Ayer al terminar los exámenes de la universidad llegué a casa derrotada. He pasado toda la semana durmiendo poco, trabajando y terminando trabajos así que cuando llegué a casa lo  que menos me apetecía era ir a hacer la compra. Pero tenía que cenar algo ya que mi alimentación esta semana dejaba mucho que desear.

Rebuscando por los armarios  (la nevera estaba pelá) encontré un paquete de canelones abierto y unas cuantas latillas que me ayudaron a recordar una receta que alguna vez leí en un libro.

Lo primero que haremos será cocer las placas de canelones durante unos 10 minutos desde que agua empiece a hervir. Os aconsejo que las dejéis un poco más de lo que soléis dejarla si hacéis canelones o lasaña, ya que en esta receta no vamos a usar el horno,  que es el que termina de cocer la pasta.

Cuando estén listas retirar del agua y extenderlas sobre un trapo limpio o un poco de papel de cocina para secarlas bien.

Ahora es sencillo, tenéis que colocar los canelones como si fuesen lasaña, es decir, no tendréis que enrollarlos.

Colocamos una placa de canelón, encima un par de sardinas (preferiblemente escurridas) que aplastaréis un poco para cubrir toda la base de la pasta, después sobre las sardinas un par de pimientos bien picados y un chorrito de aceite. Un poquito de perejil y dos lonchas finas de rulo de queso de cabra para terminar el primer piso, colocas otra  placa de canelón y comienzas con el siguiente piso, que será igual que el primero.

Os aconsejo dejarlo un rato en el frigorífico porque esta lasaña esta mejor fría que templada. Si  preferís meterla al horno y darle un toque de calor, le podéis echar un poco de queso rallado por encima para que la pasta no se seque mucho.

Resultado

No es un plato espectacular, y tampoco pinta muy bien en reuniones o eventos especiales. Esta bueno y es perfecto para salir del apuro cuando no tienes mucho que rascar en la nevera.

Tiempo: 15 minutos

Dificultad: 1/5

Digestión: 2/5

Precio: 2 €

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