Soy una persona de carne. 99 de cada 100 veces en las que me dan a elegir entre carne o pescado elijo lo primero sin pestañear. Sin embargo, tengo un punto débil: los boquerones.

No se explicarlo. Simplemente me flipan. Eso si, tienen que ser caseros. Nada de preparados de supermercado. Puede parecer algo laborioso, pero lo cierto es que preparar boquerones en casa es algo que se hace casi sin pensar. Si no me crees aquí tienes la prueba.

Para preparar unos deliciosos boquerones caseros vas a necesitar:

Para evitar problemas con el Anisakis es recomendable congelar las anchoas durante 24 horas a -18 ºC.

Cómo preparar boquerones caseros

Aunque lleva tres días de preparación por culpa de los tiempos de espera, lo cierto es que preparar boquerones caseros es bastante sencillo.

1. Ponemos las anchoas en agua fría

Lo primero de todo es coger las anchoas limpias (no tienen que tener ni cabeza, ni tripa ni espina) y meterlas en un bol con agua muy fría para que se pongan blancas. Cuanto menor sea la temperatura mejor, así que si quieres puedes echar un par de hielos.

Cuando estén dentro, metemos el bol en la nevera durante 24h.

2. Metemos las anchoas en zumo de limón y vinagre

Al día siguiente, escurrimos las anchoas y preparamos la siguiente mezcla en un bote: 50 ml de zumo recién exprimido de limón (aproximadamente limón y medio), 150 ml de vinagre y una pizca de sal. Con todo dentro agitamos para que se mezcle bien.

A continuación, metemos de nuevo las anchoas en el bol, vertimos la mezcla y guardamos todo en la nevera durante otras 24h.

3. Colocamos los boquerones caseros en aceite de oliva

Al tercer día, volvemos a sacar las anchoas de la nevera y las escurrimos para eliminar todo el zumo de limón y la vinagre. Aprovechamos para quitarles la cola y la espina dorsal de manera que sólo queden los lomos y las colocamos en una fuente de la siguiente forma: una capa de aceite de oliva virgen extra, una capa de anchoas, un poco de ajo picado con perejil. Podemos repetir el proceso hasta llenar la fuente.

A partir de aquí ya sólo queda coger un buen pedazo de pan y empezar a devorar boquerones como si no hubiera mañana.