Los apartamentos de las grandes ciudades apenas disponen de una alacena en la que guardar el vino, con lo que el sueño de tener nuestra propia bodega se complica. El vino no se puede acopiar en cualquier armario y la cocina, el lugar de la casa donde las temperaturas más fluctúan, nunca debería ser una opción. Se trata de algo vivo y frágil que requiere de unas condiciones de almacenamiento saludables. Sin embargo, para conservarlo de manera adecuada no hace falta tener una cueva de ladrillo bajo tierra.

Te damos diez claves para que tus botellas de vino se mantengan en perfectas condiciones y no tengas que esconderlas debajo de la cama.

Las cajas de madera pueden servir para almacenar el vino.

¿Qué vinos se pueden guardar en casa?

La primera pregunta que debes hacerte es: ¿hay que dejar envejecer este vino? Porque al contrario de lo que puedas haber oído, no todos son de guarda. Hay vinos elaborados para consumir en el año y otros que están hechos para seguir evolucionando en la botella. El objetivo, para unos y otros, es abrirlos en su mejor momento, y para ello hay que saber apreciar ciertas cosas.

La mayoría de los vinos baratos, los espumosos, los blancos sin madera, los rosados y los tintos ligeros y poco tánicos, son para apreciar en su esplendor juvenil (con toda su fruta y su frescura) y no ganarán nada al envejecer. Como en todo, en esto también hay excepciones, y si conservas alguno de ellos (los más potentes) durante un par de años, te llevarás una agradable sorpresa.

En líneas generales, los vinos más caros y prestigiosos, sobre todo aquellos tintos que tienen un trabajo importante de barrica, suelen ser muy intensos cuando son jóvenes y necesitan tiempo para alcanzar su plenitud, suavizar sus taninos y desarrollar un buqué más complejo y armonioso. Si tienes dudas sobre cuánto tiempo guardarlos, lo mejor es que te informes a través del elaborador o del vendedor, en la contraetiqueta de la botella o en internet.

No obstante, si tienes al menos dos botellas del mismo vino, descorcha una y pruébalo. Comprueba si el vino sigue cerrado, denso y poco aromático. Lo más seguro es que se haya enfadado por despertarle tan temprano. Habrá que esperar a que se espabile. Si al cabo de un rato sigue potente, con la acidez y los taninos muy marcados, definitivamente tendrás que dejar dormir a la otra botella unos añitos más.

Las botellas siempre tienen que descansar en horizontal.

Condiciones de conservación

Según las condiciones en las que mantengas la bodega, el vino evolucionará con mayor o menor rapidez. Para mantener una buena conservación, tu bodega debe respetar varios criterios. En primer lugar la temperatura, que debe estar entre 11 y 14º, aunque la mayoría de las botellas envejecen bien entre 6 y 18ºC. Piensa que la evolución se vuelve más lenta con el frío y se acelera si hace calor. Evita, sobre todo, las variaciones bruscas de temperatura y el almacenamiento cerca de un radiador o cualquier otra fuente de calor.

Otro factor a tener en cuenta es la humedad. Si el aire es demasiado seco, el corcho se reseca y se vuelve poroso. Lo ideal es una tasa entre 75 y el 90%. Para que el corcho esté siempre húmedo y herméticamente cerrado, coloca las botellas en posición horizontal. 

La luz es nefasta para el vino, en especial para el espumoso. Deteriora el color y los aromas. Procura guardarlos siempre en la oscuridad, en calma (lejos de ruidos y vibraciones) y alejados de los malos olores que puedan infiltrarse a través del tapón.

La colección de vinos 

Con cinco botellas ya puedes poner en marcha una bodega. A partir de ahí, todo dependerá del espacio que tengas… y del presupuesto. El ideal pasa por conseguir una colección de vinos que pueda adaptarse a todas las situaciones.

Si tu objetivo es guardar entre de 10 y 30 botellas, elige blancos y tintos para abrir en aperitivos o cenas improvisadas. Opta por vinos afrutados y agradables, y ten a mano un espumoso cuando quieras celebrar algo especial. Dale consistencia a la bodega con un generoso seco o dulce para sorprender a la hora del aperitivo o el postre.

