Una de las celdas de la prisión de Botafuegos, en Algeciras (Cádiz).

Una de las celdas de la prisión de Botafuegos, en Algeciras (Cádiz). Marcos Moreno

Reportajes

En el polvorín de Botafuegos, la cárcel del narco: se requisan más de 100 móviles cada año

Un suicidio, coches calcinados de funcionarios y drones intervenidos forman parte de bagaje en 2022. El director del centro ha sido cesado; los funcionarios lo sienten "una humillación propia". 

12 febrero, 2023 02:40

Aquella celda parecía una más en el registro sorpresa que se lleva a cabo a diario en la prisión de Botafuegos (Algeciras). El funcionario ya había visto otras similares y no había nada sospechoso. Al golpear la estantería, sin embargo, se percató de que el sonido era hueco. Tocó otra vez. Hueco; hay un doble fondo. Procede a romper la trampa y, cuando lo hace, comienzan a aparecer móviles. Uno tras otro, salen 10 iPhone de última generación.

La sorpresa no es mayúscula; ni siquiera es sorpresa, al menos aquí dentro. Botafuegos conocida como la cárcel del narco, pero en realidad podría ser 'la cárcel del móvil'. En los cinco años anteriores, a la espera de los datos de 2022, se requisaron 690 terminales dentro de la prisión.  

Este centro penitenciario se encuentra año tras año entre los más peligrosos de España. Sin embargo, el pasado fue el 'annus horribilis' de esta prisión: coches de funcionarios calcinados, un motín, un suicidio y decenas de agresiones. Botafuegos es un polvorín.

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Mientras que los sindicatos y funcionarios apuntan como culpable a Ángel Luis Ortiz, secretario general de Instituciones Penitenciarias, éste ha cesado a Francisco Márquez Salaverri. Los sindicatos han tachado la destitución de "indecente", ya que según ellos se le comunicó la decisión a través de una llamada, exponiendo "falta de confianza".

Salaverri ha estado 16 años al frente de este centro penitenciario. "Que los responsables penitenciarios carguen tintas contra la figura de nuestro director por los tiempos convulsos que se han sucedido en la prisión de Botafuegos, no hace más que dar veracidad a la incapacidad e inoperancia que reina en la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias", exponen los sindicatos. "Aparte de estar fuera de lugar, simplemente califica su nulo conocimiento del medio".

No es nada nuevo. Cualquiera que conozca la prisión sabe que aquí hay minutos que duran horas, horas que duran días y días que son más bien semanas.

Los móviles

La monotonía suele ser 'habitual' en los centros penitenciarios. En Botafuegos, Algeciras, no iba a ser menos. Aunque, cierto es, aquí cada día aguarda una sorpresa. No en vano se procede a diario al registro aleatorio de uno de los 14 módulos (más enfermería, aislamiento e ingresos) con los que cuenta la prisión del Campo de Gibraltar. El objetivo es encontrar los objetos prohibidos que hayan podido acceder al recinto en los últimos días, sobre todo móviles y droga.

Los funcionarios son alertados apenas 15 minutos antes del registro. Los presos están haciendo vida normal cuando alrededor de una docena de funcionarios interrumpen sus labores diarias con todo el equipo de registros. 

Moviles incautados en Botafuegos.

Moviles incautados en Botafuegos. Acaip

Los internos se colocan entonces en fila india. "Como si fuera el colegio", dice uno de los funcionarios que practica estas intervenciones a EL ESPAÑOL. Comienzan a caer los primeros móviles, incluso antes de mirar en los rincones más recónditos del resto del módulo: la escuela, el gimnasio y, por último, las celdas.

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Una vez en los habitáculos de los reos, el funcionario entra y golpea los lugares más recónditos en busca de un hueco donde se haya podido guardar algo. En una de las últimas grandes redadas se encontraron 10 teléfonos iPhone de última generación. Estaban escondidos en un doble fondo casi imperceptible de la estantería de uno de los presos.

A falta de conocer los datos finales de 2022, el Ministerio del Interior señaló que Botafuegos era la prisión donde más teléfonos se habían requisado. "En un lustro, 690 móviles. Cada dos o tres días se incauta un terminal".

