
El experto Marcos Vázquez. Redes Sociales
Qué es la 'demencia digital': la "epidemia silenciosa" que afecta cada vez a más españoles según el experto Marcos Vázquez
La falta de atención provocada por las pantallas diluye la capacidad para estar presente, pensar con claridad o, incluso, aburrirse.
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No está en los manuales médicos ni se diagnostica con pruebas de laboratorio, pero sus síntomas se expanden sin pausa, invisibles y cotidianos, como una niebla mental que pocos saben reconocer. La llaman 'demencia digital' y, aunque no se trata de una patología clínica, sí representa una forma de deterioro cognitivo inducido por nuestro entorno tecnológico. Marcos Vázquez, divulgador especializado en salud y fitness, lo define como una pérdida progresiva de concentración, memoria y pensamiento profundo, causada por la sobreexposición a pantallas, notificaciones y estímulos instantáneos.
Lo cierto es que no es una exageración: se trata, cada vez más, de una epidemia que atraviesa generaciones, hábitos y profesiones, diluyendo nuestra capacidad para estar presentes, pensar con claridad o, incluso, aburrirnos. Esta forma de deterioro no se debe al paso del tiempo, como en las demencias tradicionales, sino a un exceso de presente fragmentado. Actualmente, se vive en un entorno donde el diseño mismo de las plataformas digitales está orientado a captar y retener la atención a cualquier coste. Se salta de una app a otra, de una pestaña a la siguiente, sin terminar lo comenzado.
Se leen titulares, pero no artículos, se absorbe información sin digerirla, y se confunde entretenimiento con conocimiento. Es un patrón que no se percibe como patológico porque está normalizado. Pero el precio es alto: cuesta enfocarse, profundizar, sostener el esfuerzo mental. La mente, tal como advierte Vázquez, se ha vuelto intolerante al silencio y adicta a la dopamina rápida.
La ciencia avala esta percepción. Distintas investigaciones han mostrado cómo el uso constante del smartphone afecta nuestra memoria de trabajo y disminuye la capacidad para mantener la atención en tareas exigentes. Un estudio de la Universidad de Texas concluyó que tener el móvil simplemente a la vista, aunque no se utilice, reduce significativamente el rendimiento cognitivo. El cerebro, dicen los neurocientíficos, tiene una capacidad limitada para gestionar estímulos simultáneos, y cuando está expuesto de forma continua a interrupciones externas, pierde eficiencia y plasticidad.
La llamada 'demencia digital' no es, por tanto, un invento alarmista, sino la consecuencia lógica de una economía de la atención donde lo valioso ya no es el contenido, sino el clic. Y como explica Vázquez, el cerebro humano no está diseñado para operar en modo multitarea constante. Necesita pausas, necesita profundidad. Como los músculos, se fortalece con el esfuerzo y se atrofia con el automatismo. Si se alimenta solo de estímulos breves, de respuestas rápidas, de scroll infinito, acaba perdiendo la capacidad de sostener una idea en el tiempo o de enfrentarse a tareas complejas sin buscar distracciones.
Pequeños gestos cotidianos que pueden evitarlo
Frente a este panorama, Vázquez propone una suerte de reeducación cognitiva basada en pequeños gestos cotidianos. No se trata de renunciar a la tecnología, sino de aprender a usarla con mayor conciencia. Entre sus propuestas están "limitar el uso diario de redes sociales a una hora, desactivar las notificaciones innecesarias y establecer momentos de "ayuno digital" como media jornada o incluso un día completo sin acceso a pantallas. Estas pausas, más que un lujo, son hoy una forma de higiene mental. Permiten recuperar la atención secuestrada y reentrenar la mente para reconectar con su ritmo natural, más lento, más humano.
Otro de los pilares de esta reconexión es la práctica de la monotarea. En una época donde hacer varias cosas a la vez se asocia a productividad, elegir hacer solo una y hacerla bien se vuelve casi un acto contracultural. "Haz una cosa a la vez, hazla bien, y termínala", resume Vázquez. Este enfoque no solo mejora la eficacia, sino que reduce la ansiedad. El cerebro necesita cerrar ciclos, no dejar cabos sueltos. Saltar constantemente entre tareas genera fatiga, aunque no siempre seamos conscientes de ello. La multitarea, lejos de ser una virtud, es una trampa que fragmenta la mente y merma la memoria.
A eso se suma el valor del paseo sin auriculares. Un ejercicio simple pero poderoso: caminar sin estímulos auditivos, solo tú y tus pensamientos. En un mundo donde incluso el silencio ha sido colonizado por podcasts y listas de reproducción, recuperar el espacio mental sin interferencias se convierte en una forma de meditación activa. Es ahí donde surgen ideas, recuerdos, conexiones. Donde el cerebro se reordena sin esfuerzo. Es también en ese vacío donde empieza a volver la atención sostenida, una cualidad que, como cualquier otra, necesita práctica.
La lectura profunda, por ejemplo, es una de las herramientas más efectivas para fortalecer esa atención. Leer durante al menos 30 minutos diarios un libro físico, no en una pantalla retroiluminada, no con notificaciones activadas, es una forma de reeducar al cerebro en la secuencialidad, en el desarrollo argumental, en la capacidad de imaginar sin depender de estímulos visuales externos. Como señalan múltiples estudios en neurociencia cognitiva, leer en papel activa más regiones cerebrales asociadas a la memoria y la empatía que hacerlo en dispositivos electrónicos.
Otro hábito valioso que propone Vázquez es preservar espacios libres de pantallas: convertir el dormitorio, por ejemplo, en un santuario sin notificaciones, sin estímulos visuales, sin la tentación del scroll nocturno. Dormir bien, leer antes de acostarse, o simplemente dejar que la mente divague antes de dormir son prácticas que fortalecen los ritmos circadianos y la salud mental. La hiperconexión no solo altera nuestra atención diurna, también modifica el descanso, interfiere con el sueño profundo y perpetúa la fatiga cognitiva.
El verdadero problema no es aburrirse, sino no tolerar el aburrimiento. En esa intolerancia se revela el daño: si no se sabe qué hacer sin una pantalla, si el silencio incomoda, si la pausa parece improductiva, entonces algo se ha roto. "Ya no nos aburrimos, pero tampoco pensamos", advierte Vázquez. No pensar, en el fondo, es dejar de ser del todo humanos. Porque la reflexión, la creatividad, la memoria o incluso la identidad, requieren tiempo y silencio para poder desplegarse.
La buena noticia es que revertir esta tendencia está al alcance de todos. No hace falta cambiar radicalmente de vida, ni mudarse al bosque. Basta con tomar decisiones pequeñas pero consistentes: elegir cuándo y cómo usar la tecnología, en lugar de dejarse arrastrar por ella. Establecer límites, entrenar la atención como quien entrena el cuerpo, proteger los espacios de calma. Porque cuidar la mente no es menos importante que cuidar la alimentación o el sueño; y porque, como concluye Vázquez, "recuperar tu atención es una forma de recuperar tu libertad".