Elige un par de rosados para la primavera y finalmente guarda un par de tintos (y eventualmente algún que otro blanco) de calidad, de una denominación de origen calificada. Dentro de unos años se convertirán en los mejores acompañantes de esa ocasión excepcional: un aniversario, una declaración de amor, un reencuentro.

Cualquier espacio puede aprovecharse.

Por otro lado, si pretendes almacenar más de 30 botellas, es momento de diversificar tu colección y de empezar a interesarte por las añadas. Antes de nada, separa los vinos para beber inmediatamente de los que vas a guardar. Para lo segundo, elige vinos de diferentes regiones, incluso diferentes países, con perfiles aromáticos y gustativos variados.

De esta manera siempre tendrás a mano la botella apropiada para el capricho del momento. Deja espacio para algún vino excéntrico y con una historia curiosa. Y de los que más te gusten, atrévete a comprarlos en cajas de tres a seis. Así podrás disfrutar del placer de ver evolucionar un ensamblaje, de observar cómo se comporta el vino con el paso del tiempo.

Calcular el presupuesto

No te arruines. Para presumir de bodega no hace falta que compres vinos por encima de tus posibilidades. Las “pequeñas locuras” suelen salir caras porque nunca encontramos el momento de descorcharlas, y cuando lo hacemos el riesgo de decepción es demasiado alto. Eso sin contar con que los vinos prohibitivos normalmente necesitan una larga guarda y unas condiciones de conservación especiales.

Para una bodega de entre 10 y 30 botellas, tu presupuesto por vino no debe superar los 20 €. Y esta cantidad la rozarás en ocasiones puntuales, pues vas a encontrar estupendas referencias entre 8 y 12 €. Para un almacén de más de 30 vinos, ya sí que puedes empezar a darte algún que otro capricho con botellas de 25 o 30 €.

Para qué quieres un vestidor si puedes tener una bodega.

Cómo aprovechar el espacio

Si tienes un apartamento pequeño, busca un espacio que reúna que las condiciones de conservación anteriores, ya sea una alacena, un armario que no uses o una trampilla bajo la escalera. Si tienes una vieja chimenea condenada, instala ahí las botellas.

Lo importante es que el vino esté acostado y en penumbra, alejado de cualquier fuente de calor. Si tienes un botellero a la vista, asegúrate de que no lo caldeen los rayos del sol. En un piso un poco más grande o una casa, invierte en una cava (un armario bodega). Estos refrigeradores de vinos tienen diferentes tamaños y mantienen las botellas en las condiciones óptimas de temperatura y humedad.

Para almacenar las botellas encontrarás prácticas rejillas o estantes de plástico, madera o metal. Se compran por unidades y suelen ser apilables. La opción de colocar un botellero fijo pegado a la pared es más resistente y ofrece más protección para las botellas. Puedes construirlos tú mismo o conseguir estanterías específicas. Las cajas de madera de las propias bodegas te puede servir también como sistema de almacenamiento, pero ten cuidado con la humedad, pues la madera tiende a enmohecerse y ese moho podría traspasarse al vino a través del corcho.

A la hora de disponer los vinos, puedes seguir diferentes sistemas: por regiones (un ordenamiento básico que te permitirá encontrar fácilmente el estilo del vino que buscas), por añadas (ideal para separar las botellas que deben envejecer varios años) o por prioridad (colocando de forma más accesible las botellas que es mejor beberse rápidamente). 

Coge un rotulador y cuadricula los botelleros.

El libro de bodega

Ya tengas una cava electrónica o una bodega de ladrillo en el sótano, nunca está de más llevar un registro de los vinos que entran y salen. Como si de un restaurante se tratase, apunta dónde has comprado cada vino, el precio, el momento en que has abierto la botella y cuáles han sido tus impresiones.

Si tienes espacio y muchas botellas, ármate con un rotulador y cuadricula los botelleros para localizar rápidamente el vino que buscas. El libro de bodega es una herramienta imprescindible para cualquier bodeguero en ciernes que se precie, de gran utilidad para repetir un pedido y para no volver a cometer los mismos errores.