La utilización de un teléfono móvil dentro de la cárcel podría parecer, a priori, un elemento de escasa importancia. Sin embargo, estos siempre se usan para actividades, cuanto menos, opacas. No lo hacen por el mero hecho de necesitar comunicarse: "Para eso ya tienen 10 o 15 llamadas a la semana". "Suelen utilizarlos para seguir moviendo los hilos del narco desde dentro; para molestar a alguien con quien tienen una orden de alejamiento...", dice un funcionario de Botafuegos. 

Coches calcinados

La cárcel de Botafuegos es conocida como la cárcel del narco. Muchos de los reos aquí presentes están condenados por delitos relacionados con el tráfico de drogas y son de la zona. Esta prisión tienen un total de 14 módulos con 72 celdas cada uno. Es decir, pueden congregarse 1008 internos, a priori.

El coche en llamas de la trabajadora de la prisión de Botafuegos, esta semana.

El coche en llamas de la trabajadora de la prisión de Botafuegos, esta semana. EL ESPAÑOL

Sin embargo, tal y como denuncian desde Acaip, en esta cárcel han llegado a albergar 1.900 presos. Actualmente, en el centro penitenciario de Algeciras hay unos 1.100. Para todos estos internos, la RPT (relación de puestos de trabajo) estima que deberían ser 474 funcionarios de prisiones para atender sin problemas a los 1.008. Sin embargo, son 426. "En Algeciras entran mil. ¿Que caben 2.000? Claro, pero ¿quién trabaja así?", se preguntan desde el sindicato.

La labor diaria en esta prisión es complicada. De ahí que sólo se queden de forma permanente los que tienen cierto arraigo en el Campo de Gibraltar. El resto, en cuanto pueden, piden el traslado.

Los sindicatos denuncian que esa rotación es un problema a resolver. "Cobramos lo mismo que en otras cárceles, no hay ningún incentivo", comentan. Para ello, reclaman algo que se lleva tiempo pidiendo en el entorno, la declaración de Zona de Especial Singularidad.

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Uno de los grandes problemas que viven también es que la mayor parte de los reclusos son de la zona. Si los funcionarios también lo son, todos se conocen. Extramuros, "nos los encontramos cuando vamos a los bares". 

El pasado año fue un annus horribilis. José Luis Alcaraz, delegado sindical de Acaip, no recuerda "algo igual" desde que se abriera esta prisión de último modelo. Recuerda los episodios más fuertes vividos en apenas 12 meses. Todo comenzó con la agresión de un interno a un funcionario y la enfermera cuando fue trasladado a la zona de curas. "Le dejó a él un traumatismo craneoencefálico severo e intentó estrangularlo", cuentan desde Acaip. Luego, otro recluso golpeó a tres funcionarios. 

Febrero de 2022 se recordará por algo que no había ocurrido hasta entonces: le calcinó por primera vez el vehículo de un trabajador de la prisión. Casualmente, el día anterior había requisado un móvil en la prisión. La acción se repeteriría nuevamente pasados seis meses. Esta vez, la víctima sería una trabajadora social. Saltaron todas las alarmas. "El delito de ambos fue cumplir fielmente con sus obligaciones", dice el delegado sindical. A petición propia tuvieron que cambiar de puesto de trabajo, lo que se considera "una coacción".

"Saben donde vivimos. Ellos no te lo dicen, pero de forma velada... No hace gracia el tema. Hay gente que lo encaja porque saben que es el juego (los registros y el requisamiento), pero a otros les sienta bastante mal", comentan los funcionarios con los que ha hablado EL ESPAÑOL.

A estos hechos hay que sumarles otras agresiones e, incluso, un par de intentos de motines. Quizás lo peor fue el día en que encontraron a uno de los presos de Botafuegos muerto en la celda. Se había suicidado. 

El aumento de las agresiones a funcionarios —señala Alcaraz— se debe a circunstancias concatenadas. "La primera es falta de personal y masificación de centros penitenciarios. Además, la población reclusa tiene patologías duales. El problema de salud mental y toxicomanía se unen dentro de la cárcel por lo que la cabeza la tienen en otro lado. Esto lo metes en una coctelera y sale lo que estamos hablando. Ese es nuestro día a día.".

