de próstata en la Dieta Occidental

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Finalmente, tenemos otro trabajo publicado recientemente en la revista Nature Genetics, en este caso centrado en descubrir por qué se producen las metástasis o diseminaciones tumorales a otros órganos en el cáncer de próstata. Y precisamente en el cáncer de próstata se tiene poco conocimiento respecto a qué factores aumentan el riesgo de diseminación.

En este trabajo, los investigadores del Centro Médico del Cáncer Beth Israel Deaconess (BIDMC) descubrieron que la ausencia de dos genes (PTEN y PML) aumentaría el riesgo de metástasis. Pero esto no sería suficiente, ya que los tumores de próstata que llegaban a producir metástasis se acompañan de la producción de una elevada cantidad de lípidos o grasa. Existiría una especie de “interruptor de producción de grasa”.

Tras llevar a cabo este hallazgo, los investigadores probaron sus hipótesis con ratones con cáncer de próstata (un tipo de tumor que, precisamente en ratones, no suele ser agresivo ni producir metástasis). Tras alimentar a los roedores con una Dieta Occidental, imitando los elevados niveles de grasas de este tipo de alimentación, se produjo una progresión agresiva de sus tumores llegando a dar las metástasis.

De nuevo, no sabemos si este efecto también se produciría en humanos, aunque la falta de los genes PTEN y PML sí se ha relacionado con las metástasis en el cáncer de próstata, y existe una elevada probabilidad de que una Dieta Occidental también colabore en la progresión y la agresividad de este tipo de tumores, como ya hemos comentado en el caso del cáncer de colon.

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