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La Secretaría General, apuntan en Acaip, es conocedora de todo lo que aquí ocurre. Como primera medida, "ha dado orden de que no se ponga traba a la matrícula reservada. Es el único centro en el que ocurre. Al que la pida se la van a dar por defecto. En otros se podrán dar o no, pero aquí hay orden de que no se ponga traba. Los argumentos están ahí".

Un día en Botafuegos

Los comandos aquí son claros. Amanece a las 8 de la mañana y, antes de la apertura de las celdas, se revisa el patio a fondo. El objetivo es que ningún dron haya traspasado los muros de la prisión para dejar en el interior móviles o drogas. Un cuarto de hora después comienza el recuento. "Lo primero es que todos estén vivos", dice una fuente desde dentro.

A las 8.30 horas, los presos están desayunando; a las 9 de la mañana ya hay actividades dentro o fuera del módulo. "Dentro está la escuela, por ejemplo, y otras son intermodulares. Luego, están los cursos de pintura, de albañilería, deportes… Hay de todo", comentan.

La cárcel de Botafuegos.

La cárcel de Botafuegos. Fernando Ruso

Las peticiones que tienen los internos se hacen entre las 12 de la mañana y la 1. En ese período también se llevan a cabo las llamadas legales, a través de los teléfonos de la prisión. A las 13.30 horas comienza la comida y a las 14.30 horas todos están de nuevo en sus celdas. 

Hasta las 16.30 horas, los funcionarios comen en dos turnos y revisan de nuevo el patio. No vaya a ser que los drones hayan vuelto a dejar sus recador en el medio de la cárcel. A partir de esa hora, los internos vuelven a los patios y las actividades. A las 19.30 horas es la cena y todo el mundo regresa a su camarote.

Un motín

Aquella mañana, los funcionarios notaban la tensión. Era 28 de septiembre. "Aquello estaba más alterado de lo normal, en un sitio donde los internos no suelen acatar normas y suelen estar a la defensiva".

Uno de los módulos de Botafuegos era una bomba a falta de una chispa. "Ellos presumen de conflictividad siempre", dice un funcionario, "y aquella mañana tratamos de que salieran fuera a fumar". 

La tensión se liberó como siempre: a golpe de porrazo. Es algo habitual, pero aquel día supuso la chispa de algo mayor. Los funcionarios del módulo pidieron refuerzos para calmarlo todo, pero en cuanto los internos vieron entrar a los compañeros se pusieron como fieras. "Incluso internos de confianza aquel día se les echaron encima", cuentan desde dentro.

Una de las celdas de la prisión de Botafuegos, en Algeciras (Cádiz).

Una de las celdas de la prisión de Botafuegos, en Algeciras (Cádiz). Marcos Moreno

"Cada foco que apagábamos se nos encendían otros tres", narran. "En un momento como ese, cuando se ven que todos tiran para adelante, hacen fuerza. Hubo que negociar con ellos hasta que se terminó por calmar la cosa". El brazo de un funcionario roto fue el presagio de que allí pudo pasar algo peor. 80 presos contra dos funcionarios en un primer momento. "Si abandonan el módulo, no sé cómo acaba...".

Al otro lado del teléfono, la voz del funcionario es de hastío. "Cuando haces esta oposición intentas cambiar el sistema, pero es imposible. No nos escuchan desde Madrid. Se nota que los que mandan no han pisado un patio". 

Para este empleado de prisiones, Botafuegos es una prisión distinta al resto. "Ellos se te vienen encima y vienen las amenazas, las familias toman represalias… Nosotros vivimos con ellos. Yo tengo vecinos en los módulos y los he tenido en el gimnasio. Esto no pasa en otros lugares".

El peligro de los drones

Hay un problema común a todas las cárceles españolas, pero que se da con más predominancia en las cárceles situadas en el sur de España, donde hay más encarcelados por narcotráfico: se trata de los drones.

Estos aparatos ya han sido avistados en varias ocasiones en los patios de las cárceles españolas. Son imperceptibles en muchas ocasiones y capaces de llegar, incluso, hasta las ventanas de los reclusos

"Por culpa de los drones lo que hacemos es revisar los patios antes de las 8 y media y antes de las 4 y media", narran los internos a EL ESPAÑOL.

Los narcodrones se vienen arriba: hachís y móviles para presos y controlar  a la Guardia Civil.

Los narcodrones se vienen arriba: hachís y móviles para presos y controlar a la Guardia Civil. E.E.

El aumento de este tipo de mecanismos para meter objetos prohibidos en la cárcel cobró relevancia en 2021, pero se da desde hace un lustro al menos. "En general, hay teléfonos y drogas. "Durante el 2022, ha habido avistamientos por la Guardia Civil. A final de año, casi seguidos se encuentran la carga de un dron, teléfono y droga, y a final de diciembre un dron que ha dado un testarazo contra una ventana de un vecino, en las cercanías, que traía cocaína, heroína, hachís y móvil".

El problema, tal y como explican desde el sindicato, no es el tema de drogas o móviles. Al final, en la cárcel conviven con la entrada ilegal de este tipo de sustancias y objetos que se requisan intramuros de manera más o menos habitual. El problema es que algunos de estos drones consiga introducir armas de fuego en el recinto. 

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"Esto te lo pongo como quieras -dicen desde el sindicato-: el problema que puede haber es que metan armas de fuego con los drones".

El transporte de la mercancía se hace directamente hasta las habitaciones de los internos. "El dron llega y él no tiene más problemas que alargar la mano", dicen los funcionarios. "El peso que trae un dron es el que quieras, por lo que la preocupación es esa: que lleguen armas de fuego a personas que no están bien".

Según denuncia Acaip, "cada dos o tres días se requisa un móvil". "Los teléfonos dan igual, entre comillas, pero esto no se nos puede ir de la mano".

Inhibidores de frecuencia

Dentro de las cárceles hay móviles. Son muchos los reclusos que tienen alguno escondido para llevar a cabo actividades que, obviamente, no deben conocer las fuerzas del orden. "Los móviles los utilizan para seguir operando desde dentro", dicen los funcionarios.

La clave, sin embargo, está en quién lo tiene. "Los grandes capos de la droga no suelen llevarlos, los suelen tener los 'machacas'. Suele haber seis o siete de cada banda, pero al gordo no le vas a pillar el teléfono, en todo caso a las celdas colindantes. Se lo pasan por la ventana y una vez que terminan de hablar, lo entregan de nuevo y ya está".

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El problema es que si cogen a los grandes capos de la droga con un teléfono móvil, esto les pondría en el disparadero e incluso podrían cambiarlos de centro.

Un inhibidor de frecuencia.

Un inhibidor de frecuencia.

"En Málaga son los segundos donde más móviles requisan y allí también hay mucho narco", dicen. ¿Por qué no se introducen los inhibidores de frecuencia en la cárcel?

En Algeciras pusieron inhibidores para tecnología 2G y 3G en sus inicios, al principio de la década de los 2000, en su apertura. En 2008, los que aún funcionaban ya no servían porque la tecnología había avanzado. "Nos dicen que tienen unos presupuestos de 2 millones para poner los inhibidores en los centros penitenciarios. Él dice que tienen un proyecto piloto en Ceuta con 250.000 euros, pero aún no hay nada. El Secretario General se marchará y el problema seguirá aquí".

A él le achacan la deriva. "Antes los presos eran más respetuosos, pero todo eso está mutando. El máximo responsable es el que dirige instituciones penitenciarias. Ni una mala palabra, pero ni una buena acción. Se está trabajando con falta de personal, masificación reclusa, se trabaja con drogodependientes, no tenemos la protección jurídica sanitaria… La sanidad penitenciaria se muere… A nadie le atrae ser médico en la cárcel, pierden en todos los aspectos. El máximo responsable es este señor que no va a dimitir".

Es el SOS de los funcionarios de prisiones de Botafuegos. No quieren que en 2023 se repitan los episodios vividos en 2022. De momento, la única decisión ha sido sustituir a Salaverri por Andrés Enríquez Narváez, hasta ahora inspector de Servicios de la Subdirección General de Análisis.